Un giro indispensable en la sociedad del siglo XXI

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Francisco J. Doblas González de Aledo *

 

He aceptado, con honor y agradecido por la invitación, participar en la primera edición de “Canarias en Positivo”. Iniciativa a la que auguro un gran éxito y que cubre -sin duda- un espacio de opinión crítico y enriquecedor para nuestra sociedad isleña.

 

Aunque lo propio, por mi profesión, hubiera sido contribuir a esta nueva andadura con un artículo de carácter jurídico, el momento “Pascual” del lanzamiento de este foro hace propicio escribir sobre el papel de las asociaciones religiosas, en la sociedad y en el momento en que se desarrollan: el siglo XXI. Pretendo sencillamente contribuir, en esta primera edición, con algunas ideas básicas que descubran la realidad de las hermandades y cofradías, más allá de su impronta procesional, y animar a reconvertirlas hacia un camino más caritativo o, en términos civiles, de ayuda social. Funciones que comparten con tantas otras asociaciones civiles, constituidas al amparo de las Leyes y reglamentos reguladores de las asociaciones y fundaciones.

 

Las hermandades y cofradías son asociaciones públicas de fieles que, constituidas al amparo de los cánones 312 y siguientes del Código de Derecho Canónico, tienen comúnmente, por resumir, unas finalidades esenciales: (i) difundir el mensaje evangélico; (ii) mantener y fomentar las actividades de culto católico; (iii) cooperar en las acciones diocesanas de asistencia social y caritativa a necesitados. A ellas se añaden, en algunos casos, mantener y conservar el importante patrimonio histórico-artístico del que suelen ser depositarias o poseedoras. Pero por último y no menos importante, son garantes del mantenimiento de tradiciones y costumbres católicas y populares, sin perjuicio de su renovación y actualización.

 

También es importante destacar que, una vez erigidas canónicamente, y por tanto constituidas como entidades de derechos y obligaciones, el Reino de España les reconoce plena personalidad jurídica conforme dispone el comúnmente y mal llamado “Concordato” (Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos, ratificados el 3 de enero de 1979, en concreto en su artículo I.-2), personalidad jurídica que se hace efectiva mediante la inscripción, de cada hermandad o cofradía, en el Registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia.

 

Dicho todo ello y, por otra parte, muchas de estas asociaciones se erigen en verdaderas ONG, cuando su actividad es eminentemente social o de ayuda a los sectores desfavorecidos. En el caso de la hermandad que me honro en presidir, la Esclavitud del Cristo de La Laguna, además de cumplir con una función cultual, es decir mantener y fomentar cultos religiosos y Procesiones, desarrollamos durante todo el año una importante número de actividades caritativas y sociales, ayudando a que sectores vulnerables y necesitados, como los ancianos, personas sin recursos o discapacitados físicos y psíquicos, puedan tener apoyo, acompañamiento o ayuda, tanto humana como material y económica.

 

Es importante concienciarnos, en las cofradías y hermandades, que en la sociedad de la que formamos parte debemos erigirnos no solo en asociaciones que promuevan la fe, que mantengan ricas tradiciones y que catequicen en las calles, mostrando en celebraciones y procesiones su valioso patrimonio histórico artístico, su imaginería y sus magníficos enseres y objetos litúrgicos, sino que además debemos ser verdaderos motores de ayuda social: convertirnos en actores de la ayuda a todos los que lo necesitan en nuestra sociedad. Podemos, y sobre todo debemos, ser ejemplo, ante la sociedad civil, de que la Iglesia está más viva que nunca y que podemos contribuir, como tantas ONG, a cubrir necesidades básicas de quienes más padecen y sufren la principal pandemia del siglo XXI: la soledad y la desesperación.

 

Sirva como un ejemplo más, de entre estas entidades, en Canarias, la Esclavitud del Cristo de La Laguna, que ha iniciado desde hace años un camino hacia esta reconversión, para no limitarnos acompañar por las calles en Procesión (como hacemos con devoción y orgullo) a nuestro Cristo Lagunero en Semana Santa y en las Fiestas del Cristo en septiembre, sino implementando y ejecutando también una serie de actuaciones que han dado magníficos resultados: contribución con material sanitario/higiénico y acompañamiento y cariño a los ancianos (muchos sin familia y sumidas en un triste final de vida) en los llamados “asilos”, en concreto en el Hogar del Cristo de La Laguna de las Hermanas de los Desamparados, y en el Hogar Virgen Poderosa de las Hermanas de la Caridad; en el apoyo en diversas necesidades a la Residencia de discapacitados de los Hermanos Bethlemitas; en la contribución económica a la construcción del Colegio Fray Luis de la Cruz, para niños sin recursos, en Antigua, Guatemala: o apoyo de necesidades básicas de alimentación a familias en riesgo y con menores a cargo. Y otras contribuciones económicas a Cáritas, o de recursos humanos a diferentes proyectos diocesanos o al Banco de alimentos.

 

Pero no nos engañemos: para ello es necesario contar con fondos, con recursos económicos. Y con las cuotas que paga cada cofrade (que suelen oscilar tan solo entre los 15 y 30 euros al año) no se llega normalmente más que a sufragar los gastos de celebraciones litúrgicas y procesiones. Por ello, deben arbitrase fórmulas imaginativas, que permitan obtener otros recursos económicos para cubrir esas necesidades sociales. Desde la Esclavitud del Cristo de La Laguna hemos encontrado una fórmula singular, en la cesión de uno de nuestros terrenos a una empresa funeraria, para que con la explotación de salas-velatorios podamos obtener una renta anual que nos permita llegar a cubrir cada vez más necesidades. Y ya está dando sus frutos, y resolviendo muchos pequeños problemas, y necesidades básicas. Se trata de ser imaginativos, de “arrimar el hombro” y de trabajar, para encontrar nuevas vías de financiación que hagan realidad el cumplimiento de uno de nuestros fines: el caritativo-social.

 

Y ese es el camino que, durante todo el año, creo que debemos andar la Esclavitud del Cristo, las hermandades, cofradías y órdenes religiosas, para hacer patente ante la sociedad civil que las entidades de la Iglesia (tan injustamente atacada muchas veces, y sin información la mayor parte de ocasiones) están vivas y sienten suyos los padecimientos y necesidades de las personas más vulnerables de nuestra sociedad. De todo ello y como conclusión, sirva como ejemplo la inconmensurable y magnífica obra que Cáritas despliega, durante todo el año, en todo el territorio nacional, y que llena de orgullo a los católicos.

 

Feliz inicio, en esta travesía, a este atrevido proyecto de información y opinión.

 

Francisco J. Doblas González de Aledo
* Esclavo Mayor de la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Stmo. Cristo de La Laguna
Abogado. Experto en Derecho Europeo y Urbanístico

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