El frente Sur de la OTAN: perspectivas

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Juan J. Pérez Piqueras*

 

En mi último artículo aquí publicado sobre el tema, La OTAN y su Flanco Sur (21.04.2023), finalizaba con este aserto: «Definitivamente el Sahel se ha convertido en el epicentro mundial de la violencia yihadista». Si dejamos aparte la defensa que viene haciendo la Fuerza Conjunta del Grupo de los Cinco del Sahel (FC-G5S), integrada por Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad, ideada para su seguridad cercana y para crear un entorno favorable a su desarrollo económico, será la OTAN (Alianza Atlántica) la que tendrá que tomar el mando para combatir a un enemigo difícil.

 

El actual concepto estratégico de la OTAN procede del adoptado en Lisboa en 2010, que buscaba un equilibrio entre las clásicas tres funciones básicas: la defensa colectiva, la gestión de crisis y la seguridad cooperativa. Se inspiraba en la experiencia adquirida recién acabada la Guerra Fría, en 1999, con la caída de la URSS, una época marcada por la supremacía militar y tecnológica del Mundo Occidental.

 

Sin embargo, no se tuvo en cuenta que aquellas grandes potencias, la citada Rusia exsoviética como la emergente República Popular de China, podrían haber sido integradas en un Nuevo Orden Internacional Emergente (EEUU, Japón, China, Rusia y Alemania) con el consiguiente «equilibrio multipolar», que quedó en el imaginario colectivo.

 

Se perdió esa oportunidad y el resultado fue que la supremacía militar y tecnológica de Occidente, dirigida por los EEUU, cabeza visible de la OTAN, emprendieran ambiciosas campañas fuera de su territorio, aprovechando las operaciones de «gestión de crisis» y las iniciativas de «seguridad colectiva» para ampliar ese orden internacional regulado fuera de sus fronteras.

 

Pero todo tiene un final, algo que no fue previsto por este preeminente Mundo Occidental, la reacción lógica de estos otros mundos: el de la actual Federación de Rusia y la República Popular de China. El primero, en 2008 provocó la guerra contra Georgia, en el Cáucaso, con las anexiones de los territorios de Osetia del Sur y Abjasia, y en 2014 la invasión de Crimea. Y el segundo, el auge estratégico y su creciente influencia en Asia Oriental y resto del mundo.

 

Sin embargo, lo que ha tenido mayor impacto para tensionar el clima sobre los equilibrios geopolíticos y estratégicos actuales, ha sido la miopía impropia de los servicios de inteligencia occidentales y no tener prevista la invasión de Ucrania, como ocurrió en febrero del año pasado. Algo incomprensible. Una guerra que viene a condicionar todo el concepto estratégico de la OTAN.

 

La importancia estratégica de la región del Sahel exige un esfuerzo a largo plazo, sobre todo tras la derrota de las fuerzas europeas lideradas por Francia, la nación que las había colonizado. Ya cité anteriormente la extensión del terrorismo yihadista conquistado y su expansión a los países del Golfo de Guinea, alimentado por el islam político de ambas tendencias, tanto Al Qaeda como el Estado Islámico o Dáesh, donde mantienen su pugna armada por controlar mayor territorio, derrotar al adversario y alcanzar la supremacía global.

 

El peligro de este enemigo ya lo hemos sufrido. Los atentados yihadistas se han extendido por todo el mundo, contra naciones musulmanas «corrompidas», otras religiones o el mundo laico. En Europa, desde el atentado sufrido en Madrid el 11 de marzo 2004 (explosivos en trenes, con 193 muertos) son catorce atentados más.

 

Los de mayor repercusión fueron: Londres, el 15.07.2005 (4 explosivos transporte público, 52 muertos); París, el 07.01.2005 (Charlie Hebdo, 12 muertos) y el 13.09.2015 (ataques suicidas, con 130 muertos); Bruselas, el 22.03.2016 (dos ataques, 35 muertos); Niza, el 14.07.2016 (Día Nacional, atropello 86 muertos); Berlín, el 19.12.2016 (atropello masivo, 11 muertos) y Cataluña, en Barcelona y Cambrils, el 17.08.2017, (atropello masivo, 16 muertos).

 

La crisis actual surge hace más de diez años, en marzo de 2012, coincidiendo con los movimientos revolucionarios populares conocidos como la Primavera Árabe, cuando se produce un golpe de Estado del ejército maliense contra su gobierno, al considerar que éste no había hecho frente con eficacia a la nueva rebelión de los independentistas tuareg en el norte del país, donde fundaron el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), muy activo entonces en su vecina Argelia, consolidando así una base operativa del islamismo salafista y de sus satélites.

 

Y han pasado más de diez años donde la comunidad internacional ha participado en Mali y parte del Sahel con diversas misiones de ámbito militar, de formación y adiestramiento de sus ejércitos y fuerzas de seguridad, y civil, a su desarrollo económico y la gobernanza de sus estados.

 

Pero estos últimos años la situación ha cambiado totalmente tras los dos golpes de Estado sufridos en Mali, en 2020 y 2021, que vino a frustrar la transición democrática prometida y fue la causa principal para que Francia, su potencia colonizadora, retirara sus fuerzas armadas desplegadas allí, entrando posteriormente los mercenarios rusos del Grupo Wagner.

 

Precisamente, cabe recordar las palabras dichas por el Almirante Teodoro López Calderón, nuestro JEMAD, ante la Asamblea de la OTAN en Madrid el año pasado, sobre la «técnica del golpe de Estado» que ha venido empleado el citado Grupo Wagner, que «se va expandiendo a base de desestabilizar un país, propiciar el golpe de Estado y después ofrecerse a las nuevas autoridades para ayudarles a restablecer el orden que ellos mismos habían contribuido a romper».

 

Y en Burkina Faso, la actividad yihadista comenzó en 2015 procedente de sus vecinos malienses, siguiendo un proceso similar. En ocho años, esta insurgencia ha provocado más de diez mil muertos y unos dos millones de desplazados internos.

 

La Alianza Atlántica tendrá que hacer frente a varios enemigos, a las dos guerrillas yihadistas citadas y a los grupos de mercenarios rusos del Grupo Wagner, desplegados en Mali y Burkina Faso. Y un tercer objetivo de mayor dificultad, taponar e impedir la entrada continuada de nuevos yihadistas experimentados a través de Libia, país en guerra fratricida, declarado Estado fallido, que proceden de Siria, de aquella guerra inacabada.

 

No obstante, pienso que las soluciones tácticas y estratégicas para el empleo de la OTAN en el Sahel no están definidas. Sí habrá una nueva reunión de los ministros de defensa y los estrategas de los 31 países que forman esta alianza, para concretar los planes nacionales y regionales y revisar estrategias a seguir en una reunión de «alto nivel», que será decidida en la Cumbre de Vilnius, en Lituania, los días 11 y 12 de julio próximo, donde, se supone, tendrán que acordar, también, una estrategia a aplicar en este difícil Frente Sur.

 

El enemigo lo tenemos ahí, cerca de nuestras costas peninsulares y canarias. De estas últimas tan solo distan unos 850 km. del Sahel.

 

* Juan José PÉREZ PIQUERAS

Coronel de Infantería E.T. (Retirado)

Técnico superior de Inteligencia Militar.

Diplomado en Análisis de Yihadismo por la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla.

Miembro de la Tertulia Cívico-Militar ‘Carlos Ramos Azpiroz’

Miembro de la Asociación Española de Militares Escritores.

 

 

Santa Cruz de Tenerife – Islas Canarias – ESPAÑA

1 de junio de 2023.

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