El manejo de la información
como herramienta política

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Juan Antonio Molina Cruz *

 

En la sesión de control al Gobierno del 16 de junio, Gabriel Rufián, miembro del Grupo Parlamentario Republicano, portavoz en el Parlamento de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), realizaba una pregunta que, sin duda, se antoja como una de las piedras angulares de la práctica política en la actualidad: “¿Alguien es realmente libre si no está bien informado?”

 

Son muchas las razones que me separan de la ideología que enarbola este valiente parlamentario, pero no por ello dejaré de reconocer que resulta instructivo e interesante escuchar, de vez en cuando, al Sr. Rufián.

 

La acertada reflexión que realizó en torno al método de analizar la forma en la que se gestiona la información a través de los medios de comunicación, viene a colación de una interpelación al Gobierno, en la que, aunque resulte curioso, es víctima de su propio discurso ya que, de manera premeditada, hace uso de esta disertación para cargar contra una determinada ideología, la ultraderecha, la cual delimita de manera siempre reiterada, como todo aquello que se encuentra allende del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a quien denota como el partido más moderado dentro del espectro ideológico válido en su mundo ideal.

 

Es procedente reconocer, al menos, el acierto categórico del meritado parlamentario, al señalar el modo en el que los ciudadanos tienen acceso a la información como una de las principales amenazas para la libertad del individuo, al incidir de manera determinante en la formación de la voluntad de quien recibe una ingente cantidad de datos, con una línea argumental predeterminada y con propósitos concretos.

 

Sin duda alguna, la percepción de la realidad política del país, se distorsiona prácticamente con cada segundo de televisión, radio o cualquier línea en la prensa escrita. Es una suerte de aplicación práctica del conocido mito de la caverna, donde los ciudadanos sólo tienen acceso a esos ruidos y sombras que hacen imaginar la realidad que se esconde tras las paredes de las instituciones públicas, en los despachos de jefes de gabinete o quien sabe si en algún bar o restaurante.

 

Existen algunas temáticas que, por su peculiaridad, no son tan susceptibles de la erosión divulgativa de los medios de comunicación, tales como los sucesos, lugar en el que la avidez por dar el dato más sorprendente, escabroso o maquiavélico, no da lugar a aderezar convenientemente la información para su mutación propagandística. En ese tipo de ámbitos, la inmediatez, incluso la anticipación o interpretación futurista, se convierte en el principal de los objetivos.

 

Sin embargo, la información en el ámbito político discurre por un cauce sustancialmente divergente, en el que existen verdaderos maestros chef, en el que las noticias se cocinan a fuego lento, correspondientemente condimentadas hasta límites insospechados, para servir a la causa preestablecida, que no es otra que crear combinaciones sabrosas, consistentes, pero, sobre todo, apetecibles al público que lo consume.

 

En muchos casos, no se trata de ser preciso o ensalzar el sabor de la materia prima, al natural, sino de generar que cualquier asunto, por mediocre que sea, devenga en útil a la causa, la generación de una figuración de la realidad que sirva para convertir en héroes o referentes a políticos anodinos que, con frecuencia, cuentan con poca experiencia o preparación, entendiéndose esta última como inteligencia, capacidad de entendimiento, empatía y, en general, los valores superiores que debemos esperar de una persona que se entrega como servidor público.

 

De manera inequívoca, esto tiene su génesis en el marco presupuestario de las instituciones públicas, que sirven para blindar las posibilidades de quienes se encuentran al frente de cada Gobierno en cada Administración, para perpetuarse en los puestos que ocupan, haciendo uso de las partidas destinadas al ámbito publicitario.

 

Resulta curioso que los asientos contables son notoriamente cristalinos al expresar los fines que se persiguen, ya que, normalmente, se denotan como “Publicidad y propaganda”. De este modo, toscamente se disimula que, tras la voluntad de publicación de las novedades institucionales, se refugia una campaña de propaganda en beneficio de los titulares de cada concejalía, consejería o ministerio.

 

Normalmente, se puede identificar la línea editorial de cada medio de comunicación, pero, ¿realmente tiene que ver exclusivamente con el ideario de los periodistas de tal medio?

 

Rebus sic stantibus, buena parte de la financiación de los medios de comunicación, basan su viabilidad en los ingresos derivados de estas acciones de publicidad y propaganda que durante las cuatros anualidades de cada mandato, provienen de los mismo partidos políticos, de manera arbitraria de quienes están al frente de cada Gobierno, pudiendo seleccionar los medios que son “más adecuados” para la publicidad de la actividad institucional, sin que haya un reparto equitativo e igualitario entre tales empresas, algo que, ciertamente, puede tener una incidencia determinante en el momento de determinar la línea editorial, qué asuntos abordar o cómo abordarlos.

 

Volviendo a las palabras del Sr. Rufián, sobre la posibilidad de ser libre si no se está bien informado, habría que dar un paso adicional y cuestionarse si es posible estar bien informado y cuál podría ser la herramienta para alcanzar tal objeto.

 

¿Es posible que en democracia no exista la libertad para formar una voluntad u opinión sin que se encuentre sesgada por desinformación, bien sea por mentiras o por verdades a medias?

 

Pues, desgraciadamente, eso parece. El parlamentario aseveraba que información es aquella en la que alguien denunciaba las atrocidades de Hitler y que no debe entenderse como información, aquella en la que el propio Hitler se limitara a negarlo.

 

Lo cierto es que, en nuestros días, sigue produciéndose la contrarréplica inmediata a cualquier información que provenga de un partido de oposición, una asociación de vecinos o un particular que evidencie un problema, irregularidad e indefensión. En el mismo medio y en un lugar más destacado que en el que se publicó la noticia, con lo que, a veces, un hecho negativo, se convierte en una excusa para mitificar al responsable de una acción u omisión y para guillotinar al mensajero.

 

De hecho, conviene incluso llegar más lejos porque algunos medios ya optan por no dar pábulo a la voz de quienes no manejan los presupuestos, relegando al más sangrante ostracismo a los disidentes del régimen impuesto en cada lugar. Esto dinamita cualquier atisbo de libertad porque impide siquiera que aquellos más avezados que quieran consultar diversas fuentes de información puedan acceder a la pluralidad de criterios o visiones y tengan que asumir el discurso monopolístico de quien domina la opinión pública.

 

Decía Kofi Annan que “la información es liberadora” pero, si la información no es libre, si no tiene contraposición de ideas, se convierte en un ideario, convirtiendo a quienes la reciben, en militantes de quienes dominan el relato, convirtiendo a los relatores en armas de la propaganda.

 

*   Juan Antonio MOLINA CRUZ

Concejal del Excmo. Ayuntamiento de La Laguna

Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna.

Máster Universitario en Dirección y Administración de Empresas por la Universidad Europea de Canarias.

Máster en Dirección de Recursos Humanos, por la Universidad de Burgos.

Máster en Asesoría Fiscal, Laboral y Contable por la Universidad Europea Miguel de Cervantes.

Abogado por cuenta propia.

Árbitro de Baloncesto en activo con ocho años de experiencia en categorías nacionales de la Federación Española de Baloncesto.

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