EL MONÓLOGO / 093
Malos tiempos para los Medios

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Por Pepe Moreno *

 

Quiero hablar esta semana de cómo se está fabricando una verdad que ni siquiera es media y en la que tienen mucho que ver las redes sociales, esas plataformas que hoy son más compartidas de lo que realmente se escribe, se dice o se relata con imágenes en las que siempre hemos contado la actualidad. La pandemia ha servido para que los bulos corran más por todas las arterias de la comunicación y de eso hay ejemplos en los que podemos apoyarnos para acreditar todas estas informaciones.

 

La gente joven de hoy se “informa” más por las redes sociales que leyendo los medios de comunicación de los de toda la vida, aunque bien es cierto que hoy la edición digital de todos esos medios es de pago y es casi imposible ir más allá del simple titular, y que casi nadie se percata que la simple lectura de esos enunciados no es suficiente para conocer todos los detalles de esas informaciones. Todo está medido. El tiempo del vistazo que empleemos está medido y aparece una línea que se va consumiendo a medida que avanzamos por el texto. Así, los registradores de esas páginas pueden saber si estamos dispuestos a tener todos los datos o si nos quedamos solo con lo que se dice en los primeros párrafos.

 

Por ejemplo, hemos asistido en los últimos días a un mensaje de video enviado desde una plataforma de mensajería instantánea, en el que un presentador de televisión de Antena 3, Manu Sánchez, se encara con los políticos de todos los partidos, aunque sin citarlos, por tomar por tontos a los españoles en referencia a la pandemia. Tiene su aquello lo de este comunicador porque podría haber citado perfectamente a las personas a quien se refería, principalmente Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, ya que lo hacen todos los días del año para defenestrar o alabar.

 

Es curioso que casi nadie lo vio en directo. Nadie hace referencia a que vio ese informativo, pero como animales grupales reenviamos la declaración del periodista que relata en primera persona lo que le sucedió durante su confinamiento al descubrir que era positivo tras una prueba propia y particular. La estupidez de todos estos políticos que denunciaba Manu Sánchez no es mucho mayor que la estupidez de los medios de comunicación en general, esos que ya han abandonado la postura editorial, y que ofrecen la que vierten sus profesionales con la ausencia de una actitud sólida del medio. Y es que no por ser mil veces repetida una mentira acaba por parecer verdad.

 

Esta es una de las razones por la que los medios de comunicación tradicionales están perdiendo la batalla de su influencia en la sociedad. Se pierde la confianza porque estamos asistiendo a los posicionamientos políticos de esos instrumentos mediáticos. Hoy sabemos a quiénes obedecen todas las cabeceras y con quien comparten mesa y mantel. Esto nos lleva a conclusiones como que, sin la colaboración de los medios de comunicación, el mayor aparato ideológico en el Estado, la clase política no sería como es, ni actuaría como actúa. Eso por no hablar de que esos medios, en su mayoría, están comprados por los mismos partidos y élites económicas a las que ahora critican.

 

La aparición de plataformas como Facebook permiten que lo que en principio era un lugar para contactarse entre amigos se convirtiera, con el paso del tiempo, en un sitio para poder comunicarse de manera masiva. Posteriormente se fueron agregando las opiniones de las personas que interactuaban con esas informaciones y así, los lectores pasaron a ser usuarios que comentaban los hechos. Como consecuencia el resultado final tiene poco que ver con lo primero que se publicó. Dicho en otras palabras, este fenómeno da lugar a unas comunicaciones en las que el receptor recibe y reacomoda la información en función de sus posturas filosóficas y culturales para reenviarla dando su punto de vista sobre los hechos.

 

Por supuesto que esto es así debido a la conciencia de que todos los individuos son libres e iguales y tienen el derecho a dar su opinión, pero entonces aquel viejo principio de “los hechos son sagrados y las opiniones libres” deja de tener vigencia para dar paso a una nueva manera de ver esos hechos, trufados de mucha sentencia particular y de nula objetividad. Las nuevas tecnologías ocupan un lugar muy importante dentro de nuestro sistema, porque internet, hoy en día, nos permite estar conectados cuando y donde queramos y las redes sociales han tenido gran influencia en esta revolución, ya que ocupan un lugar muy importante para que estemos relacionados constantemente.

 

Y eso es lo que tenemos hoy en día. Un extraño fenómeno en el que tiene mucho que ver la manera de ser y el pensamiento de cada uno, antes que lo que de verdad ha sucedido. Hoy todos nos hemos acostumbrado a pensar menos y a que sean los gobiernos -las personas que los conforman- los que lo hagan, que nos saquen de los apuros e incluso que legislen para que las decisiones que tengamos que tomar estén regulados por normas que pesan y que nos marcan los caminos en los que tenemos que revolvernos.

 

Ya no sirven las medias tintas. Si crees que las vacunas contra la COVID tienen muy poca vigencia y que te niegas a ponerte una dosis cada seis meses, generalmente te califican de negacionista, y no es eso. Tú confías en el poder de una vacuna, pero estás en contra de que tengan tan poca validez, que las grandes farmacéuticas sigan facturando a tu costa y que nos convirtamos en una especie de laboratorio que no sabe que efectos secundarios tendremos en el futuro. Ya vamos por la tercera dosis, y es muy posible que antes del verano que viene tengamos que acudir a una cuarta que nos seguirá, teóricamente, protegiendo de un virus que aún no sabemos a ciencia cierta de dónde salió.

 

Por eso hoy en día en más importante el mensaje reenviado que las informaciones que podamos encontrar en ese infinito mundo de la conexión, además, y paradójicamente, se ha simplificado tanto que cualquiera que discrepe de esas “verdades” es un anti algo. Por eso no eres negacionista, pero es muy posible que esa actitud solo sea contra tanto bandazo institucional, de tanta dosis, de unas normas tan rígidas que están destruyendo todo lo que tratábamos como mundo conocido. Ni las Navidades son como antes, ni los fines de año, ni los carnavales ni los espectáculos de masas.

 

No quieren y no queremos juntarnos, tampoco que seamos muchos en lo que sea -un restaurante, una discoteca, un casino o una fiesta particular- es como si las nuevas normativas quisieran distanciarnos y que seamos unos pocos, por aquello que es mejor a la hora de imponer otras normas. Apelan a algo tan innato en el ser humano como es el miedo, que se convierte a la vez en limitador y beneficioso por igual, el miedo ha sido el culpable de guerras e incultura, y a la vez, inspirador de arte y colaborador para nuestra supervivencia. El miedo, comenzó siendo algo positivo en las sociedades prehistóricas, que salvaguardaba a nuestros antecesores de peligros como los depredadores, las inclemencias del tiempo y demás amenazas, colaborando así en la supervivencia de la especie.

 

Y por eso hoy todo gira en torno al miedo que tenemos. Los medios de comunicación nos hablan todos los días de la cantidad de contagiados, de los fallecimientos por la COVID y de que si no estamos vacunados tenemos grandes posibilidades de que acabemos así. Pero también están las redes que contribuyen a lanzar mensajes contradictorios sobre todo lo que nos rodea, de ahí que hoy no haya una verdad absoluta y que los “mass media” de hace unos años se hayan convertido en una caricatura de lo que fueron. Es más fácil ir a una red social que a un medio de comunicación tradicional y de estos últimos siempre vamos a tener la sospecha de que están manipulados por las altas finanzas en las que están esas farmacéuticas de las que hablaba antes.

 

Además, los que están en contra de esos mensajes ya se están ocupando de segarle la credibilidad con escritos en los que se pone en entredicho la honorabilidad de sus conclusiones. Ya no pensamos y para eso tenemos a las redes sociales que lo hacen mejor que nosotros. Y no he hablado de los influencers, unos personajes que viven gracias a la legión de seguidores que se ven reflejados y que reenvían sus opiniones en vez de pararse a plasmarlas personalmente.

 

Por eso está tan mal el mundo de los medios de comunicación y por eso hoy todo está dividido en gente a favor o en contra, de izquierdas o de derechas, de contigo o contra ti, de “likes”, de darle a un “me gusta” hasta para los que comunican que alguien cercano ha muerto, o de aquellos que tienen el dedo tan acostumbrado a reenviar que se equivocan de gente a las que quieren hacer llegar sus mensajes. Lo dicho, no son buenos tiempos para dedicarse a esto de contar historias que conformen el devenir diario.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 15 de enero de 2022.

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