EL MONÓLOGO / 099
Lo de Ucrania supera a lo del PP

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Lo de Ucrania supera a la guerra en el PP

 

 

Por Pepe Moreno *

 

 

Estaba pensando escribir sobre el PP, pero en la madrugada del jueves comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania y todo lo demás puede quedar como demasiado superfluo como para detenerse a opinar sobre ellos. Por ejemplo, el jueves por la mañana asistíamos a la cancelación de todo lo que iba a pasar en La Palma. Ni reunión de presidentes, ni homenajes a la sociedad palmera ni nada de nada. No está la situación mundial para este tipo de encuentros y todos nos quedamos mirando las conexiones que tenemos para saber que está pasando al otro lado en lo que antes conocíamos como telón de acero. Ha comenzado una guerra, con todo lo que ello supone, y eso puede traer unas consecuencias imprevisibles para todo el mundo.

 

Por eso digo que todo ha quedado en un segundo plano. Por ejemplo, el pasado jueves por la mañana los periódicos no reflejaban lo que estaba pasando. A las tres de la mañana Vladimir Putin dio la orden de invadir Ucrania y desde ese momento, la vieja Europa no sabe cómo reaccionar. Tenemos una Alemania con un canciller sin tanta prestancia como Ángela Merkel, un Reino Unido en el que Boris Johnson no es lo mismo que un Winston Churchill en su época, y una serie de incertidumbres para el mundo que conocemos hoy. Nos toca esperar, pero no se me cae del pensamiento.

 

Aun así, qué semana llevan los del PP. Hay que ver cómo se las han ingeniado para convertirse en el centro de cualquier conversación y no precisamente por hacerlo bien. Yo digo que no es que se hayan “pegado un tiro en el pie”, sino que se lo han dado en la sien, casi en un intento de acabar con todo lo creado, políticamente, en los últimos años.

 

Un partido político que no ha levantado cabeza después de que fuera condenado por corrupción, que esa sentencia fue la excusa perfecta para que se presentara y triunfara por primera vez en la historia democrática de este país, una moción de censura y derrumbara a un gobierno que en ese momento presidía Mariano Rajoy. Un presidente que prefirió seguir de copas la tarde de la votación que asistir a la caída de una forma de hacer las cosas. Un PP que había gobernado gracias a la abstención de algunos socialistas porque estábamos abocados a unas terceras elecciones generales en el plazo de pocos meses.

 

Bueno, pues se fue Rajoy y los que quedaron se enzarzaron en una danza para embobar al resto. Y de ahí surgió Pablo Casado, el presidente del PP que en estos días no ha sabido cómo marcharse, con un secretario general, Teodoro García Egea, que tenía más dotes de grandullón de patio que de persona que entiende que estamos en una sociedad interdependiente en el que todos nos vamos a necesitar en un momento o en otro.

 

¿Cómo empezó todo? Casi nadie lo recuerda. Hace solo pocos días en que Pablo Casado denunció que un hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid se lo había llevado crudo en plena pandemia, en concreto 286.000 euros, por traer mascarillas de China. Un botón de guerra total que apretó el aparato de Génova para desactivar y acabar con Isabel Ayuso, dados los recelos que ella provocaba en el seno del partido, teniendo de su parte el escándalo de las facturas. Pero lo que no supo ver el presidente del partido es que los barones concluyeron rápidamente que él, desde su debilidad como un dirigente sin apoyo interno ni en la calle, no podía ganar esa batalla.

 

Casado siempre pensó que el partido apostaría por él, no comprende que entre el denunciante de un caso de supuesta corrupción —él— y la denunciada —Isabel Díaz Ayuso—, todo el partido, y en especial los barones más destacados, hayan optado por destituirlo a él antes de pedirle explicaciones y responsabilidades a ella. En el entorno de Casado, cada vez más pequeño, están desconcertados al ver que el escándalo de posible tráfico de influencias del hermano de la presidenta —a pesar de que este martes la Fiscalía inició una investigación— ha quedado totalmente en segundo plano frente a la descomunal presión para que dimita el líder. Lo nunca visto, una derrota por KO del denunciante frente al denunciado.

 

Estaba el hombre convencido de que podría ganar la batalla definitiva contra la que fue su amiga, un invento político suyo, ya que nadie apostaba por ella en 2019. Había escuchado a todos los barones hablar mal de ella, especialmente durante la pandemia. Fuera de Madrid, Ayuso no tenía ningún apoyo orgánico. Pero los llamados barones han optado por echar a Casado antes que respaldar una guerra contra Ayuso de éxito muy incierto, dado su enorme apoyo social y poder indiscutible como presidenta de la institución más potente en manos del PP.

 

Me lo contaba un dirigente de manera muy pragmática: “Había que elegir, y es mucho más fácil destituir a un líder de la oposición sin poder que a una presidenta de la Comunidad de Madrid que acaba de arrasar en las elecciones”. En el PP los que mandan han querido dejar el escándalo en un segundo plano, aunque varios dirigentes señalan que el asunto aún tendrá recorrido y es posible que en el futuro le complique mucho la vida a Ayuso. Pero ahora había otra prioridad, que era salvar al PP de una guerra que Casado no sabía ni podía ganar.

 

A todas estas, recordemos que la llegada de Pablo Casado a la presidencia del partido fue porque se aprovechó de la división entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal y no por ser el más votado por las bases. Bueno pues eso es lo que le ha llevado a pensar que si Ayuso, a la que él veía como su auténtica rival interna, le planteaba un pulso, él podría ganar sin problemas entre la militancia en un congreso. Pero su gestión de la crisis y su debilidad progresiva, además de una desastrosa gestión interna de su secretario general, peleado con casi todos, le ha ido alejando de la militancia. Sin barones ni bases, Casado no podía aguantar mucho tiempo más.

 

Cuentan algunas fuentes que la reunión de la noche del miércoles al jueves fue a cara de perro y que incluso hubo temores de que se estuviera “retransmitiendo” para los medios de comunicación. Hubo miedos a que Feijóo fuera un presidente que naciera muerto por un dedazo y que no había argumentos para que Casado dimitiera y dejara al partido en manos de alguien que no pasado por un congreso, y que todo esto podría poner en precario lo que se había gestado.

 

Una de las personas presentes me contaba, a posteriori que no se podía dar la imagen de un partido político descabezado ni que las prisas por nombrar a alguien llevaran a que el escogido no tuviera el respaldo de una decisión reposada. Son las cosas de hacer cumplir con un protocolo que está recogido en el articulado de una formación política seria. En mi opinión se han comportado con Casado y con García Egea peor que lo que hicieron en su día con Hernández Mancha y García Tizón, aunque entonces no había tantos medios de comunicación ni tanta gente demandando una respuesta.

 

Pablo Casado ha conseguido tiempo y el PP tendrá que ver cómo se enfrenta en este tiempo al Partido Socialista en el Congreso de los Diputados o el Senado, lugares en los que no está el mandatario supremo del principal partido de la oposición. ¿Cómo lo harán? ¿Lo que diga Cuca Gamarra, la actual portavoz, será lo que diría Núñez Feijóo si estuviera en la bancada popular? Nunca lo sabremos, aunque parece que este capítulo de la crisis del PP aún está por escribir y la verdad es que hablar de estas cosas con una guerra que no ha hecho más que comenzar no parece que tenga mucho interés. ¿O sí?

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 26 de febrero de 2022.

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