EL MONÓLOGO / 101
Después de la pandemia, la guerra

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Por Pepe Moreno *

 

 

El mundo ha entrado en guerra y estamos viendo imágenes que nunca habíamos previsto que pudiéramos volver a vivir, con víctimas de bombardeos tirados en la calle, con niños escondidos en túneles que les protejan de los misiles y de artefactos que explotan en sus ámbitos más domésticos, cadáveres de soldados, hospitales derrumbados con cientos de inocentes bajo sus escombros, muertos que se tiran a una fosa común y miles de refugiados que cruzan las fronteras más próximas, poniendo tierra de por medio ante el avance de unas tropas que parecen llevarse por delante todo lo que se encuentran a su paso. Nunca nos imaginamos que íbamos a ver columnas de soldados atravesando campos, eso sí ataviados con mascarillas, de un territorio ocupado, bombardeos, fusiles empuñados, mujeres y niños huyendo…

 

Este conflicto bélico ha provocado un incremento en los precios e incluso el racionamiento de algunos productos. Estamos asistiendo a una escalada de precios nunca visto. Por ejemplo, por primera vez en la historia de las islas, la gasolina ha subido varias veces en un mismo día a consecuencia de la guerra de Ucrania, que ha llevado al crudo al valor más alto en 14 años. Este fenómeno se dio por primera vez el pasado martes cuando las estaciones de servicio amanecieron con un precio al alza respecto al día anterior y que además fue revisado con otro incremento por la tarde. Así, el lunes numerosas estaciones de gasoil de las islas ofertaban el precio del litro a 1,169 euros; el martes por la mañana se elevó el precio a 1,199 euros y por la tarde, se revisó e incrementó a 1,229. Niveles nunca vistos.

 

Y uno se pregunta si esos combustibles ya fueron comprados a un precio y están estocados ¿por qué suben de precio cuando están en el depósito de las gasolineras? ¿A qué bolsillo van? He estado indagando en todo esto y casi llego a la conclusión de que, nosotros, los ciudadanos, somos los que estamos pagando los avatares de un conflicto entre países. Porque no debemos olvidar que el veto impuesto por Estados Unidos y el Reino Unido al petróleo de Rusia es, según los entendidos, la razón de que se produzcan varios incrementos en un solo día. ¿Y qué tenemos que ver nosotros, los canarios, en este asunto si no compramos ni crudo ni gas en esos mercados?

 

Estos países, insisto Estados Unidos y Reino Unido, tendrán que buscar petróleo en otros mercados, pero esos productores no han aumentado su capacidad ni tampoco tienen previsto que crezca la oferta, con lo que, ante la perspectiva de escasez, los precios están tensionando el mercado. Dicen los economistas que “nunca antes se había producido esta situación, en la que cada compañía cambia los precios cuando quiere. Lo habitual, hasta ahora, era un día a la semana, pero desde que estalló el conflicto asistimos a cambios todos los días y a veces, como el martes, varias subidas en una misma jornada”. Esto nos está llevando a una situación desconocida y de consecuencias impredecibles.

 

Haciendo casi la cuenta de la vieja podríamos decir que desde enero y hasta ayer todos los combustibles han subido de media 40 céntimos el litro. De este total, la mitad, 20 céntimos, es el repunte en solo 15 días de conflicto bélico, por lo que esta subida supone que llenar el tanque medio de un vehículo de 65 litros sale hoy casi 30 euros más caro que en enero de este año. No debemos olvidar que son los grandes operadores los que marcan los precios de referencia a las estaciones de servicio y éstas son libres de poner su propio precio en función de los márgenes que quieran obtener. Sin embargo, pese a esa libertad el precio de la gasolinera no difiere mucho del que marca el operador para no perder clientes.

 

La consecuencia es que desde que empezó la escalada alcista de las gasolinas con la guerra de Ucrania, ponemos menos combustibles en los coches, y por tanto limitamos los desplazamientos o nos organizamos para compartir vehículo. Sin cifras concretas, las estimaciones apuntan a un recorte de hasta un 10%.

 

Esta guerra y sus consecuencias ha llegado a las estaciones de servicio cuando aún no se habían recuperado de la caída de las ventas de la COVID-19, que se estimaban en un 25%. Y la eterna pregunta de los consumidores en estos entornos de subida del petróleo es ¿por qué los incrementos siempre se ejecutan de forma rápida, mientras que las bajadas son mucho más lentas? Los grandes operadores lo achacan a la tensión en el mercado y al encarecimiento de los precios a nivel internacional mientras que otras fuentes, como el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y experto en el sector, Juan Luis Jiménez, lo achaca a la falta de competencia.

 

Por otro lado, tenemos la subida de la luz. Desde que comenzó este conflicto se está generando en Europa un gran impacto en los precios de la energía como el gas, el petróleo, la gasolina y la luz alcanzando niveles de récord históricos. En estos momentos, tal y como está concebido el mercado energético, son los demandantes de energía los que establecen sus necesidades en el mercado y después los productores ofrecen la electricidad que pueden generar al precio más bajo posible. Es aquí donde se genera una especie de subasta a la inversa ya que el conjunto de la energía se abonará al precio más alto que se haya ofrecido. De este modo, aunque una renovable pueda ofrecer su energía casi regalada, la cobrará al precio más elevado del ‘pool’, que suele ser el que en ese momento tenga el gas.

 

Si repasamos las estadísticas, antes del conflicto, Europa ya pasaba por un momento de escasez de gas natural pues en julio de 2021 las reservas se situaban en un 50 % menos de las registradas en 2020, a medida que Asia aumentaba su demanda y Rusia estrangulaba la oferta. Esta situación provocaba que los precios comenzasen su aumento, ahora imparable, ayudados por un encarecimiento de los derechos de emisión de CO₂ y de menos porcentaje de renovables en el mix energético. Por tanto, el conflicto solo ha sido la gota que ha acabado por colmar el vaso. Esta misma semana los líderes de la Unión Europea discutían una medida, que España ya había planteado desde hace tiempo y que hasta hace poco parecía tabú, como es la de desvincular el precio del gas al de la energía eléctrica.

 

Lo que es evidente es que la ciudadanía es la que está pagando todo esto. Los precios de la energía descolocan todo el panorama y hacen que la carestía sea mayor en todo. Por ejemplo, ya tenemos los datos del Índice de Precios al Consumo, el IPC, del mes de febrero y ahí vemos que todo se encareció, subiendo un 7,6% en España frente al año pasado, su mayor escalada desde diciembre de 1986. Este es un dato que corrige al alza dos décimas la cifra de hace dos semanas. El repunte de la inflación, impulsada por el encarecimiento de los combustibles, la electricidad y los alimentos, deja muy atrás el avance del 6,1% de enero, aumenta la presión sobre el bolsillo de los consumidores, y amenaza con seguir haciéndolo: el dato solo recoge cinco días de la invasión rusa de Ucrania, iniciada en la madrugada del 24 de febrero. Desde entonces, tanto el petróleo como el gas se han encarecido a ritmo vertiginoso en los mercados internacionales por las sanciones a Moscú.

 

Para que ustedes, amables lectores, se hagan una idea, entre los alimentos a los que se extiende el contagio inflacionista destacan las subidas del aceite de oliva que experimenta un incremento del 30,6%, otros aceites comestibles hasta un 32,3% más, las pastas alimenticias que suben un 19,9%, las harinas y otros cereales un 11,7%, los alimentos para bebés que suben un 10,5%, la carne de ovino y caprino  cuyo precio ha subido un 9,5%, o el arroz y la leche desnatada con un 9,4%, un poco menos ha subido la leche entera (9,3%) o el café, que ahora cuesta un  8,2% más. Ante esos aumentos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recomienda adquirir productos de temporada y priorizar los supermercados más baratos. Según sus cálculos, de este modo se podrían ahorrar hasta unos 1.000 euros al año de media.

 

Como ven todo sube y los sueldos están congelados. ¿A qué nos enfrentaremos en los próximos meses? Pues a un panorama muy desolador. Tendremos que acostumbrarnos a largas esperas en las gasolineras más baratas, al racionamiento de aceite de girasol -muy dependiente de la producción ucraniana- en los supermercados, la amenaza de cierre en las industrias que usan electricidad más intensamente, como peluquerías o locales de restauración. Hay sectores que ya lo están notando, como los dedicados a la pesca, muchos de los cuales han anunciado que no saldrán a faenar por los precios disparados del combustible. Otros se han convertido en la parte más visible de un problema que tiene otras caras menos evidentes, pero igualmente inquietantes, como la de los hogares precarios que se privan de acometer determinados gastos para no salirse de un presupuesto ajustado, que no contaba con sobrecostes a la hora de pagar la factura de la luz, llenar el depósito o realizar la compra.

 

Según afirman algunos economistas, tal vez la menor dependencia rusa por parte de España nos permita sortear los efectos sobre la economía real de esta crisis, pero el mayor endeudamiento relativo que presenta España y el retraso que tenemos respecto al ciclo europeo, nos van a poner en una peor situación en el momento en que los precios de la energía y de los alimentos se trasladen al conjunto de la economía europea. Y así lo advertía la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño cuando dijo en una entrevista de televisión que “la guerra entre Rusia y Ucrania no saldrá gratis económicamente.

 

Estamos en un momento muy difícil y vienen tiempos difíciles». De hecho, según datos de la empresa RateGain, los pronósticos de demanda aérea desde los principales mercados emisores de Europa con destino a Canarias y a Baleares comienzan a registrar un cambio de tendencia a la baja. En este contexto, y teniendo en cuenta el efecto que pueda tener dicho enfrentamiento en la economía en general y en el mercado laboral, en particular, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ya ha dicho que el impacto de la guerra en Europa y en España en materia de empleo «será significativa», pero aseguró que el Gobierno volverá tomar «cuantas medidas sean imprescindibles» para paliarlo.

 

Lo que pasa, y así termino, es que tendremos que tomar medidas, pero que eso no nos amargue, porque lo que está por venir no podremos arreglarlo ni usted ni yo. Así que, preocupaciones, las justas, y a no volvernos locos.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 12 de marzo de 2022.

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