EL MONÓLOGO / 123
Malos tiempos para la información

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Por Pepe Moreno *

 

 

Hace tiempo que quería escribir de cómo nos informamos hoy, de cómo los medios tradicionales están pasando por una crisis de información bastante notable que se está llevando por delante a lo que hacíamos hace poco y que mucha gente ya no acude a esos soportes de información por muchas razones en las que siempre está presente la palabra credibilidad, el coste y hasta la comodidad.

 

He estado investigando y consultando qué pasa hoy con estas premisas, y he descubierto algunas cosas. Por ejemplo, que una encuesta realizada entre el 26 de abril y el 11 de mayo, de este mismo año de 2022, donde se realizaron más de 50.000 entrevistas, los resultaron determinaron que los mayores de 55 años prefieren la televisión para seguir las noticias por encima de las plataformas en líneas, la radio y las redes sociales o blogs. La prensa, periódicos y revistas, ocupan el quinto lugar en la lista.

 

Sin embargo, los más jóvenes dan la vuelta a este dato, ya que el 46 % de los encuestados entre 15 y 24 años prefieren seguir la actualidad a través de redes sociales, plataformas en líneas y blogs. Llama la atención que el 70 % de los usuarios solo está dispuesto a acceder de manera gratuita a estos contenidos o servicios informativos en internet. Pagar por las noticias sigue siendo algo extraordinario.

 

Claro, así nos va a los mayores, acostumbrados a otros usos y modas. Pero la pregunta es ¿por qué sucede esto? Posiblemente hay muchos motivos, pero destacan los relacionados con el hartazgo de información, porque las noticias de hoy les resultan deprimentes o, también destacable, porque no se tiene confianza en las fuentes que hablan en esas informaciones.

 

No obstante, existen datos que diferencian el salto generacional del consumo de información, ya que según este informe el 15% de los jóvenes españoles se informa a través de TikTok. Otro dato de interés es que, de las cabeceras de los medios analizadas, ninguna logra una confianza superior al 50% entre los encuestados. Es más, hay más población escéptica, un 39%, que de la que confía en los medios, un 32%. Con ello, el interés ha caído por completo en la información, un proceso quizá acelerado por los últimos dos años. En 2015 la población española interesada en la información y en las noticias era del 85%, pero en solo siete años ese interés se ha desplomado hasta el 55%.

 

Del total, el 38% de la población asegura que evita cierto tipo de noticias, las más duras principalmente, en España ese porcentaje es de un 35%. La pandemia o la guerra son los temas principales de los medios en los últimos meses y, según el informe, eso podría explicar por qué el consumo de noticias no ha crecido. ¿Por qué pasa esto? El motivo principal que se da es que esas noticias tienen un efecto negativo en su estado de ánimo o a veces los consumidores creen que son informaciones sesgadas.

 

Podemos ver, mirando la encuesta, que aumenta el número de los que perciben a los medios informativos como dependientes de los grupos de presión políticos y empresariales. En concreto, un 61% asegura que las empresas informativas no son independientes ante las presiones políticas y del Gobierno.

 

Asimismo, un 57% señala a presiones empresariales y que los usuarios perciben que la mayoría de los medios anteponen sus intereses particulares (un 56%) o políticos (53%) a los de la sociedad en general. Por tramos de edad, esta percepción es «transversal» a todas las generaciones. Eso sí, los más jóvenes tienen una visión ligeramente más positiva que las generaciones más mayores.

 

No obstante, un sector que crece es el del podcast, el 41% de los españoles asegura que ha escuchado uno en el último mes, colocándose en lo alto de la tabla solo superado por Irlanda, Suecia y Noruega.

 

Y es que todo está cambiando, nuestras formas de leer y de informarnos de lo que pasa en nuestro alrededor, que hoy es el planeta en su conjunto. Pero no le pasa únicamente a la prensa, digamos que general. Las revistas de prensa rosa luchan por sobrevivir. Vamos con algunos datos.

 

Según la OJD, las clásicas, las denominadas gigantes como Pronto, ¡Hola! y Diez Minutos cerraron 2011 con una difusión total de 917.246 ejemplares, 482.288 y 321.045 respectivamente. Diez años después la primera apenas sobrepasó el medio millón, la segunda se ha quedado en la mitad y la tercera está en los huesos, bajo el umbral de las 100.000 copias.

 

Nos dirán que la culpa es de la televisión, que se las ha comido. Nos es del todo la verdad porque los programas del corazón tampoco están en la mejor de sus olas. Ha desaparecido el “tradicional” Viva la vida en Telecinco, TVE comunicó -aunque luego rectificó- la cancelación del histórico Corazón de Anne Igartiburu y la caída de audiencia de Sálvame está más o menos en un millón de espectadores en sus más bajos minutos. Y es que también los géneros están viviendo sus modas, por decirlo en un término que todo el mundo entienda.

 

Pero volvamos a uno de los puntos de los que hablábamos antes. ¿Todo este cambio es porque ahora se prefirieren las redes sociales? Según el portal Statista, en 2018 el 72% de los jóvenes de 16-24 años usó las redes para enterarse de la vida y escarceos de los famosos. ¿Qué demonios es eso de la TV convencional, los periódicos -perdón- y las revistas?, parecen preguntarse los jóvenes.

 

Son ellos, los famosos, los que, vía Instagram, Tik-Tok y demás aplicaciones, los que manejan más que nunca lo que quieren enseñar. Ellos, son los que contrarrestan los rumores que han podido aparecer ofreciendo una intimidad a la que las revistas hoy ya no tienen acceso. Este cambio de medio social ha supuesto también un canje a la hora de trabajar en las revistas, que ya no viven de la publicidad y que ha repercutido en su calidad.

 

Por tanto, a menos ingresos se abaratan otras cosas y los periodistas abusan de las fotos y de los contenidos que encuentran en las redes sociales. Esto ha supuesto, el adiós a los paparazzi y a su profesionalidad. Hoy son sustituidos por fotografías que suben los ídolos de generaciones que hoy tienen 20 o 30 años y que, además, no compran las revistas.

 

Todo se ha ido vulgarizando, por emplear una palabra que resume lo que está pasando. Hemos pasado de Isabel Preysler, producto de la revista ¡Hola! y 50 años en el candelero, a darle una portada a la boda de Marta Lozano, que es una influencer. Y esto es solo un botón de muestra de lo que pasa. Hoy hablamos de los realities de garrafón, de gente que es famosa a toda costa, haga lo que haga.

 

Considera que la televisión es la gran causante de este “problema” porque “ha creado nombres que no aportan nada: Lecturas es una sucursal de Telecinco”. Ahora dicen “date cuenta de que las casas de famosos que se abren ahora en las revistas son de personajes que no están ni en segunda línea: los grandes se niegan a abrir sus mansiones”. ¿Por qué? Porque en buena parte ya consideran que es una degradación.

 

Han cambiado los famosos, pero también el público. Las señoras que antes compraban las revistas querían ver a sus personajes en las bodas, en las alfombras rojas, etc., pero ahora ni siquiera conocen a los influencers que aparecen en las portadas. Y la gente joven, que se identifica con esos monstruos que ha creado la televisión, no lee las revistas.

 

Ni siquiera en el mundo digital tienen futuro porque salvo la página web de ¡Hola!, con una audiencia diaria según el GFK de abril de 2022 de 383.955 y 4.239.878 usuarios únicos mensuales, el resto de las revistas web no acaba de despegar, enfrentadas también a las secciones del corazón de los medios generalistas.

 

Y no hemos hablado de las fake news o las falsas noticias, en las que en esa encuesta que referencié, el 72,1% de la población española confiesa haber caído alguna vez. Más de uno ha confiado en algún mensaje o vídeo con apariencia informativa que finalmente resultaron falsos. Casi todos los encuestados son conscientes del gran problema que supone la desinformación en la sociedad actual, como evidencia que el 91% la considera un ataque a la democracia y estabilidad del país.

 

¿Cómo podemos resumir este artículo? Pues en que vivimos un tiempo de dificultades muy grandes, que los medios están sufriendo una crisis de identidad y de credibilidad y que el público en general hoy no se fía e intenta saber por todos los medios -y nunca mejor empleado el término- y eso lleva a que no se sepa dónde está la verdad o la mentira.

 

La exactitud de las noticias nunca será completa, porque aquello de “los hechos son sagrados y las opiniones libres” hoy está rodeado de visiones y de maneras de ver las cosas que se matizan con las impresiones que captan los periodistas, por eso nada es verdad ni mentira y porque el público, en general, ya no tiene capacidad de análisis para entrever qué hay detrás de todo. Por eso se cometen tantas tropelías en este oficio. Lástima de todo ello, ¿verdad? Seguiremos hablando de esta situación tan peculiar en la información.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 13 de agosto de 2022.

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