EL MONÓLOGO / 128
Un año después
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Por Pepe Moreno *
Por el título ya habrán adivinado que trato de escribir este artículo semanal sobre el primer aniversario de la erupción volcánica en la isla de La Palma, que se cumplirá el próximo lunes. Trescientos sesenta y cinco días después siguen muchas familias en esa parte de nuestro Archipiélago viviendo de la caridad de otros, de la solidaridad de conocidos y familiares que los acogieron en sus casas o en inmuebles vacíos hasta ese momento.
Otros aún viven en los hoteles palmeros. Compartiendo lugares y vivencias con los que visitan la isla bonita en un afán de hacer lo posible para dejarles ingresos en una economía maltrecha por la maldita expulsión de lava que se llevó por delante más de seis mil construcciones en una lengua de fuego que arrasó cuanto estaba en su paso.
Ya ha pasado un año de todo eso. De que viéramos a través de la Televisión Canaria cómo emergía desde las profundidades de la tierra un magma que en ese momento ya nos parecía peligroso por lo que podía llevarse por delante, en un río incandescente como nunca habíamos visto, con una velocidad que asustaba y con un camino que en ese momento no estaba trazado.
Vimos como en un primer momento, los vecinos más cercanos a ese foco tenían que salir corriendo, prácticamente con lo puesto, y poner tierra por medio en una zona que hasta ese momento tenía nombre celestial, El Paraíso, y que lo convertía en un infierno. Gentes que salían a toda prisa, servicios de emergencia que gritaban por donde salir y personas que dejaban detrás todo lo que era su vida.
En aquellos momentos ninguno preveíamos que las diferentes coladas iban a tumbar más de cuatro mil construcciones, que iban a desaparecer más de 70 kilómetros de carreteras o que 350 explotaciones agrarias y ganaderas sufrirían los embates de una lava que no había manera de dirigir por ningún lugar.
Según los papeles oficiales, el balance de las ayudas ya entregadas supera los 535 millones de euros, se han recibido unas 7.900 solicitudes y se han iniciado más de siete mil de ellas. Pero nada de esto es satisfactorio porque hay muchas personas descontentas con los trámites burocráticos, porque hay más de 190 personas que aún viven en los hoteles de La Palma y porque de ese número 109 son vecinos de los núcleos de Puerto Naos o La Bombilla, aquejados de emanaciones de gas que les impiden acceder a sus negocios o moradas, sin que se sepa cuando podrán volver a ellas porque nadie se atreve a dar una fecha de finalización del episodio. Algún profesor universitario ha llegado a discrepar de las mediciones y ha llegado a decir que no están bien hechas o que la culpa podría ser de casas cerradas o del saneamiento de la zona. Flaco favor hace con estas divulgaciones. A ese personaje lo querría yo ver durmiendo en una de las casas de esos núcleos o viviendo, de forma permanente, en esa zona.
Lo cierto es que al Cabildo Insular de La Palma le ha costado, desde el mes de febrero que se hizo cargo de la factura de los hoteles, más de 4,5 millones de euros. Lo que nos lleva al otro gran problema: la solución habitacional.
En La Palma no se construye vivienda pública desde el 2013 y eso provoca una carencia de ese tipo de recursos más que evidente. Según esos mismos papeles oficiales, se han destinado a ayudas materializadas para viviendas y alojamientos a personas afectadas por el volcán más de 242 millones de euros, de los que casi 12 millones se han ido en promociones en Breña Baja, El Paso, Tazacorte, Fuencaliente y Los Llanos de Aridane.
Otros 7,1 millones se han ido para la adquisición de 121 unidades de viviendas modulares y prefabricadas. Pero esto no es suficiente porque hay mucha casuística en este asunto. Desde inquilinos que antes pagaban mensualidades de menos de 500 euros y ahora no encuentran nada o si lo hacen los precios son abusivos en unas cantidades que no pueden pagar a personas criadas en un entorno rural que no encuentran algo que se pueda asimilar a su vida antes de la erupción.
Gentes de más de 50 años que han vivido en una finca y que hoy no tienen otra opción que hacerlo en un piso de reducidas dimensiones, con suerte, o en una casa de madera prefabricada, o en un contenedor habilitado como vivienda. Eso es casi inhumano, pero es lo que se está ofreciendo. Gentes que lo han perdido todo como consecuencia de un fenómeno de la naturaleza de la que no ha tenido culpa nadie, pero a los que no podemos dejar tirados sin una solución institucional. Siempre decimos que para algo pagamos los impuestos o que el derroche administrativo es mucho y que podría atender a los que en este momento demandan ayudas y que se les entienda en sus reivindicaciones. ¿Pero es posible esto?
Supongo que en La Palma había muchas personas que esperaban por una vivienda social antes de la erupción. Ahora, con tantos damnificados, ¿cómo quedan? ¿a la cola de los peticionarios? ¿es muy egoísta pensar así? Si seguimos preguntándonos cosas relacionadas con esta situación podríamos pensar si es mucho o poco destinar 88,4 millones de euros a ayudas ya entregadas para la emergencia social y de apoyo al empleo. Solo ese apartado, el del trabajo, el Plan de La Palma contempla casi 61 millones, cuando el de toda Canarias “solo” tiene consignado 42.
Pero insisto hay mucho descontento. Decían los palmeros que en cuanto se extinguieran los ecos de la erupción del Tajogaite, que así han bautizado al volcán, se apagarían los focos de los medios de comunicación y que el poder político no cumpliría con el pueblo palmero. Parece que todo ese dinero del que estamos hablando no está llegando a todos y que el descontento es tal que las diferentes asociaciones de damnificados harán una manifestación de protesta coincidiendo con la efeméride del inicio de la erupción.
Hay asociaciones de todo tipo, porque hasta ahí ha llegado la desunión de los diferentes colectivos afectados. Han creado, para que se hagan una idea los que no son de allí, hasta una de bodegueros, que es una modalidad casi de cuarto de aperos en los que se gestiona las hectáreas de vides de algunas fincas. La unión brilla por su ausencia y según me han contado algunos de los que lo perdieron todo, cada uno busca defender lo suyo. ¿Podría estar afectando esta situación al conjunto de damnificados?
También cuentan que de los más de 180 millones de euros abonados por el Consorcio de Compensación de Seguros a unas 6.100 viviendas aseguradas y afectadas por la erupción ha habido quien se ha acogido, además, a los 60.000 euros que daba el Estado por la pérdida de la vivienda principal o que han cogido algo de los 5 millones de euros que se han repartido en ayudas para enseres. Deben ser habladurías, pero lo cuentan ellos mismos y levantan sospechas.
Uno puede oír muchas cosas. Desde el que lo ha perdido todo y no tenía nada asegurado por lo que, como mucho podrá recibir los 60 mil euros y no le dejan ni acogerse a las ayudas de alquiler, porque en el catastro figura como propietario de un inmueble en cualquier sitio del planeta por lo que le indican que se vaya a vivir a esa zona. Casi desterrando a esa persona del entorno en el que ha vivido en los últimos tiempos.
La situación que hoy vive mucha gente no tiene nada que ver con lo de hace un año. Nunca pensamos que poblaciones completas como Todoque o La Laguna desaparecieran del mapa, sin embargo, algunos nos dan recomendaciones de cómo tratar este asunto en los medios de comunicación. Leí el otro día a uno que decía que no quería volver a ver a Magaly Cáceres pedir entrar en directo con el inicio del volcán o el rugir y las coladas comiéndose las casas.
Nos aleccionaba a todos que hiciéramos preguntas relacionadas con el mundo de hoy, con las demandas de los damnificados y con las carencias de los que aún no han conseguido nada. Yo creo que habrá tiempo para todo, para una cosa y para la otra. Para recordar y para demandar respuestas. Para incluso pensar en la reconstrucción y en cómo llevarla a cabo, que ese asunto parece que aún está por dilucidar.
En aquellos días de la erupción vinieron muchos políticos y muchos personajes de la comunicación. Hoy estamos a las puertas del primer aniversario y sería bueno recordar esos momentos, lo mismo que las promesas que hicieron, para ver si siguen teniendo vigencia y si la suma de recursos es real o un batiburrillo de cantidades en las que entran tantos conceptos que al final no sabemos si es mucho o poco.
Un año después hay gentes que ven todo eso desde una casa prestada o desde una roulotte porque su vivienda se quedó enterrada en la lava. Personas que están hartas de entregar papeles y que nadie les dé una respuesta definitiva sobre lo que será su vida después de que un volcán saliera en ese lugar. Huéspedes de unos establecimientos hoteleros que nunca pensaron que vivirían de esa manera, de viajeros permanentes en sitios en los que hay un horario para hacer lo que antes hacían en su casa sin mirar el reloj.
Muchos de los que están leyendo este artículo no tendrán definido con quien se está, pero convendrán conmigo en que hay situaciones en las que no quisiéramos estar. Recoger tu casa en pocos minutos, no saber qué llevarte, que posiblemente es la última vez que ves dispuestas las habitaciones de esa manera y que, en un momento dado, será pasto de una lengua de fuego contra la que no se puede hacer nada. Eso debe ser muy triste. Pero enfrentarte a un lío burocrático para que te reconozcan esa propiedad debe ser también bastante deprimente.
Por todo ello no quiero que se queden hoy en el olvido y que sepan que es el tiempo de recordarlos y de que su lucha sea reconocida. Ha pasado un año, pero las heridas siguen abiertas y los recorridos para evitar esos olvidos o retrasos administrativos continúan. Es por todas esas personas y situaciones por la que escribo esto, para que no las olvidemos y para seguir adelante con el propósito de que se palíen esos olvidos o trabas administrativas.
En fin, que hay mucho que contar y lo veremos estos días en documentales y reportajes que nos retrotraerán a lo que era un año antes. Estamos próximos a un aniversario y la vida ha cambiado mucho en esos meses, pero no debe caer en el olvido, ni de los que perdieron tanto ni los que se encuentran en un limbo burocrático que aburre a cualquiera. Han venido muchos altos cargos, se ha mostrado mucha solidaridad de palabra, pero es tiempo de pasar a los hechos, con la casuística precisa, pero no pueden dejar a tanta gente tirada y apabullarnos con las cifras. Más de 538 millones son muchos, entonces, ¿por qué hay tanta gente descontenta? ¿por qué hay personas que salen en manifestación? Les emplazo a que en estos días oigan a unos y a otros y saquen sus propias conclusiones.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 17 de septiembre de 2022.
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