EL MONÓLOGO / 143
Renovamos ilusiones con el año nuevo

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Por Pepe Moreno *

 

 

Hoy se acaba el año, esta noche termina el 2022, después de 365 días en los que hemos tenido de todo. El año comenzó el 1 de enero, pero no fue hasta el 24 de febrero cuando el presidente ruso Vladimir Putin anunció, en un discurso televisado en plena madrugada, una «operación militar especial» para desmilitarizar y desnazificar Ucrania, en sintonía con las expresiones que utiliza el mandatario.

 

El Ejecutivo ruso justificaba la invasión del país vecino en el marco de una operación de «defensa propia» para acabar con lo que se definía como «una amenaza para la soberanía del estado de Rusia y sus intereses», ya que a ojos de Putin se estaba cometiendo un «genocidio» en la región del Donbás —una región histórica ubicada al este del país controlada, en parte, por rebeldes prorrusos— y se consideraba que las fuerzas ucranianas «nunca perdonarán a los residentes de Crimea y Sebastopol por su libre elección», es decir, por el hecho de votar a favor de su anexión a Rusia en un referéndum en 2014 que para la comunidad internacional se consideró ilegal. Aquella noche, Putin, ordenaba un ataque a gran escala con bombardeos en ciudades como la capital, Kiev, Járkov u Odesa.

 

Y ese conflicto, que todavía dura, a pesar de que se ha anunciado en varios momentos que se iba hacia un tiempo de paz, que el dirigente ruso no se encontraba bien de salud, que se iba a producir un golpe de estado que apartara a Vladimir Putin del poder, que a lo largo de Rusia se producían rechazos de mucha gente a esta guerra, que huían los posibles llamados a filas, que los ucranianos reconquistaban sitios y lugares anexionados, que se celebraba una consulta popular a favor de la anexión… y así podríamos seguir enumerando la cantidad de información que ha surgido con este conflicto bélico y que a todos nos ha afectado.

 

Porque desde ese momento todo subió y la vida nos cambió. Hemos visto como los precios se han incrementado de una forma ostentosa y nunca prevista. La frase más oída ha sido la de “parece que todo viene de Ucrania” pero no es así. Hemos visto como han subido los combustibles, los productos de la cesta de la compra, los suministros de toda índole y todo se ha encarecido porque la guerra ha golpeado nuestras economías familiares.

 

Han sido necesarios varios paquetes de medidas para hacer frente a las consecuencias económicas de la crisis con Rusia. Las facturas de la luz y el gas son más caras, volvemos a hacer cálculos con la hipoteca y nos llevamos un susto cada vez que pagamos la compra. Vemos, ahora, cómo la lata de cinco litros de aceite se ha puesto a más del doble de lo que costaba antes de la invasión rusa.

 

En principio eran los cereales, porque nos dijeron que era el gran granero el que estaba en conflicto y que no podían cargar los barcos porque los puertos de Odesa o todos por los que cargaban esos buques estaban desguarnecidos y al albur de los rusos. Luego fueron los combustibles porque todo lo que venía desde esa parte del mundo estaba maldito y por tanto no se le podía pagar al tirano ruso lo que pedía, al margen de que era una manera de bloquear que le entrara dinero.

 

No se pagaba en rublos y se prohibieron las importaciones de ese tipo de combustibles. Se habló de un invierno más duro y caro y que incluso se tendría que racionalizar el gas para las calefacciones. Ese fue el principio, porque el kilovatio hora se puso en unos niveles difíciles de alcanzar. ¿Y qué pasaba en los territorios como el nuestro en el que no usamos el calor para las casas? Pues que se nos puso por las nubes la electricidad y el que nos suministraba huevos subió el precio porque ahora le cobraban más por iluminar sus granjas. Y todo comenzó a subir.

 

Hoy, el último día del año, somos más pobres que el año pasado pese a haber reducido los gastos al máximo. La inflación, a lo largo de todos estos meses, ha alcanzado sus cotas más altas en casi 40 años, llegando a situarse en un 10,8% en julio y desbocándose en octubre al récord del 15,4% en el caso de la inflación de los alimentos. El encarecimiento generalizado del coste de la vida ha provocado una notable pérdida del poder adquisitivo de las familias. En concreto, el 60% de los españoles (cerca de 21 millones de ciudadanos adultos) afirma tener más dificultades que hace un año para llegar a fin de mes a pesar de reducir los gastos familiares en tres ámbitos: energético, financiero, y de alimentación y ocio.

 

El Gobierno de España ha tenido que emitir un Real Decreto-ley que incluye nuevas medidas para responder a las consecuencias económicas que este conflicto está generando y que tienen como finalidad proteger a los colectivos más vulnerables, que cada vez son más numerosos.

 

Así se han prolongado rebajas a los impuestos de la electricidad y el gas, y se han vuelto a suspender desahucios y lanzamientos para hogares con problemas económicos. Se ha ampliado hasta el 31 de diciembre de 2023 el límite del 2% a la actualización anual de los contratos de alquiler y se introduce una prórroga de 6 meses para los alquileres que expiren antes del 30 de junio.

 

En la Península, con el objetivo de paliar la subida de los productos agroalimentarios, se ha rebajado el IVA del 4 al 0% para todos los alimentos de primera necesidad, y del 10% al 5% para los aceites de oliva y de semillas y la pasta. En Canarias no se podía hacer eso porque, como dijo el presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, “las medidas fiscales no nos afectan, porque tenemos una fiscalidad diferenciada. Cuando se consolida la idea de reducir el IVA a determinados alimentos, en Canarias todos los alimentos tienen IGIC cero, como el gas, los combustibles y la electricidad para el 97% de los consumidores”. Pero algo habrá que hacer.

 

En un año complicado por todo lo que hemos vivido y por cómo está cambiando todo a nuestro alrededor, las cosas hay que hacerlas con previsión. Porque mientras eso sucede resulta que los restaurantes están llenos, no encuentras una mesa, no hay sitios para celebrar tanta comida de empresa, no le hacemos caso a que en Gran Canaria han subido a nivel 2 de contagios por el COVID-19, los aviones van llenos, no hay pasajes para determinadas islas y gastamos como si no hubiera un mañana. Dicen que para esta noche está lleno el Club Náutico, el Casino o los hoteles que han preparado una fiesta de fin de año y las noticias sobre la guerra ni las seguimos, quizás sea para que no nos amargue lo que estamos planificando para las próximas horas.

 

Ha sido el año en el que murió una reina, Isabel II de Inglaterra, que parecía eterna y que desde que tenemos uso de razón estaba ahí, al frente del Reino Unido. Que accedió al trono Carlos III, que es un rey que ha llegado a ese puesto cuando ya ha cumplido la edad de jubilación. Que nunca creímos que aquella que, a pesar de los escándalos, seguía reinando, iba a concitar esa audiencia desde un féretro en un paseo que le llevó casi por todo su reino y que sus funerales iban a ser líderes de audiencia televisiva.

 

La verdad es que ha sido un año raro. Con un mundial en invierno y con una selección española que hizo el ridículo ante rivales que creíamos que eran pan comido. Que pasamos de fase porque se goleó a Costa Rica, pero nada más. Que teníamos un seleccionador que concitaba el rechazo de madridistas y defendían los culés. Que cuando comparecía ante la opinión pública lo hacía desde la condescendencia o la chulería. Que cuando nos eliminó Marruecos decía, todavía, que tenía más salidas que las bocas de metro y del que hoy aún no sabemos nada.

 

Ha sido el año de la bofetada de Will Smith en plena ceremonia de los Oscar y que alguno pensó que estaba en el guion de la gala. Que comenzó con el fallecimiento de Gento y ha acabado con la noticia de la muerte de Pelé. Que en medio tenemos que contar con muchos más deportistas que se fueron, como Txechu Rojo y otros.

 

Un año que se acaba con la bolsa hecha unos zorros y que nunca había caído tanto. Con un IPC por las nubes, aunque menos de lo que se preveía, con mucha gente tramitando sus papeles para acogerse a las medidas que han previsto desde el Gobierno Central. Con un enfrentamiento entre los partidos que cogobiernan en este país, con una oposición que quiere imponer sus tesis para la renovación de los poderes del Estado. Con un PP que ha visto cómo acabó la etapa de Pablo Casado y cómo llegaba Alberto Núñez Feijóo. Que sus expectativas, al menos eso nos quieren decir, se enfrían a medida que pasan los meses. Que lo que le costó el puesto al anterior presidente pepero fue denunciar los tejemanejes del hermano de la presidenta del Comunidad de Madrid. Que las elecciones de Andalucía le sirvieron a Juan Manuel Moreno Bonilla para conseguir una mayoría amplia que ha dado al traste con su socio de Ciudadanos y que le abrió una brecha a Vox.

 

En Canarias hemos visto que se han perdido cuatro millones de euros en la compra de unas mascarillas que nunca llegaron y que los presuntos compradores se gastaron en artículos de lujo. Que el caso le costó el puesto a Conrado Domínguez, el director del Servicio Canario de la Salud, que dice que fue sacrificado en aras de no se sabe qué intereses. Que no se sabe nada ni del dinero ni de los que lo cobraron.

 

Un año en el que seguimos midiendo los gases de Puerto Naos y La Bombilla y que sus residentes siguen malviviendo donde les dejan. Un año para entregar unas casas prefabricadas o unos contenedores que tenía que ser la respuesta del momento y no ahora, cuando el tiempo ha pasado y se podían hacer casas con constructoras serias, cumplidoras de plazo y presupuestos.

 

En fin, podría seguir enumerando lo que ha sido este año en el que la dependencia ha seguido siendo una gran olvidada. Que nuestros mayores no tienen residencias geriátricas apropiadas, que siguen viviendo en soledad y que más de 300 de ellos, a pesar de estar de alta, siguen en centros hospitalarios porque en su casa no pueden ser atendidos.

 

Esos quizás son problemas menores para gobiernos que siguen aprobando unos presupuestos expansivos, necesarios para mantener todo el tinglado proteccionista que hemos ido creando. Que las medidas de apoyo están bien si ello no conlleva que el mercado laboral se resienta. Que hay que buscar mecanismos que no sea más fácil vivir de las paguitas que de ganarse el pan con el trabajo, que es lo que siempre se ha hecho.

 

Al año le quedan horas, pero los problemas seguirán existiendo mañana, ya en el 2023, lo que pasa es que esta noche, cuando nos comamos las uvas, nos olvidaremos de casi todos ellos, pero seguirán estando ahí.

 

Solo me queda levantar la copa para brindar por un mundo más justo en el año que comienza. El año que comienza será electoral en todos los sentidos y ya veremos cómo nos prometen, los candidatos, que acabarán con estos problemas, ya veremos quien lo consigue y si nosotros, los votantes, lo hacemos a favor o en contra de alguien. Quizás por eso, por darnos cuenta, también brindo esta noche. A la salud de todos.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 31 de diciembre de 2022.

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