EL MONÓLOGO / 144
¿Y ahora, qué?

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Por Pepe Moreno *

 

 

Ya se acabaron las fiestas de Navidad, Fin de año y Reyes, y volvemos el próximo lunes a la misma tónica de siempre. Volvemos a la cruda realidad, a preguntarnos hasta cuándo se dice eso de “feliz año nuevo”, o lo de desear “felicidades”, al final de cada conversación, que, por lo visto, puede durar un poco de tiempo más. En casi todos los hogares en estos días se están desmontando los árboles de Navidad, los pórtales de Belén y los objetos que hemos puesto en la decoración de puertas, ventanas, balcones y fachadas de nuestro entorno. Estamos volviendo a la normalidad, por poco tiempo, porque ahora comienza el trajín, para algunos, de probarse y hacerse el disfraz del Carnaval.

 

Porque en breve comenzarán los festivales y concursos de las Carnestolendas del 2023. El primero que podremos celebrar en tiempo, forma y fecha después de la pandemia. Desde el 2020 no salíamos a la calle como ahora, sin restricciones y sin demasiados problemas a la hora de cruzarse con aquellos que, también durante estos dos años, han estado guardando los trajes y las fantasías para salir a la calle.

 

Hemos pasado dos años en los que nos decían incluso cuántos nos teníamos que reunir en unas fechas tan señaladas como la cena de Nochebuena o Navidad. Nos decían que mejor era que no viéramos a nuestros mayores, como si ellos, con edades en las que no se tiene todo el tiempo del mundo para reunir a los suyos, pudieran pedir prórroga. ¿Cuántos se han ido en este tiempo, por la COVID-19 o por otras razones, esas que en un lenguaje muy indefinido dicen “patologías previas”? Porque para morirse lo único que hace falta es estar vivo, como siempre se ha dicho. Se fueron y la dichosa enfermedad sigue entre nosotros. Gran Canaria está en fase dos y La Gomera entró el pasado jueves en esa fase, la del riesgo medio, ante la evolución que están teniendo los indicadores asistenciales y el resto de las islas tenemos un ojo avizor, pero seguimos en nivel 1 o de riesgo bajo.

 

Estamos a la cola de vacunación y la gente desconfía cada día más del efecto de esta inmunización y por eso no acude a los centros ni la solicita a los médicos de cabecera. Actualmente, en el Archipiélago hay 167 personas ingresadas por coronavirus, de las que 17 están en UCI y el resto, 150, en planta. Por otro lado, en los últimos seis días se han registrado once fallecimientos, siete tuvieron lugar en Tenerife, dos en Gran Canaria, uno en La Gomera y otro en El Hierro.

 

Y claro, la enfermedad está ahí, presente. Pero es un tiempo diferente. Ya nadie piensa que nos van a volver a confinar. Las fiestas las hemos celebrado “como si no hubiera un mañana”. Este año se han llenado los restaurantes, nadie ha renunciado a nada, ni a las vacaciones ni a los gastos extraordinarios. Unos dicen que había mucho ahorro por los meses que estuvimos en casa sin poder salir, pero también fueron días en los que consumimos más luz, aprendimos más técnicas culinarias y pasamos más horas ante el televisor. Descubrimos incluso el comercio online, y hemos gastado en cosas que no parecían que nos iban a cobrar. Una buena parte de la población estuvo en ERTES y eso se tradujo que cobrábamos menos de lo que lo hacíamos en nuestros puestos de trabajo.

 

Por tanto, las alarmas siguen vigentes, aunque también debemos tener en cuenta que somos la región con menos gente vacunada de todas las que conforman nuestro país conformado por Comunidades Autónomas. Eso no quita para que hayamos tenido unas Fiestas llenas de gente por todos sitios. La multitudinaria celebración que se llevó a cabo en el Club Náutico de Santa Cruz, las que se llevaron a cabo en muchos sitios o las que celebraron las familias en donde pudieron. Ya se preparan los Carnavales con carteles de artistas multitudinarios o en las calles de nuestros principales núcleos urbanos.

 

Hemos pasado de medidas coercitivas a libertad total. En medio mundo no se están tomando las medidas que por ejemplo sí se aplican en China, pero lo cierto es que el COVID sigue siendo una enfermedad que está presente y que está llevando a una parte de la población a situaciones límites y no deseadas.

 

Estamos ya en 2023, desde hace siete días, un año electoral en todos los sentidos de la palabra, en el que renovaremos, o no, la confianza de alcaldes, concejales, oposición, consejeros de Cabildos, con sus presidentes, parlamentarios, gobierno autónomo y cientos de puestos de libre designación y casi al final del año hasta un Congreso de los Diputados que hoy se debate en una crisis de identidad y de credibilidad casi sin precedentes.

 

Un tiempo en el que siempre hemos votado en contra de alguien y así nos ha salido la situación. Debemos analizar quiénes componen las listas electorales, tanto de Ayuntamientos y Cabildos, como del Parlamento de Canarias para que no se rían de nosotros, para que los gandules que van agazapados en puestos segundones, terceros o cuartos, no vivan durante cuatro años de lo que hacen los demás. Para que los gobernantes cumplan las promesas realizadas y los de la oposición se las recuerden. Para que esto no sea un galimatías de cuestiones partidistas y para que gobiernen para todos y no para ellos.

 

Estamos en un periodo en el que parece que la política lo rige todo y con unos medios de comunicación que titulan en beneficio de los suyos. No es lo mismo leer la crisis del Consejo General del Poder Judicial en un periódico con un sesgo político/económico que en otro que difiere del primero. Las medidas económicas que se propician desde el Gobierno son restadas o se hacen conjeturas negativas que parecen predicciones desde medios no afines. Todo esto nos está llevando a ser muy escépticos con los políticos y que nos creamos poco las informaciones. Porque todo está contaminado por la política y sus vasallos. Hoy la gente se informa por unas redes sociales que están manipuladas desde un lado o desde el otro. Han cambiado las formas de mantenerse actualizado, pero todo está en saber cómo te lo cuentan.

 

Es un tiempo nuevo en el que hemos visto que Canarias subía en el número de empresas en concurso de acreedores y que la previsión económica de nuestra región está marcada por cómo se comporta el turismo. Con una temporada alta que parece que será buena y que estará la marcada, fundamentalmente, por las compañías aéreas y la movilidad que estas realicen en nuestro destino. Las aerolíneas miran todo tipo de componentes como son los convenios laborales, la evolución del mercado petrolífero, por aquello de los precios del queroseno, y las normativas que se implementen para permitir los viajes. De todo eso depende que tengamos un invierno con muchos turistas o que se retraigan en sus viajes.

 

Porque nuestra economía depende mucho de todo eso. El que vende huevos depende de poder colocar su mercancía en los hoteles, el que planta en el campo también está de si viene mucha gente o si, por el contrario, no viene, o de si aumenta el pendiente paro, por lo que sus clientes no tendrán tanto para gastarse en alimentos. La cesta de la compra, con visitantes o no, ha crecido a niveles nunca vistos y todo se ha encarecido de modo y manera que lo que ganamos no nos da para la compra que hacíamos antes de entrar en esta espiral de la que parece que tiene la culpa la guerra de Ucrania.

 

El conflicto bélico que propició Putin con Ucrania vive, desde ayer, una tregua en la que nadie confía y que puede traer un desenlace duradero a la zona. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, considera este alto el fuego como positivo, aunque al mismo tiempo admite que por ahora no se dan las condiciones para una solución duradera del conflicto.

 

Fíjense que ayer mismo, Estados Unidos anunciaba que mandará por primera vez carros blindados a Ucrania, en concreto vehículos de combate de infantería Bradley, al igual que Alemania, que mandará otros de fabricación propia. Por lo tanto, los señores de la guerra siguen con sus negocios.

 

Por eso lo de la pregunta de ¿ahora qué? Seguiremos con nuestros asuntos, viendo la vida pasar sin más pretensiones que seguir echando días para detrás o la viviremos de otro modo que nada tiene que ver con lo vivido hasta ahora. Estamos en una crisis que parece que a muchos no les preocupa, en un tiempo de incertidumbre económica y política en la que no se otea si el horizonte será claro o con una calima que no nos deje ver qué tenemos delante.

 

Nadie se preocupa por lo que vendrá. Por poner un ejemplo nimio, el ministro del Interior, Grande Marlaska, ha preferido gastarse 610.000 euros en nuevos dispositivos de radares y otros ingenios antes que en preparar nuevos agentes que estén en la carretera por si nos hace falta que nos digan qué tenemos que hacer. ¿Se imaginan a alguien preguntándole a un radar cómo llamar a una grúa por un calentón en un coche eléctrico? ¿o es que estos no se calientan? ¿para contratar a cuántos agentes durante cuánto tiempo daría ese dinero?

 

Estamos empezando el año. Las fiestas acaban de terminar y todavía no quiero dedicarle a nadie en específico este monólogo semanal, aunque se lo merezcan. Por eso vamos a esperar, al menos una semana para ver cómo se comportan, aunque ya veremos que todo estará impregnado de ese toque electoral. Será tiempo de ver quien actúa en beneficio de la sociedad y quien lo hace para sí mismo o para los suyos. Son muchas las cosas que podríamos enumerar que no han hecho en los términos municipales e insulares y que deberíamos ir pensando de cara al tiempo que se avecina. Tiempo habrá de hacer esas reflexiones a lo largo del año que estamos comenzando porque todos tienen algo que decir.

 

Hoy es el primer día después. Estamos recién comenzando el 2023 y habrá momentos para reflexionar sobre muchos asuntos, pero ahora nos quedamos en que hemos terminado las fiestas, que no nos queda mucho dinero y que los políticos están desagallados ahora que parece que pueden prometer, y que luego ya veremos si pueden hacerlo. Es tiempo de pensar en todo ello, de que no nos cojan con el pie cambiado y de que, sobre todo, no nos sorprendan con cosas que no se pueden acometer. No permitamos que ninguno nos responda con esas cosas de “no es de mi competencia”, ni con cosas de las que no saben. Sean críticos, por favor, no dejen que solo los periodistas seamos los que llevemos la voz cantante en entrevistas que tengan repreguntas y reflexiones de enjundia. Sean ustedes los que valoren si están preparados o no y obliguen a tener a una clase política que sepa de qué estamos hablando en cada momento.

 

Son propósitos de este recién iniciado año, pero recuerden que estamos en tiempos electorales y que eso será fundamental para luego exigir, que las promesas sean de un mundo real y no en el que ellos viven. Sólo así este tiempo será acorde con lo que vivimos y sobre todo vote con el corazón y la cabeza más que en contra de alguien, que esa opción nunca nos ha llevado por buenos derroteros.

 

Sean felices en este 2023 y que los Reyes hayan sido justos con ustedes.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 7 de enero de 2023.

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