EL MONÓLOGO / 151
Dos tristes noticias aéreas

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Por Pepe Moreno *

 

 

No damos para más. Esta ha sido una semana carnavalera, en la que lo que ha estado en primera plana ha sido el Carnaval en todas sus versiones, de día y de noche, los entierros de la Sardina y las músicas que le acompañan. Pero también ha sido unos días en los que hemos estado pendientes de una trama corrupta en la que estaban insertos una señoría en el Congreso de los Diputados, que figuraba en las listas del PSOE canario y que llegó a su escaño de rebote, un director general de Ganadería, que era su sobrino, y del que parece que nadie se hace responsable, o un general de la Guardia Civil que aceptaba sobornos y mordidas, al menos presuntamente, así como un mediador que estos días dice que “no tiene la conciencia tranquila” ante lo que se está sabiendo de toda esta trama. De todo ello les escribí la semana pasada en un monólogo que sigue estando vigente porque aún esperamos que alguien se haga responsable de esos nombramientos.

 

Por eso esta semana quiero escribirles de dos tristes noticias que han pasado un poco desapercibidas: la venta de Air Europa a Iberia y la privatización de las torres de control que tiene Enaire, la empresa que nació de la escisión de AENA para ocuparse del tráfico aéreo y que en Canarias tiene la responsabilidad en las dos torres de Tenerife y en la de Gran Canaria.

 

¿Cómo empezó todo esto? Pues después de la huelga salvaje aquella de 2010 cuando se marcó un año difícil en las relaciones entre el Ministerio de Fomento y los controladores aéreos. Muchos de ustedes recordarán el punto álgido que vivimos en aquel mes de diciembre, cuando la huelga «salvaje» de controladores- en palabras del gobierno- supuso la declaración de estado de alarma por primera vez en la historia de España y que el control aéreo pasara a manos de la autoridad militar. Bueno, pues de aquellos polvos estos lodos.

 

En aquel año, recuerden 2010, el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero privatizó el servicio de control aéreo en las torres de algunos aeropuertos. En abril, entró en vigor una ley que contemplaba que los servicios de control los pudieran llevar a cabo “nuevos proveedores certificados” más allá de la empresa pública AENA y se defendía que este cambio era necesario para la “sostenibilidad” del sistema y que, al introducir competencia en el sector, habría “una mejora en las condiciones técnicas y económicas” en la prestación del servicio. En diciembre de aquel año, el Ministerio de Fomento publicó la orden con la lista de los aeropuertos en los que entrarían los nuevos operadores de control privados. Eran 13 entre los que se encontraban los de La Palma, La Gomera, El Hierro, Lanzarote y Fuerteventura, es decir cinco en las islas. ¿Es eso bueno, o malo?

 

AENA es un acrónimo que significa Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, es decir que en esas islas ya no controlan el tráfico de las torres porque se lo han transmitido a unas empresas particulares. Por tanto, podríamos decir que ya le sobran las dos últimas letras de su nombre, porque no se ocupan de ello. Recordemos que son los controladores de las torres quienes se encargan de ordenar el tráfico de los aviones en los aeropuertos y autorizar los despegues y aterrizajes. El servicio se ocupa de la fase final de descenso y de la inicial de despegue y puede implicar, en algunos casos, los movimientos en tierra en el aeropuerto.

 

Pero ¿quiénes son las empresas que dan este servicio? FerroNATS, que es una alianza entre la empresa española Ferrovial Servicios y la británica NATS, y la otra se llama Saerco.

 

En septiembre de ese año llegó la primera adjudicación del servicio de control en torre para los 13 aeropuertos iniciales que se agruparon en tres lotes. El valor del contrato fue de 18,1 millones de euros para cinco años, lo que suponía, según defendió el Ministerio de Fomento en su día, un ahorro del 50% en los costes de AENA.

 

Dos lotes, que incluían 10 aeropuertos, se adjudicaron a FerroNATS y el tercer lote, con la gestión de tres aeropuertos, se lo quedó Saerco por siete años, prorrogables hasta tres más, en las torres de La Palma, Lanzarote y Fuerteventura en los que trabajan personal formado por ellos y que ha conllevado la precariedad tanto de la actividad como de la formación y del empleo de los nuevos controladores de este sector, hasta unos límites antes inimaginables.

 

Según me cuentan algunas de las fuentes, en esta privatización, los nuevos propietarios privados han relegado la prioridad de la seguridad en aras de la máxima rentabilidad a corto plazo. El paso del sistema de tasas a tarifas no ha supuesto ahorro para el sector público ni para los usuarios, pero sí mayores ingresos para los propietarios privados. Y la gente sale a la calle por la privatización de la sanidad, pero nada sabe de lo que ocurre cuando se sube a un avión.

 

Por si no fuera suficiente, desde el año 2011 también se ha privatizado la formación, de manera que ahora se paga entre 30.000 y 50.000 euros por los cursos en las nuevas escuelas, algunas de ellas propiedad de esos mismos proveedores privados. Y aunque, ante la gravedad de la situación generada, en el año 2021 Enaire intentó retomar de nuevo su propia escuela de formación inicial mediante un acuerdo con los sindicatos, con el objetivo de facilitar el acceso y mejorar la calidad de la formación de los controladores, finalmente el ministerio denegó su permiso.

 

Por tanto, en los últimos años, el problema del control aéreo ya no está en el sector público, sino que reaparece precisamente en las torres que a partir de entonces fueron privatizadas, con nuevos conflictos laborales ante una situación límite de práctica explotación y de salarios de miseria de los profesionales que tienen que gestionar el despague y el aterrizaje de las naves que operan en esos aeropuertos. Por eso estamos ahora en plena huelga de los controladores privados, con servicios mínimos y sin que la autoridad mueva un dedo antes de que sea tarde.

 

A pesar también de la valoración de nuestra CNMC, que, aunque suele ser tan proclive a los vientos neoliberales, ha reconocido que, si bien la experiencia avala la continuidad, en ningún caso su extensión en torres con aproximación, como son la mayoría de las grandes torres, y de 180 controladores que ahora se pretenden privatizar. ¿No habría que luchar contra esto? ¿No tendrían que oír a nuestro Gobierno Canario? Pues de momento no.

 

Sin embargo, frente a este nuevo conflicto laboral y el fracaso de la experiencia privatizadora en España, hoy asistimos a la ampliación del proceso privatizador de las grandes torres de control. Estamos hablando de grandes torres de control como Málaga, Palma de Mallorca, Gran Canaria, las dos torres de Tenerife, Bilbao y Santiago. Tan solo quedarían en manos públicas Madrid, Barcelona y las pequeñas con aproximación. Un buen bocado a las arcas públicas a las espaldas de Enaire por parte del Ministerio de Transportes del actual Gobierno de coalición, al parecer con el malestar y el rechazo de Unidas Podemos.

 

Pero además por el camino ha ido cambiando el panorama de las empresas que gestionan este apartado porque ahora serán gestionadas por un fondo de inversión como Portobello, que hace poco tiempo compró la parte de Nats (la Enaire inglesa) en FerroNats, al otro socio, Ferrovial. Esta empresa perdió en el último concurso la mitad de sus torres frente a una «baja temeraria» de Saerco, que aparecía en los papeles de la red Púnica y el escándalo del Canal de Isabel II. ¿Es para preocuparse?

 

Y luego está la otra noticia de la compra de Air Europa por parte de Iberia, que ya no es española y que como saben está detrás un aéreo grupo inglés cuya cabeza es British Airways y que se llama International Consolidated Airlines Group (IAG). Con esta fusión, o compra, como quieran, el monopolio rige en un archipiélago como el nuestro en el que a excepción de Ryanair las tarifas las marcará un solo operador, se llame como se llame.

 

Para que se hagan una idea, con esta compra, la multinacional ya acapara nada menos que tres de cada cuatro asientos ofertados para volar entre las Islas y la Península en la próxima temporada de verano. Dice el Gobierno que está preocupado por esta concentración porque si hay solapamiento o duplicidad de rutas podrían desaparecer y por tanto desaparecer parte de la programación. Tenemos que fiarnos de lo que dice la consejera de Turismo del Ejecutivo regional, Yaiza Castilla, quien tras entrevistarse con el todavía CEO de Air Europa ha dicho que la intención es mantener intacta la hoja de ruta elaborada para el Archipiélago, con lo que no se perderían vuelos ni conexiones. Ahora, ¿no? Pero ¿y después? ¿para el próximo invierno o verano?

 

Hay gentes que están inquietas con lo que está pasando. El responsable autonómico de Transportes, Sebastián Franquis, ya le ha pedido al Gobierno Central que “esté vigilante con esta compraventa” y añade que tal vez sea necesario promover la entrada de nuevas aerolíneas, en el mercado canario, de modo que se garantice así la libre competencia. Por lo que les he oído, la mayor preocupación del Ejecutivo regional no está en el corto plazo, sino más bien en el medio y largo plazo, cuando tras el visto bueno de Competencia se sabrá si las autoridades comunitarias obligan a IAG a renunciar a parte de los slots –los intervalos y franjas de tiempo de que disponen las aerolíneas para llevar a cabo una determinada operación o maniobra, como las de aterrizaje y despegue– en esos segmentos de mercado donde pueda haber abuso de posición dominante. Y uno de esos segmentos bien podría ser el de las conexiones de Canarias con el resto de España. Llegado el caso, avisan desde el Gobierno Canario “habrá que estar muy pendientes para posicionarnos al respecto frente a Europa”.

 

Por tanto, es preocupante pero no podemos hacer nada, de momento y en ambos temas. Pero esto no hará salir a nadie a la calle para pedir responsabilidades. Algunas autoridades ya se han pronunciado, pero ya sabemos de los líos que tienen en el Gobierno Central como para preocuparse por estos asuntos. Vamos aviados. Lo único que ahora toca es estar atentos porque no son asuntos baladíes.

 

Nuestras comunicaciones con el exterior dependen de los aviones y de sus operaciones en los aeropuertos y las dos cosas están ahora mismo en un peligroso veremos. ¿No creen que es así?

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 25 de febrero de 2023

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