EL MONÓLOGO / 152
No todo vale

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Por Pepe Moreno *

 

 

En los últimos días hemos asistido a un buen número de noticias referidas a una trama que se enriquecía a costa de unos terceros que buscaban tener otro trato diferente con la administración, en unos casos porque querían hacer negocio y en otros porque esperaban que las cosas les fueran diferente. El mediador, llamado Marco Antonio Navarro, ha estado paseándose por varios medios de comunicación y dejando caer una serie de perlas informativas que han socavado, incluso, la credibilidad de muchas personas y de instituciones públicas.

 

Ha aportado algunas pruebas de su paso por instituciones y de sus tratos con cargos públicos y ha dejado dudas sobre el comportamiento que deben tener algunos servidores públicos, al tiempo que nos ha descubierto hasta qué punto los diputados están exentos de fiscalización, más allá de su actividad pública, así como la cantidad de puntos ciegos de los que pueden beneficiarse para desarrollar esas acciones que calificamos de presuntamente ilícitas.

 

Hasta este momento lo único que conocemos es que el diputado Juan Bernardo Fuentes Curbelo, un diputado de medio pelo, que llegó a la Cámara Baja de rebote, (recordemos que sustituyó a Elena Máñez cuando esta fue nombrada consejera en sustitución de Carolina Darias, que se la llevó para Madrid el presidente Pedro Sánchez para hacerla ministra de Administraciones Públicas). A Fuentes Curbelo, cuando transcendieron las primeras informaciones y fotos de su disipada vida extraparlamentaria se le exigió la entrega de su acta.

 

Hasta ese momento ninguno de los escasos mecanismos de control del Congreso de los Diputados fue capaz de detectar qué hacía este hombre. Antes había sido director general de Ganadería del Gobierno de Canarias y, cuando se fue, recomendó que le sustituyera en el cargo canario su sobrino, Thaiset Fuentes, preparado para algo de la navegación aérea, pero no para el puesto que se le proponía, director de Ganadería del Gobierno Canario. Thaiset fue cesado en el cargo, por pérdida de confianza y aparece, hace poco tiempo, como el candidato socialista a la localidad majorera de Antigua.

 

Pues bueno, su tío en el Congreso no estaba fiscalizado. ¿Qué hacía? Distintos grupos parlamentarios con los que he podido hablar, reconocen que ni el código de conducta que los engloba a todos contiene herramientas para una fiscalización exhaustiva, ni algunas de las que ya se están, se utilizan debidamente. Ese diputado realizaba recorridos por la Cámara y nadie, insisto nadie, supervisó nunca nada. Y estamos antes unos hechos en los que parece que el diputado usaba su escaño en el Congreso como “señuelo” para agasajar a personas con las que, según la investigación, mantenía negocios irregulares.

 

Este indicio, que se desgaja de la instrucción de caso y que está a disposición de cualquiera que quiera leerlo, debería haber bastado para que se encendieran las alarmas de la Oficina de Conflictos del Diputado/a. El código de conducta de todas las señorías que están en la Cámara y que atribuye a la Presidencia la potestad de encomendar informes sobre posibles infracciones, también contempla la posibilidad de que la Comisión del Estatuto de los Diputados proponga sanciones (de las incluidas en el reglamento), al tiempo que reconoce la potestad de la Presidencia para estudiar posibles infracciones.

 

Por lo que sé, el escándalo que ha levantado el caso del diputado Fuentes Curbelo no ha sido abordado en detalle en la última reunión de la Mesa, el martes, y la Comisión del Estatuto de los Diputados aún no se ha reunido este año. ¿Alguien sabe algo de esto? Lo que pone en evidencia que las ramas y el follaje no nos dejan ver el bosque.

 

El código de conducta, aprobado a finales de 2020, establece que el objeto de la Oficina de Conflictos es “resolver las dudas de interpretación que genere la aplicación” de este mismo reglamento. Pero es que, además, hemos oído hablar de una posible norma de regulación de lobbies en la que trabaja el Gobierno de Sánchez. A eso se refería el portavoz del PSOE, Patxi López, el pasado martes.

 

Lo que no dijo es que, de estar la ley en vigor, las visitas privadas de empresarios para fines ilícitos —y, por tanto, inconfesables— difícilmente podrían verse reflejadas en ningún registro. Una normativa a la que le falta mucho, porque el anteproyecto debe pasar, aún, por la mesa del Consejo de ministros y después remitirla al Congreso, para posteriormente abordar la necesaria negociación con los grupos, votar su admisión a trámite, las enmiendas a la totalidad y al articulado, trabajarla en comisión y un largo etcétera que hará imposible que salga antes de las próximas elecciones generales.

 

Por tanto, estamos ante una cortina de humo lanzada por Patxi López para desviar la atención de lo que realmente importa que es la conducta de sus señorías. Otro ejemplo de esto podríamos encontrarlo en la Declaración de Bienes que tienen obligación de hacer todos los cargos públicos. ¿Conocen el patrimonio del exdiputado Fuentes Curbelo? ¿saben de su agenda de contactos? ¿con quién se reunía y para qué? Nada de todo esto ha transcendido, pero lo peor de todo es que nadie se haga estas preguntas. Estamos tan metidos en el día a día que ahora es delito comer o tomarse algo con quien te pide una audiencia o una entrevista.

 

Se ha pedido, por parte de la Comisión Judicial, el registro de la oficina parlamentaria del ya exdiputado por Las Palmas, Juan Bernardo Fuentes y desde la Cámara Baja se le ha contestado que en cuanto llegue la petición se podrá hacer, pero que tienen que materializarla de forma oficial.

 

A todos nos ha quedado la impresión de que acudir a una cita de estas era ilegal. Que detrás de cada comida había después drogas y sexo. Sin embargo, en las primeras fotos de sus señorías, las que acudieron a esos encuentros en el restaurante Ramsés, aparecen dos mujeres. Les dejo a ustedes las preguntas que se harán.

 

Estamos perdiendo la conciencia crítica. Nos quedamos con las declaraciones y no analizamos en profundidad qué es lo que pasa o porqué suceden esas cosas. Decía el otro el presidente del Gobierno Canario, Ángel Víctor Torres, que “darles pábulo (a las declaraciones de algunos de los encausados y especialmente al llamado mediador) era participar en esa confusión”. Y desde luego es así. El hombre habla y en algunas ocasiones dice aquello tan nuestros de “oh, si yo te contara” o aquello otro de “eso lo voy a dejar para más adelante”, pero ya ha creado la duda entre los que le oyen. Voy con ejemplos.

 

He estado oyendo algunas de las entrevistas del “mediador”, Marco Antonio Navarro, y la verdad es que deja algunas perlas, pero cuando se entra en materia, siempre se sale por la tangente y dice aquello de “no te voy a contestar. Te lo dejo ahí para que investigues y te enteres”. Y lo deja en el aire y claro, surgen las dudas.

 

Porque lo que estamos oyendo estos días es que tenemos una clase política que está llena de corruptos y de gente deshonesta que hace negocios con cualquiera que se presente en su despacho o que se los encuentre en la calle.

 

Es como si estuviéramos deseosos de que toda esa clase que ostenta el poder haya “trincado” algo en algún momento, ya sea por placas solares, césped artificial, viviendas o cualquier asunto del que se le pregunta. Dice que no tiene ningún pacto con fiscalía ni con nadie, pero todos tenemos la impresión de que va buscando algo o que está largando por seguir en el machito informativo.

 

Estamos dándole pábulo en todos los sentidos y tiene su interés, si contara algo que de verdad lo pudiéramos contrastar. Hablar de que la moción de censura de Santa Cruz costó un millón de euros, pero no aportar ninguna prueba de ello, nos puede levantar la lívido de saber algo más. ¿Por qué lo dijo? En realidad, le puso cifra a un pensamiento que muchos han tenido, pero que nunca ha podido comprobarse. Por tanto, decir esas cosas en un medio de comunicación, sin más base es tanto como poner en marcha un ventilador que dispersa porquería por doquier.

 

A los medios de comunicación se nos está faltando al respeto y lo dejamos así porque lo que interesa es contar cosas que otros no han hecho. Los códigos están saltando por los aires a favor de unas teorías conspiratorias que lo engloban todo. Las noticias falsas son aquellas que no tienen sustentación y en este caso parece que faltan.

 

Al único personaje que está en prisión dicen que le encontraron escondidos en un armario más de 61.000 euros y que su explicación, en sede judicial, fue que sacó unos doce mil euros en plena pandemia porque creía que el mundo se iba a acabar. No coinciden esas cantidades con lo que le encontraron en ese mueble. ¿Esperaba salvarse del fin del mundo con lo extraído de su cuenta bancaria?

 

La verdad es que todo lo que vamos conociendo de este caso es muy cutre. Gentes sin camisa, en calzoncillos, con un chándal, con “meybas”, en tiempos de pandemia cuando todo estábamos confinados, sin poder salir y sin poder ver a muchos de nuestros seres queridos. Hemos oído explicaciones, que nadie cree, de transferencias de 500 o 600 euros, bizums de cantidades ridículas, préstamos entre ellos y un sin fin de declaraciones que ahora mismo no terminamos de entender. ¿Realmente esos empresarios pagaron por alguna gestión para conseguir pingues beneficios?

 

Si el general tenía ese dinero que dicen que tenía en el armario y una cuenta corriente en el que le han encontrado más de un millón de euros, ¿de dónde salieron las cantidades? ¿Cobraron por adjudicaciones? Presuntamente, claro, porque pruebas hay, de momento, pocas.

 

La irrupción de las redes sociales lo ha contaminado todo y parece que cuántos más agoreros sean los comunicadores más le harán caso. El dicho de que vales más por lo que callas que por lo que cuentas debería ser la antesala para señalar a alguien que no hace bien su trabajo. Lo que no se cuenta es porque no tiene sustentación, no hay pruebas, y eso nos debería servir, hasta que se encuentren las necesarias para consolidar las acusaciones.

 

¡Qué triste papel nos queda a los medios de comunicación! Somos los altavoces de este tipo de denuncias que dejan a la imaginación del que lo oye el final de un comentario. No todo debe valer para tener audiencia. O no debería.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 4 de marzo de 2023

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