EL MONÓLOGO / 154
Una batalla perdida

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Por Pepe Moreno *

 

 

Estamos en una sociedad que cada día descubre nuevas cosas, y que cada vez que piensa lo hace en modo de quedar bien ante los demás o que intenta arreglar algunas cosas que antes nos pensábamos que estaban bien, pero que ahora, parece, que tienen algunos desajustes, sin darnos cuenta de que lo que estamos provocando son otros problemas para los que no parece que tengamos soluciones inmediatas.

 

Las redes sociales se han convertido casi en un sucedáneo de las barras del bar o de los comentarios de barrio, pero más grandes, y eso nos está llevando a que sólo vivamos por lo que se dice y que las decisiones las tomemos en función de lo que vemos. Leemos a personajes anónimos que se esconden tras las arrobas de esos servicios y estamos pendientes de los que en cada momento escriben.

 

Es un tiempo en el que todo ha cambiado. Con estos nuevos medios podríamos decir que el mundo se ha acortado enormemente gracias a la tecnología. Ha cambiado la capacidad de procesar información, de emitirla y de consumirla y a todos nos ha costado adaptarnos a estos cambios. Estamos ante una gran plaza pública y eso se nota.

 

Ya lo que aparezca en un medio de comunicación tradicional no importan nada o muy poco, incluso podría decir, sin temor a equivocarme, que hasta hemos perdido el control de lo que se dice o de lo que cree el responsable político. Y lo mismo opino del público, que es definitiva a quien va dirigido el mensaje. Los medios han perdido relevancia y nos tenemos que rehacer en medio de un tsunami que nos revuelca sin que podamos hacer nada por recuperar el protagonismo que tuvimos en el pasado.

 

Por ejemplo, mañana es el Día del padre, tradicionalmente, porque se conmemora la festividad de San José. Es decir, la religión y la festividad están íntimamente ligado a esta celebración. Por lo que he podido saber, el origen de este día se remonta al año 1948 y su existencia es gracias a la zamorana Manuela Vicente Ferrero (Nely) considerada como la «inventora» del Día del Padre en España, que propuso celebrar esta efemérides con el objetivo de que sus alumnas «hablaran con más intensidad de su cariño, recordando sus sacrificios», ya que por esas fechas el cabeza de familia era el único que trabajaba en cada casa y por tanto con su sueldo se lograban los objetivos que se marcaba.

 

Fue con el paso de los años cuando la idea del Día del Padre fue cobrando fuerza y adquiriendo un sentido comercial. No en todo el mundo se celebra el mismo día, pero sí en Andorra, Bélgica, Bolivia, Croacia, Honduras, Italia, Liechtenstein, Marruecos, Mozambique, Portugal o Suiza. Sin embargo, otros países europeos como Francia o Reino Unido, así como la mayoría de los países iberoamericanos, adoptaron la fecha estadounidense. Esto quiere decir que actualmente celebran el Día del Padre el tercer domingo de junio.

 

Este año estamos viendo cómo, dentro de toda esa paranoia que ofrecen las redes, una profesora de Jerez ha venido a decir que no vale lo del Día de Padre porque eso puede molestar a aquellos que no lo tienen, o que hoy hay familias de muy diversa índole, monoparentales, hay otras que son de dos madres, o dos papás… y por tanto la profesora dice que lo que hay que celebrar es “el Día de la Persona Especial” y que por lo tanto todo lo que se organiza en los centros de Educación Infantil y Primaria se cambie para no herir susceptibilidades.

 

La profesora incluso decía en su mensaje que a ver si traían los pequeños una foto de la familia, o de algún familiar con los que más se divierten los pequeños porque a su juicio, este día, el de mañana, “ya no se llama Día del Padre”. Y esto, como es de esperar, ha levantado un gran revuelo en esas mismas redes sociales, ha incitado a un debate público en el que mucha gente ha opinado y durante ese tiempo nos hemos olvidado de la corrupción política, de cómo ha subido todo, de que ya, aunque ganemos más de mil euros mensuales, no llegamos al día 30 o incluso como se ha encarecido el dinero que nos prestaron para hacernos con la casa en la que vivimos.

 

Nos fabricamos unas polémicas acordes con sociedades en las que parece que nadamos en la abundancia. Nos preocupamos por los caracoles o escarabajos que viven en el trazado de una vía que nos comunique mejor con otro punto de nuestra geografía. No nos importa que cueste un millón de euros desplazar a una familia de coleópteros del lugar en el que viven porque el piche les puede afectar. Ese dinero mira que podría ayudar a las familias que lo están pasando mal, pero nos da igual, es más importante el bienestar de los bichos. Es una manera de ver las cosas, una forma de protestar de sociedades opulentas que parece que tienen todas las necesidades básicas de sus miembros bien cubiertas.

 

Leía el otro día en el Canarias7 que el consejero canario de Obras Públicas, Transportes y Vivienda, Sebastián Franquis, anunciaba en Lanzarote que se va a iniciar la licitación para que en esa isla “se construya los dos primeros lotes de viviendas sociales en Lanzarote en lo que va de siglo”. Es decir, que, transcurridos ya 23 años del siglo XXI, se les meterá mano a casas sociales, algo que no se ha hecho antes. ¿Eso es de una sociedad opulenta o despreocupada?

 

Pero comenzar, desgraciadamente, no es entregar. El cargo público canario dio a entender que existe intención de que las 134 viviendas proyectadas puedan estar disponibles antes de acabar 2025. Es decir, que tendremos que esperar otros dos años para poder contar con ellas, si no hay retrasos y si todo se ejecuta como está en las concesiones.

 

Esto da una idea de lo que le importamos a nuestras autoridades a la hora de planificar las demandas ciudadanas. Esperan al final de una Legislatura para hacer este tipo de anuncios. Pero lo mismo digo de los anteriores gobernantes porque el tiempo en el que estuvieron el Ejecutivo podrían haber acabado con la carencia, pero no lo hicieron. Estos que están ahora lo anuncian, pero ¿lo harán?

 

Uno de los problemas más acuciantes es el de la “okupación”. Las cifras se mantienen en máximos históricos, ya que se han producido más de 15.000 a lo largo del año pasado, lo que supone una media de 46 inmuebles al día.

 

El año anterior, 2021, fueron 47, estando Barcelona a la cabeza con más de 4.800, le sigue la Comunidad de Madrid, con más de 1.400, y tras esas dos, la provincia de Valencia.

 

Hoy en día este es un punto en el que no se poden de acuerdo ninguna de las instituciones que deberían proteger a los propietarios. El ataque a la propiedad privada y la dejación de funciones llegan hasta el punto de que se esté admitiendo como documento acreditativo de la posesión de un inmueble un simple ticket de compra.

 

La propia Fiscalía General del Estado señala en su informe anual que «las estadísticas ponen de manifiesto que las ocupaciones de inmuebles se llevan a cabo en el ámbito de lo que denominamos delincuencia organizada, es decir, por parte de grupos u organizaciones criminales de carácter nacional o transnacional«, esto es, que operan al margen de la legalidad, pero con profundo conocimiento de ella, que ocupan los inmuebles con niños y/o ancianos con problemas de salud e incluso comercian con dichas viviendas. Cuando la ocupación tiene su origen en esos grupos organizados las comunidades de vecinos y los barrios se degradan creando focos de violencia y delincuencia que socavan la convivencia y el orden público.

 

No es que este tema sea propiamente canario, sino que nos afecta a todos y lo que pone en solfa es lo de la propiedad privada. Nos encontramos con guías y manuales sobre cómo realizar una ocupación que han sido redactadas por entidades -presuntamente subvencionadas- afines a determinados grupos políticos- que tienen como único objetivo fomentarla. Ahora mismo nos encontramos con una especie de blanqueamiento de la “ocupación” que tiene su origen en la crisis económica de 2008 cuando miles de familias no pudieron seguir haciendo frente a las cuotas de su hipoteca llegando, las más necesitadas, a recurrir a la ocupación.

 

Todo esto provocó que la presión social de algunas plataformas, coordinadas por personas que posteriormente entraron en la política de este país, llevó a que la Policía recibiese ocasionalmente la orden de no intervenir hasta que el juzgado se pronunciase al respecto, comenzando a surgir nuevas formaciones políticas y movimientos que reivindicaban «el derecho a okupar». Posteriormente, la reforma del Código Penal en 2015 no ayudó, la usurpación comenzó a calificarse como delito leve siendo condenada con una irrisoria pena de multa.

 

¿Ven una relación entre la falta de viviendas sociales con esto de la “okupación”? Pues eso. A los que están en esa función pública hoy no les importa tanto la opinión pública porque están en sus discursos. Les preguntamos a los responsables por estas cuestiones y nos responden con un catálogo de acciones a desarrollar como si ellos no hubieran estado en esas responsabilidades en los últimos años. Insisto que eso mismo les podríamos reclamar a los que hoy están en la oposición y que antes estuvieron en los gobiernos sin que hicieran nada por crear un parque público de viviendas.

 

Hoy todos nos comportamos “políticamente correctos” y una parte de nosotros le damos la razón a la pobre gente que no tiene un techo en el que cobijarse, pero debatimos si mañana es el Día del Padre o el de la Persona Especial y no entramos en lo básico. Las urgencias de los hospitales colapsadas, cientos de personas piden diariamente un número para ser atendidas en la Seguridad Social, los sueldos no nos llegan, sube el kilovatio/hora, los combustibles y un sinfín de cosas a las que hasta ahora no le hacíamos caso, pero perdemos energía en unas discusiones que no nos conducen a ninguna parte.

 

En las listas electorales que vamos conociendo en estos días aparecen nombres que no nos dicen nada y que no tienen currículo para desempeñar las funciones que les darán. Tíos que recomiendan a sus sobrinos con tal de que su partido no pierda poder, mediadores que medran en medio de un sistema que no tiene previsto su quehacer, que venden humo y que hay gente que se lo compra por si la administración les trata de otra forma y así un largo etcétera que hace que nuestra sociedad se pierda en cuestiones que miran más por la flora y la fauna que por los individuos que la conforman.

 

Como ya he escrito en algunas ocasiones estamos ante el tiempo de las infografías que nos presentan los que ocupan el poder como si las figuritas que conforman esos dibujos fuera gente que ya disfruta de paseos o de edificios pensados, pero no ejecutados. No importa lo que se les diga desde los medios de comunicación establecidos porque lo que realmente les vale es lo que digan desde sus muros o los tweets que envían ellos o la cohorte que les sigue, tengan nombre y apellidos o sean artificiales.

 

Les da lo mismo. Nos lo tragamos. Estamos en un tiempo en el que no vale lo que se diga sino lo que se publicita, en el que la verdad se impone a fuerza de repetir proyectos y en el que nadie pide responsabilidades por lo que no se hace, sino que se ilusiona con lo que oye, sin pararse a preguntarse si es posible hacerlo.

 

Es, como digo en el título, una batalla perdida porque hoy votamos más con los intestinos que con la cabeza, y así nos va.

 

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 18 de marzo de 2023

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