EL MONÓLOGO / 156
La que se avecina

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Por Pepe Moreno *

 

 

Esta semana, previa a la Semana Santa hay muchas cosas de las que escribir. Por ejemplo, y tomo una al azar, que sus señorías, los parlamentarios canarios, puedan ir a la campaña electoral sabiendo que tienen el sueldo asegurado y que no tendrán problemas de liquidez ni en el mes de abril, ni en mayo y tampoco en junio. Además, si van en las listas y son elegidos empatan una Legislatura, la X que acaba, con la XI que será la que empieza, después del día 28 de mayo, con los electos en esa noche.

 

Hay que ver lo diferente que son las cosas para una parte de la población y para otra. Mientras que la inmensa mayoría se enfrenta a cambiar de trabajo con la incertidumbre de no saber si serán los elegidos, sus señorías, los parlamentarios, saben que pueden ir a unos comicios con la seguridad de que cobrarán los más de 3.000 euros que conforman sus nóminas y que no habrá ni ERE, ni regulación de empleo que les ensombrezca el panorama. Tienen la seguridad de que cobrarán y que para ello no tendrán que levantar la mano, ni ser retratados en una misión que sólo les compete a ellos y a su estatus.

 

Porque han sido muchas cosas las que hemos visto a lo largo de este tiempo. Primero fue la elección de diez parlamentarios en una opción, llamada regional, con la que se ampliaba el quorum parlamentario, luego fue la revisión de sus emolumentos, de sus dietas. Posteriormente los sillones del salón de plenos, por aquello de ponerse en concierto con la seguridad del sitio, y nos costó nada menos que 107.000 euros. Fueron, como ustedes recordarán, 85 asientos para el salón de plenos a razón de 1.238 euros cada uno por término medio.

 

Nos explicaron en aquel entonces que la renovación de los sillones se hacía “debido a que con el transcurso del tiempo y su uso continuado se encuentran deteriorados”, y además era necesario “para que reúnan condiciones de comodidad y salud adecuadas para un uso prolongado de horas”. He cogido este apartado de la explicación que hacía la Cámara en la memoria justificativa de este contrato, que fue publicado en el portal de transparencia.

 

Aquella contratación se dividía en un sillón para la presidencia de Mesa del Parlamento, once para los miembros del Gobierno de Canarias, 69 para los diputados, dos para el secretario general y el adjunto a secretario general y dos más de repuesto, por si acaso alguno se desfondaba.

 

La adjudicación del contrato se realizó en tiempo y forma, teniendo en cuenta la oferta con mejor relación calidad precio a partir de criterios como confort y usabilidad, estilo y adaptación al entorno, precio y ampliación de la garantía.

 

Tuvieron que ver, fundamentalmente, los miembros de la Mesa del Parlamento, con la asistencia del Servicio de Contratación y Seguridad y su confort y usabilidad se valoró a través de un cuestionario sobre quince características del sillón.

 

Antes habíamos asistido a la elevación de la mayoría parlamentaria de 30 a 36 votos. Subían en diez el número de señorías y nos decían que no se elevarían “el gasto global del presupuesto del Parlamento correspondiente a la actuación legislativa y de control”. Aquella reforma salía de romper la triple paridad que conformaban las islas, la provincia y el Archipiélago en su conjunto y se elegían nueve diputados más en una circunscripción nueva que era la lista regional, algo que en aquel momento fue calificado de surrealista.

 

Una propuesta que fue respaldada por Podemos, Nueva Canarias, el Partido Popular y los componentes del PSOE canario y fue visto, desde distintos sectores como un derroche del dinero público, que parece que no es de nadie, pero que resulta que es de todos, que sale de nuestros impuestos. En aquel entonces, los promotores de esta idea argumentaban que el incremento de escaños no llevaría consigo un aumento del gasto. Leche de cacharro.

 

Ya en aquel entonces sorprendía que el debate se centrara, fundamentalmente, en el coste y no en si Canarias necesitaba diez diputados más. Ha pasado un Legislatura completa, cuatro años, y nadie comprende el crecimiento en el número de representantes. Ahora parece que elegimos al presidente de una lista regional y que los demás son meros comparsas en una Cámara que tiene más gente, pero que Legisla y se hace lo de siempre, cuando eran 60.

 

A lo largo de este tiempo todo ha subido, pero la mayoría de las empresas han reducido el número de trabajadores debido a los altos costes y a que las nuevas tecnologías facilitan de forma notable los trabajos a realizar. La Cámara canaria se ha adaptado, durante la pandemia y por tanto el confinamiento, el reglamento, permitiendo las votaciones y a los trabajos telemáticos. Ello se ha hecho con 70 representantes, diez más que en anteriores periodos legislativos, pero de esto nadie habla ya. Tenerife perdió representación, en función de nuevos repartos, pero ¿vimos a alguien esgrimir este concepto? Nadie dijo nada.

 

Todo ha costado más. ¿Sabe usted cuanto cobra uno de esos “padres” de la canariedad? Pues por término medio unos 9.000 euros en dietas al año, con una horquilla que va desde los más de 20.000 euros anuales que puede llegar a cobrar un miembro de la Mesa hasta los 4.500 que percibe un diputado de a pie poco activo. La Cámara gasta más de medio millón de euros al año en dietas, unos 1.400 euros por día natural. A fuer de que algunos llamen a esto “demagogia” imagínense lo que se puede hacer con semejante cantidad diaria.

 

Hay cosas que no mejoran ni con los actuales ni con los que le precedieron en los Gobiernos. Seguimos estando a la cola de las listas de espera médicas, no se construyen viviendas públicas y tampoco se nota la inversión en colegios públicos. En infraestructuras dicen que no encontraron proyectos. Ahora, con la convocatoria de las elecciones, que se firma el próximo lunes, es cuando presentan todo lo que dicen que van a hacer. Brillan las infografías, con modelos de animación en los que aparecen algunos “machangos” moviéndose en unos envidiables dibujos de nuevas avenidas y vías urbanas.

 

Los representantes públicos, sean del partido que sean, aparecen sonrientes y felices por lo que dicen que van a hacer. ¿Les pedirá alguien explicaciones por las promesas incumplidas? No. Todo lo más que hace, con sus lenguajes electorales, es dibujarnos una realidad virtual en la que parecen que ya están trabajando las palas y nada más lejos de la realidad. ¿Cuánto hacen que nos hablaron del “bus vao”? ¿Creen de verdad que algún día lo harán? ¿Hemos avanzado algo en las colas de nuestras autopistas en la circulación en horas punta? Háganse estas preguntas antes de votar y verán que las respuestas le dejan sin papeletas.

 

Pero ellos siguen en los mismos lugares y subiéndose el sueldo cada vez que pueden. Lo hacen al principio de cada Legislatura y al final. No me sirve que algún representante público la rechace, la subida, porque termina cobrando a la chita callando. Lo único que hemos cambiado es el lenguaje y eso nos sirve para que escondamos algunos términos y no sea tan duro al oído.

 

Hoy ya no hablamos de los “pobres” sino de “seres vulnerables”. No se entregan casas a esos pobres, sino que se buscan “soluciones habitacionales a los vulnerables”. Se presentan ayudas para esa clase social, pero es necesario disponer de conexiones a una red informática para gestionar esos recursos, eso significa que hace falta fibra óptica o un enlace a internet en personas que deben destinar casi todos sus recursos económicos a comer, vestirse o simplemente vivir en una comunidad en la que nada es gratis. Estamos escondiéndolo todo en un lenguaje que lo encubre en la forma de expresarse.

 

“Ponemos en valor” lo que vemos, pero hay que ver que bien queda en un discurso político esta obviedad y sobre todo lo que rellena cualquier declaración. Hoy ningún líder comparece solo, sino que lo hace rodeado por su equipo más cercano para que vean que lo dicen está respaldado por mucha gente.

 

Son las cosas modernas. Hoy, por ejemplo, ser liberal es una cosa muy diferente a la significación que tenía hace algunos años. Antes, en los comienzos de la democracia, una moción de censura era algo muy serio y se llevaba a cabo para decir que había otra forma de gobernar. Hoy vemos como la firman unos diputados de extrema derecha y presentan a un candidato al que siempre vimos en las antípodas de los firmantes.

 

Ya no hay debates políticos para ver una postura y otra. Hoy los aspirantes van pertrechados de gráficos y de verborrea preparada por unos asesores que han mutado de piel y que hacen de sus mandamases unos loros que repiten argumentos que nada tienen que ver con lo cuestionado. Son marionetas en manos de unos comerciantes de la palabra que han cambiado conceptos por ocurrencias, ocultando respuestas clarificadoras por verborrea de mercadillo. Nos engañan y los dejamos que lo hagan porque nos embelesan con sus propuestas.

 

¿Quién dice la verdad, esos que titulan las dificultades para llegar a final de mes de una clase popular o los que hablan de que los hoteles cuelgan el lleno total? No puede ser que haya tanta gente vulnerable y que estemos en niveles de gastos de antes de la pandemia. ¿Quién disfruta de toda una Semana Santa de asueto? ¿Es fundamentalmente el trabajo público o el empleado de una pequeña pyme que gana algo más de los 1.100 euros mensuales? ¿los que tienen más de 14 pagas mensuales o los que las tienen prorrateadas?

 

Parece que todo esto está en un nivel inferior de la discusión de la maternidad subrogada, que es en este momento lo que nos ocupa y preocupa. Estamos en unas discusiones que no van por la cesta de la compra o por la forma de vivir, sino por cuestiones que son más propias de una sociedad opulenta. Hoy los hijos no se emancipan porque no encuentran techos que estén en su nivel de vida y necesitan que “papá Estado” les auxilie con subvenciones y paquetes de ayudas. Dinero en forma de cheques porque de otra forma no podrían afrontar un alquiler o la compra de una vivienda. Tampoco las hay, los pisos o casas, y las que existen en el mercado están lejos de sus posibilidades.

 

Los Gobiernos afrontan gastos millonarios para edificios en los que estarán las oficinas de una burocracia cada día mayor, pero regulan y casi obligan a un teletrabajo que en el futuro hará que desplazarse a ese puesto de trabajo se reduzca a uno o dos días a la semana. Incongruencias de las que todos somos culpables y que hacen que este mundo se debata entre una forma de hacer las cosas y la contraria, sin remedio.

 

El lunes convocan las elecciones de mayo y las preguntas son más que las respuestas que hasta ahora han dado. Por ejemplo, ¿hemos sabido algo de las auditorías en el club de fútbol infantil en el que se depositaban algunos de los ingresos de la trama política? ¿Qué había en los dispositivos informáticos del exdiputado Juan Bernardo Fuentes? ¿Hemos sabido algo del concejal de La Laguna del que nos enteramos que disfrutaba de un coche de alquiler municipal? Y hay más preguntas sin respuesta que podrían hacer este artículo casi interminable.

 

En fin, que tal y como he relatado en estas líneas nos estamos haciendo un lío.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 1 de abril de 2023

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