EL MONÓLOGO / 190
Los vacíos tras Jerónimo Saavedra

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 Por Pepe Moreno *

 

 

Pensaba escribirles este monólogo de hoy sobre el papel de los medios de comunicación en este mundo que nos ha deparado el destino de hoy. Porque los jóvenes no confían en lo que se escribe en estos momentos y buscan las noticias que leen en las redes sociales más que en los medios tradicionales, como los periódicos -ya sean digitales o de papel- o en las radios.

 

Confían algo en las que ven en la televisión, pero sí que se creen las que se les envían por los wasaps, en las famosas cadenas de reenvíos. También tengo en cuenta de que muchas de las cosas que hoy podemos encontrar en esas noticias en los medios tradicionales no se presentan de una manera muy apetitosa.

 

Podría servirme este comienzo para enlazarlo con la desaparición de uno de los baluartes de la política de todos los tiempos. La muerte de Jerónimo Saavedra Acevedo, el presidente por antonomasia de esta Comunidad Autónoma que siempre derrochó lo que sabía a cuantos lo cultivaron con su amistad o a los que se movieron en su entorno.

 

Jerónimo murió el pasado martes y desde ese momento se convirtió en una especie de símbolo para todo el mundo. La verdad es que no he visto tanta fotografía, o selfi, como se dice ahora, en las que aparece Jerónimo acompañando a este o aquel. He visto cómo todo el mundo tenía una foto con él, desde concejales, periodistas, médicos, gente particular que se había sacado una instantánea con él y que ahora presume de haberlo conocido en diversos momentos.

 

He visto en las últimas horas a gentes hablar mucho y bien de Saavedra, incluso a los que le censuraron un día y lo quitaron a él para ponerse ellos. Mucha gente ha escrito, y nunca será bastante, de lo bien que hizo Jerónimo a lo largo de su amplia trayectoria política. Son interminables los escritos por todos lados, por las redes sociales, en los periódicos, en los blogs o en cualquier medio en el que se propusieran difundir que en algún momento lo conocieron y aprendieron. Porque todos han avanzado tras conocerlo y hablar con Jerónimo.

 

No hay nadie que no cuente entre sus experiencias, lo que advirtieron tras cruzar, vete a saber cuánto duró, unas palabras con el político desaparecido. Todo el mundo le estaba, de algún modo, agradecido por los consejos que le daba, por la bonhomía, que es, para que no tenga que buscar la palabra, aunque supongo que lo sabe, la afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento de este personaje tan singular en nuestra historia.

 

En fin, que mucho se ha escrito, por plumas más reconocidas que la mía, de Jerónimo Saavedra, y, por tanto, no voy a incidir en algo tan obvio. Yo también hablé mucho con él y me dio consejos e hizo apreciaciones de la consulta y me miró con esa cara socarrona con la que él te miraba y sonreía ante algunas cosas de las que le contaba. Me regañó alguna vez por la línea editorial de la casa en la que trabajaba y él, que era un canario universal, entendía hasta dónde podía llegar y cuál era la responsabilidad de cada uno.

 

Pero como decía mucho, se ha escrito estos días sobre él. He leído cosas insuperables y no me quiero repetir, por eso hablaré de él en el entorno de una época muy singular y casi poniendo esa vivencia en el contexto en el que vivió y que no tenía nada que ver con el que ahora nos depara a los demás.

 

No quiero que me malinterpreten. Ni mucho menos. Jerónimo Saavedra fue una persona que vivió su momento y que hay que entenderlo así. Este artículo de hoy ni es una crítica a los que han escrito o han sacado de su baúl de recuerdos alguna fotografía en la que se ve a los dos protagonistas. No es un reproche a todo eso. Nunca haría una cosa así, pero sí que me han molestado algunas de ellas, lo confieso, entre otras cosas, porque había más de hipocresía que de otra cosa.

 

Jerónimo Saavedra vivió en su momento, sin tantas redes sociales como existen ahora, en las que parece que hay más ofendidos que alabados y en los que censura, desde la comodidad de un sillón, las conductas que otros pueden hacer. A menudo hay quien puede criticar o ve más allá que los demás en las actitudes de personas que hacen una actividad pública. Estamos en un mundo en el que lo políticamente correcto es lo que prima y a poco que alguien haga algo que se salga de ciertos parámetros es criticado e incluso censurado por otros que ven las vigas de lo que hacen en los ojos ajenos.

 

Hoy es más fácil seguir a alguien por X, antes llamada Twitter, que hacer la compra, al precio en el que se han puesto los productos. Podríamos llegar a pensar que esa red está llena de gente que se piensa que importa y la verdad es que se están equivocando a cada momento y que no son tan transcendentales. Pero claro, todos le damos importancia y se crecen. ¿Ustedes se imaginan la que hubieran liado en el pasado por algunos comportamientos políticos, por las censuras o por los pactos? Las críticas hubieran sido “trending topic” y alguno se lo hubiera pensado.

 

El otro día escribía en su cuenta de X el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se había ido “un demócrata ejemplar y un hombre de firme compromiso progresista”. Y lo mismo pudimos leer en las cuentas de otros dirigentes de esta Comunidad Autónoma y de otros lugares. Todos ensalzaban la figura del que fue el primer presidente de Canarias, el que tuvo que luchar más que nadie por las competencias que se tenían y que tuvo que construir, de la nada, una concordia que no existía porque lo del pleito insular estaba muy enraizado.

 

Hoy casi sería impensable que alguien pudiera dimitir porque no le gusta el modo en el que pertenecemos a la Unión Europea, y él en su día lo hizo. De esa dimisión vino lo que se llamaría el pacto de hormigón y pensó en cambiar tantas cosas que hasta hizo una ley de aguas que algunos protestaron a paraguazos.

 

Desde luego es un desconocido para los más jóvenes y sobre todo las formas en las que se tuvo que manejar. Tenía a una parte de la sociedad en contra y hasta los que querían hablar mal de él lo llamaban “Momo”, como si eso fuera una agresión verbal. Hoy en día eso no lo concebimos. Gracias a Dios hemos avanzado. Nuestra sociedad de ahora es otra cosa.

 

Pero seguimos adoleciendo de algunas cosas. Por ejemplo, se puso de manifiesto en el fallecimiento de Adán Martín, otro expresidente que se nos fue y nunca nos planteamos hacer un protocolo que regulara estas cosas. En Canarias no hay medida que se pueda poner en práctica ante este tipo de acontecimientos. Por ejemplo, ¿son muchos o pocos los tres días de luto oficial? ¿Quién los decreta? ¿El presidente del Gobierno de la Comunidad? ¿El Gobierno Central? No hay una ley o reglamento que unifique unas normas, y, por tanto, escenifique este tipo de duelo. Estamos, continuamente improvisando.

 

Es el presidente del Gobierno el único que puede decretar que las banderas ondeen a media asta en los edificios oficiales de la Comunidad Autónoma y que pongan un crespón a las que están dentro de los mismos. Ni siquiera tiene potestad para que se obligue a los cabildos y ayuntamientos a lo del luto oficial, aunque sí que lo puede sugerir.

 

En el caso de Jerónimo Saavedra, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria decretó su propio luto oficial, basándose en que había sido el alcalde, pero el de Santa Cruz de Tenerife no lo ha hecho pese a compartir cocapitalidad en una Comunidad Autónoma de la que el fallecido fue su primer presidente. Lo único que hizo la capital tinerfeña fue poner a media asta la enseña local.

 

Pero sí que se hicieron cosas diferentes al sepelio de Adán Martín. Esta vez se desplegó a la Policía Autonómica en las Casas Consistoriales, donde se montó la capilla ardiente, y una formación del cuerpo de seguridad autonómico acompañó al féretro hasta el cementerio. Otra de las diferencias es que en las esquelas que se publicaron ese día se incluyó el escudo oficial de la Comunidad Autónoma, cosa que no se hizo cuando el óbito del otro presidente fallecido.

 

Pero no se sabe qué hacer más. Ni se conoce si habrá un acto “de salida”, como las misas de los fallecidos, ni si el Parlamento, que el otro día interrumpió el Pleno, hará algo. Ni siquiera el Gobierno Central, que en dos ocasiones tuvo a Jerónimo de ministro, ha expresado cómo lo hará. Tanto es así que ni siquiera la bandera nacional ha estado a media asta en Canarias.

 

Pero claro, está la situación actual como para ocuparnos de estas cosas. Con la que está cayendo entre independentistas, jueces, partidos políticos y situación general, vamos ahora a arreglar lo de los días de luto o los reglamentos para despedir a alguien por su fallecimiento. Además, siempre habrá alguien que ponga “peros” a este tipo de normativa o a las personas a las que se les va a aplicar. Aunque no es el caso de Jerónimo Saavedra, que aúna todos los parabienes posibles.

 

Lo dicho, que de Jerónimo Saavedra podemos escribir mucho y no quiero compararme con nadie, que ya son muchos los que han alabado su criterio y su manera de ver la vida. Con lo que me quedo es que él tenía una forma de ser que no puede expresarse en un artículo y que, como se ha visto en estas líneas, hay muchas formas de encarar las discrepancias entre lo que se escribe y la manera de manejarse en la política o en la vida. Esa es una cualidad de ver las cosas, pero estoy de acuerdo en que hay otras.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 25 de noviembre de 2023

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