EL MONÓLOGO / 196
Los tiempos y las formas están cambiando

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Por Pepe Moreno *

 

 

Estamos empezando el año y los buenos deseos se reparten entre todos. Habrán llegado los regalos de los Reyes Magos a lo largo de este día. Los hijos y nietos desde bien temprano están despiertos para ver si sus Majestades han dejado todo lo que les pedían y si se han estirado en un tiempo como este en el que parece que la incertidumbre marca el futuro. Hoy se acaban estas fiestas en las que la iluminación y los buenos deseos han marcado unas hojas del calendario que normalmente nos traen una manera diferente de vivir. Aunque las fiestas navideñas ya no son lo que eran antes, fundamentalmente porque los tiempos cambian.

 

Todo se ha transformado sin que nos demos cuenta. Hoy, los que cantan los números de la suerte el día 22 de diciembre, en el sorteo de la Navidad, ese que dicen el del Gordo, y que ya es casi políticamente incorrecto decir, son niños que proceden de padres que han nacido en otro país. Sin que ello sea bueno o malo, simplemente constatar que estamos en manos de inmigrantes.

 

Que son ellos los que pagan las pensiones de los que hoy se están jubilando y que muy posiblemente sí que sean nacidos aquí. Hay niños y niñas de la República Dominicana, de Perú, de Guinea Ecuatorial, de Marruecos, de Ecuador, de Bolivia, de Colombia, y alguno más de menor representación en la Residencia de San Ildefonso e incluso algún español. Esto es difícil de escribir, porque siempre está llamado a que se le califique de un modo u otro y quizá no es eso lo que se pretende.

 

Deberían de existir más mecanismos de inclusión, más permisos de trabajo para los inmigrantes, más maneras de que puedan tener un puesto laboral, porque así contribuirían más a las cotizaciones de la Seguridad Social. He visto como algunos llegados no obtienen esos permisos y se dedican a la mendicidad, incluso de forma violenta, porque sencillamente no tienen qué comer. No les dejan trabajar y ven que la sociedad en la que se mueven derrocha algunos de sus recursos.

 

La propia Comisión Europea ha emitido mensajes en los que se pretendía que felicitáramos las Fiestas en lugar de la Navidad para no molestar. Es decir, como que no felicitemos las Navidades, que hay gente que no las celebra, y lo cambiemos por un Felices Fiestas, a secas. Es como si dijéramos eso de desear una feliz Navidad y resulta que, al otro, al destinatario del mensaje, le estuviéramos nombrando a su madre.

 

La verdad es que, analizando la frase, no entiendo lo que le importará cómo la llamen y qué más le da. Son, si me apuran, celebraciones minoritarias en Europa, pero claro, habrá que ir con pies de plomo, no vaya a ser que estemos, en este asunto, pisando un callo innecesario. A este paso no sé cómo vamos a desearnos las mejores venturas para ese tiempo o en el año venidero. Ustedes estarán conmigo en que cada vez se está poniendo más difícil esto del lenguaje.

 

Aunque la verdad es que todo está en función de la educación que se ha recibido. Hoy es arduo eso tan sencillo de desear “los buenos días” porque basta con decirlo en voz alta para que alguien piense eso de “¿qué querrá este?”, pues ya no están acostumbrando a que alguien exprese ese deseo en voz alta. Miramos al techo, o al suelo, cuando nos cruzamos con un vecino y no decimos nada, no vaya a ser que nos malinterpreten en una frase tan hecha como esa. Estamos perdiendo las buenas costumbres, por mor de un lenguaje que dicen que tiene que ser más correcto, pero que en ocasiones es más complejo.

 

Se han cambiado las costumbres y hoy son más de Papá Noel que de los Reyes Magos de Oriente, que son los que tienen que llegar hoy. La razón es que el primero llega en la Navidad y hay más tiempo de cacharrear o de jugar que con los que dejan los otros, los Magos de Oriente. También, que habitualmente lo hacen el día 6 de enero y poco después hay que incorporarse al cole o al puesto de trabajo y eso hace casi imposible que podamos disfrutar de los regalos en su fecha.

 

Además, los Reyes se pueden equivocar de talla y, aunque eso hoy lo podemos arreglar con los “vales regalos”, que a menudo pueden ayudar a la hora de cambiar o descartar esos presentes, no es lo mismo. No obstante, es que el marketing y las maneras de promocionarse que han tenido Sus Majestades y el Papá Noel no tienen parangón.

 

Todos hemos visto películas que han hecho sobre Santa Claus, o Papá Noel. Muchas de ellas son divertidísimas y las hay de todos los colores y de todos los países. Sabemos, dependiendo de quién lo dobla, qué voz tiene, dónde trabaja, cómo es su mujer, su mano de obra, su taller, las canciones dedicadas a sus renos y un largo etcétera que hace que sea un personaje conocido y querido. Dicen que el original era azul y que fue una conocida marca de refresco quien lo vistió de rojo y es como ha llegado a popularizarse.

 

¿Y los Reyes Magos? Bueno, sabemos que son tres y cómo se llaman, pero salvo Baltasar, que es de color, y, por tanto, inconfundible, pero ¿y los otros dos? ¿Podríamos preguntar cuáles son las características de Melchor o de Gaspar? ¿Lo diferenciaron los pequeños ayer en el Estadio o en los municipios de Canarias? Y lo mismo podríamos preguntarnos de ¿cuándo, ¿cómo y dónde fabrican los juguetes? Dicen que lo de hoy es porque la adoración se produjo 13 días después del nacimiento de Cristo, lo que marca el inicio de la Epifanía, es decir, la aparición y manifestación del hijo de Dios al mundo entero.

 

Además, ¿se acuerdan cuando quisieron hacer una cabalgata de las Reinas Magas? Una tradición que no iba con nosotros y que estaba más en la inclusión de género que en otra cosa. No tuvo éxito, pero quedó el poso de lo que se podía hacer. Se hacen tantas cosas en un intento de cuajar y de cambiar el pensamiento que parece que lo que se hacía antes era incorrecto. Estamos cambiando o no están haciendo cambiar.

 

Fíjense, por ejemplo, en los que sacan a los perros a pasear en un cochito, como si fueran humanos pequeños. Uno entiende que lo que esos animalitos lo que quieren es caminar e incluso echarse a correr, pero sus dueños -o dueñas- lo que quieren es sacarlos como quien pone en la calle a un menor y lo pasea en una sillita.

 

El otro día vi a un hombre -hecho y derecho- con un carrito en el que sacaba a dos canes en un ingenio forrado y que, incluso, cuando se tomó una copa mantenía una mano encima como si alguien se los fuera a llevar. No me digan que los dos cachorros lo que preferían eran estar oteando lo que hacía su dueño o estar golifineando a los demás. Sin embargo, son las modas de hoy.

 

El otro día, mientras regresaba corriendo a mi casa, un perrillo que paseaba su dueña intentó morderme, por aquello de que yo iba a mi paso. Pude zafarme de los colmillos de la pequeña bestia. La señora dijo aquello tan socorrido de “el perro no muerde”, a lo que yo contesté con “eso lo dirá usted, señora, pero el animal no dice lo mismo”. Por supuesto, la doña no contestó, ni pidió perdón, ni nada.

 

La razón es que los animales, sobre todo los perros y los gatos, pueden tener hoy más derechos que las personas humanas. Todo está cambiando. Cuentan, algunas informaciones, que hay en España más mascotas que hijos o hijas. Leo en prensa que las cifras sobre el número de menores de catorce años que hay en España, según el INE y los datos de ANFAAC, reflejan que en todas las comunidades autónomas hay más canes que niños. En términos absolutos, hay 6.654.130 menores de catorce años y 9.280.821 perros, por lo que hay casi 1,5 animales de esta especie por cada niño.

 

Esta diferencia es muy gorda, pero para no herir a nadie podríamos decir que gruesa y evidencia que los hogares españoles han cambiado. Podríamos decir aquello que estamos cambiando lo de hijos por una suerte de perrhijos. Un producto que es fruto del hedonismo de una sociedad, que huyen de estar amarrados, de por vida a un bebé y luego a un adolescente o un adulto, que lo tiene cada día más difícil para emanciparse.

 

Es más fácil tener una mascota que un hijo -o hija- lo que pasa es que esos animales no pagarán las pensiones de sus dueños y que el futuro es muy poco halagüeño para las nuevas generaciones que no consolidan ninguna de sus expectativas laborales. El gasto que el Estado está teniendo en pensiones es casi inaguantable para unas arcas que están agotadas por la cantidad de dinero que estamos gastando en tantas cosas de las que hoy existen. Comenzando por el propio dinero que empleamos en mantener a toda la clase política de este país.

 

Estamos en un mundo cada vez más cambiante, donde todo está trocando en una manera diferente de comportarnos y de ver un universo diferente. A todo lo dicho anteriormente tenemos que añadirle que hoy le decimos a una persona que no está haciendo bien su trabajo, por ejemplo, y nos acusan de hacerle mobbing, acoso psicológico, que es otra cosa, pero que se entiende así.

 

Debemos tener mucho cuidado con las palabras y con lo que le decimos, porque se podría entender de otra forma. No están permitidos tampoco los halagos, porque su significado podría ser otro y debemos escoger mucho las palabras que utilizamos, ya que hasta los léxicos pueden ser usados en un contexto diferente. Todo está cambiando.

 

Hemos alcanzado un clímax diferente en el que lo “políticamente correcto” o lo que estiman algunos dirigentes o las redes sociales marcan el destino final de algunos comportamientos y lo que antes era “digo lo que pienso” se ha convertido en un simple “no piensan lo que dicen”. Hay muchas más trabas y, por tanto, debemos procesar en nuestro interior algunas de las cosas que se nos vienen a la cabeza y que no decimos “por el qué dirán” de nosotros.

 

Estamos más expuestos y somos menos impulsivos a la hora de expresar nuestros sentimientos. Hoy en día hay menos libertad para expresar todo eso porque nos han impuesto un velo que tiene más que ver con la vida pública que con lo que pensamos. Antes era habitual ver a un rey mago de color que previamente había pasado por una sesión de maquillaje que a una majestad negra.

 

El primero, hoy levanta, como ha pasado en Madrid, una oleada de indignación y al segundo saldrán algunas voces que hablan de explotación por el color de su piel. ¿Con qué nos quedamos? Es difícil de responder a esa cuestión sin que te caiga una etiqueta política y de que más de uno se haga una idea de por dónde van tus sentimientos y tus colores partidistas. Nada más lejos de la realidad.

 

Ya no vale expresarte, lo que importa es quedar bien en una sociedad como la nuestra, que parece más proclive a ponerte formalidades que a analizar lo que de verdad has querido expresar. Por eso digo que lo de hoy es una impostura generalizada, más que una actitud. Y ahí lo dejo.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 6 de enero de 2024

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