EL MONÓLOGO / 198
La incertidumbre y la clase política

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Por Pepe Moreno *

 

 

Estamos entrando en el año 2024, aunque ya llevamos 20 días, y no se despeja la incógnita de la incertidumbre. Hay cosas como subir el Salario Mínimo Interprofesional que dice que, por lo menos, tendremos algo más de perras para hacer frente a los incrementos de la cesta de la compra, pero no a todo. Nos engañan con las estadísticas de empleo y aparecen los políticos como si ellos fueran los que han creado el trabajo en el que se desarrolla la actividad económica. Es como si dijéramos un nuevo nicho de declaraciones al que se apuntan.

 

Voy a explicar algunas de estas cosas. La subida del Salario Mínimo, que ahora pasa de los 1.080 euros a los 1.134, ha sido acordado al margen de la patronal al no obtener los empresarios sus demandas. Por eso se ha alcanzado un pacto entre Gobierno y sindicatos y tendrá efecto retroactivo desde el 1 de enero. Este incremento afectará a más de 2,5 millones de trabajadores, de los que un tercio serán mujeres y jóvenes. Es un 5 % de subida.

 

El mismo lunes, el Ministerio de Hacienda anunciaba su intención de incrementar el mínimo exento en el impuesto sobre la renta de 2024 por encima de la cantidad actual de los 15.000 euros. El objetivo es evitar que esta subida conlleve un aumento excesivo de las retenciones a cuenta del IRPF que reduzca el sueldo neto que al final llega al bolsillo de los trabajadores.

 

En la actualidad, el mínimo exento de retención para rendimientos del trabajo se sitúa en 15.000 euros al año, para el caso de un contribuyente sin hijos. El mínimo exento llega a 19.241 euros al año para el caso de un contribuyente con dos hijos o más y con un cónyuge que no obtenga rentas superiores a 1.500 euros.

 

Fuentes de Hacienda recuerdan que cuando el PP gobernaba, un trabajador que ganara 15.876 euros al año pagaba 1.111 euros por retenciones en el IRPF. En 2023, este mismo contribuyente pagó 325 euros por retenciones, un 70 % menos que con el PP, calculan estas mismas fuentes que anticipan que en 2024 tributará aún menos cuando se actualice la normativa del IRPF a la nueva subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

 

¿Con qué versión nos quedamos? ¿Ustedes se dan cuenta de cómo una misma cosa se puede ver desde varios prismas? Lo antagónico como bandera.

 

Otra contradicción. ¿Por qué baja el desempleo si se firman menos contratos en un mes que en otro? Fundamentalmente, porque el desempleo que mide el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), y cuyas cifras publica el Ministerio de Trabajo de forma mensual, corresponde a las personas que se registran como demandantes de empleo ante la administración pública. Esto significa que la imagen que da esta cifra no incluye a todas las personas que están en desempleo y ni siquiera a las que lo buscan de forma activa, sino únicamente a aquellas que comunican su situación al SEPE.

 

Esto quiere decir que existe una “desconexión” en materia temporal. Es decir, que una persona que se queda sin empleo puede tardar varias semanas en registrarse como demandante, lo que significa que se pueden producir desequilibrios temporales en la estadística. Y, además, cabe subrayar que se trata de dos datos -el de contratación y el de paro- que no se mueven al mismo ritmo y que no están conectadas de forma directa. De la misma manera que con la afiliación, como ha ocurrido en meses en que se crean puestos de trabajo, es decir, crece la afiliación y, sin embargo, aumenta el paro.

 

En la afiliación, por ejemplo, hay que tener también en cuenta a personas que pueden pasar de la inactividad a la ocupación, por lo que hay que recordar la “disponibilidad” de los parados para buscar empleo. Es decir, puede que su situación con respecto a la ocupación no se modifique, pero sí que dejen de buscarlo por distintas causas, como puede ser el de dedicarse a la formación o a los cuidados.

 

Por ello, fuentes del Ministerio de Trabajo consideran que la Encuesta de Población Activa (EPA) que publica de forma trimestral el Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrece una cifra más clara sobre la cantidad de personas que se encuentran en busca de trabajo, independientemente del registro en una oficina de empleo.

 

Vamos a explicarlo de otro modo. Podría ser que se tratase de personas que no han renovado su demanda de empleo y que desaparecen como parados para el SEPE, aunque continúen en la misma situación. O como se comentaba anteriormente, personas que deciden dejar de buscar empleo para formarse o no están disponibles para trabajar por cualquier otro motivo.

 

Les cuento otro caso paradigmático. En España, un país con 2,7 millones de parados y la tasa de desempleo más alta de la Unión Europea, las vacantes están en máximos históricos. Es la paradoja de las vacantes. Desde hace 40 años España siempre ha tenido el doble de paro que el promedio de países avanzados. La ratio de vacantes respecto a asalariados marcó máximos, con alrededor de 150.000 puestos de trabajo sin cubrir, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

 

Esto se traduce en que el 71 % de las empresas españolas tiene dificultades para encontrar mano de obra. Esto está ocurriendo incluso en sectores con demanda y nuestro país o nuestra Comunidad Autónoma no se lo puede permitir. Las cifras reales son todavía más desalentadoras. De ese 71 % de compañías con problemas para cubrir empleos, resulta que solo un 44 % está buscando trabajadores de forma efectiva, porque el resto están desalentadas y dejaron de buscar porque no encuentran.

 

Tal y como está la cosa, con el problema de paro que tenemos, debería ser fácil ocupar las vacantes, y, sin embargo, ahora hay un tensionamiento que no existía antes.

 

Una de las causas de las vacantes está en relación con el envejecimiento de la población. Las empresas decrecen porque a la gente que se jubila no se le reemplaza y esto lleva a que, en los últimos 15 años, la edad media de los trabajadores ha aumentado en más de 4 años, y la de los parados en 5 años. Porque cada vez hay menos jóvenes que busquen empleo.

 

Además, tenemos que saber que existe un desajuste en la formación, lo que provoca que todo esto sea como buscar una aguja en un pajar. España es uno de los países europeos con una mayor proporción de alumnos en carreras de Humanidades y una de las menores en las de ingeniería. El problema es que la demanda de empleados en letras es mucho menor que la de carreras técnicas, lo que termina provocando un desajuste entre la oferta y la demanda, además de efectos colaterales como que el 14 % de la población con estudios universitarios termine haciendo trabajos no cualificados.

 

Los economistas critican la falta de eficiencia del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), que coloca a menos del 5 % de los demandantes de empleo que tiene registrados. Es como un círculo vicioso, porque el SEPE podría ser un apoyo fundamental para las pymes, pero solo el 9 % acude a solicitar a esos demandantes de empleo.

 

Y luego está el problema de las urbes. Hoy en día la actividad se concentra cada vez más en núcleos poblacionales grandes, pero las provincias que sufren el problema de la despoblación representan un 40 % del territorio nacional. En ellas, la falta de población activa en edad de trabajar provoca que las empresas experimenten verdaderos problemas a la hora de cubrir vacantes de empleo.

 

Aunque en teoría hay ayudas vinculadas a la formación o la búsqueda de empleo, los expertos advierten de que en la práctica no es así. Cada vez que las empresas buscan personal aparecen candidatos, pero algunos piden cobrar en B para no perder la ayuda, y otros demandan media jornada, también para no perder esas “paguitas” que están acabando con la sociedad del esfuerzo y que si se suman dan más jornal que trabajar en un sitio en concreto.

 

Para llenar el vacío de vacantes, que irá agrandándose a medida que la generación del baby boom se vaya jubilando, los expertos demandan una reforma de las políticas activas de empleo y del sistema educativo. También piden un mayor peso de la Formación Profesional, competir por atraer talento de otros países, utilizar la automatización de puestos como una aliada y complementar la jubilación con nuevas ocupaciones.

 

Lo cierto es que seguimos llenos de incertidumbre y mientras unos dicen que la cosa irá peor, otros dirán lo contrario. Nosotros mismos hemos visto cómo todo estaba lleno en días anteriores y cómo había gente que compraba regalos, los restaurantes no admitían a nadie sin reserva o como los aparcamientos rebosaban de coches. ¿Eso es estar en crisis? ¿A quién le hacemos caso?

 

Decía días atrás el economista Santiago Niño que «ver las terrazas de los bares a tope y las carreteras colapsadas los fines de semana no es algo positivo». Y lo decía porque parte de la población ha entrado en un túnel peligroso, “ya que la inflación va a seguir y los tipos de interés no van a descender mañana, por lo que se verá afectada negativamente la ocupación, -es decir, el trabajo- y las rentas salariales cuando la demanda caiga».

 

Sin embargo, de esto no se habla para nada. Están más por contarnos que el Papa está pendiente de la inmigración, que España se rompe, que hay una agenda canaria, que los votos positivos son más que los negativos, pero nadie responderá a una bajada de impuestos o a una vida sin tanta burocracia como la que existe ahora.

 

Decía el otro día Pablo Rodríguez, el consejero de Obras Públicas, Vivienda, Transporte y Movilidad del Gobierno de Canarias, que trabajaba en una Ley de Movilidad Sostenible. ¿Se lo decimos así a los que sufren todos los días las colas en las autopistas de Canarias? No obstante, el hombre, para enredarlo todavía más, añadió que esa norma servirá de paraguas a una «actualización del eje transinsular del transporte» que impulsó el desaparecido presidente autonómico Adán Martín, pero «ahora bajo parámetros de sostenibilidad».

 

¿Es ese un lenguaje que pueda interesar o entiendan los mortales de estas Islas? Esa gente que se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. Los ciudadanos que se encuentran con que cada día tienen más problemas que solventar, son los destinatarios de esos mensajes pagados con dinero público y que solo entienden ellos. ¿Es lógico pensar, hoy con “carreteras inteligentes, capaces de captar la energía cinética de los automóviles para, por ejemplo, destinarla a la iluminación de los túneles”, -como dijeron textualmente- si no han sido capaces, ni siquiera, de trazar un carril bus-VAO en nuestras autopistas?

 

Como verán tenemos una clase política más pendiente de los pajaritos preñados que de la realidad de un Archipiélago que tiene sus pensamientos más centrados en la supervivencia. Pero esos son los políticos que nos hemos dado con nuestros votos.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 20 de enero de 2024

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