EL MONÓLOGO / 199
La polarización de los medios informativos

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Por Pepe Moreno *

 

Hace tiempo que quería dedicarle este Monólogo a la situación de los medios de comunicación que desde siempre nos han contado las cosas que pasan en este mundo nuestro y que han sido las noticias. Hoy elegimos otras formas de enterarnos de todo eso y de que otros nos lleguen esas informaciones por otros canales.

 

Estamos viviendo unos tiempos turbulentos en los medios tradicionales que nos contaban, hasta ahora, lo que sucedía en la sociedad. Hoy, la revolución digital en la que estamos inmersos es aún más trascendente que propia invención de la imprenta y que tanto supuso para la comunicación. Este hecho, que no puede ser analizado como único, ha desencadenado una competencia con las redes sociales, y de esta forma hemos dejado de ser la principal fuente de información de las personas en el siglo XXI.

 

Y con ello también se están desplazando la mayor parte de los ingresos publicitarios a las compañías de internet, con consecuencias devastadoras que acarrean una grave precarización laboral en las redacciones de los medios tradicionales, de forma que hoy la mayoría de los periodistas encajan como un guante en la calificación de mileuristas.

 

Y ello influye en su aptitud laboral y en sus exigencias éticas, pues la mejor salida profesional que se les ofrece -y a donde aspiran a marcharse los más cualificados o ambiciosos- es trabajar en los gabinetes de comunicación de empresas o de las administraciones públicas, intentando muchos de ellos ir acumulando méritos para ello en sus medios.

 

Esta debacle publicitaria es de tal gravedad, que ha motivado una demanda presentada por la Asociación de Medios de Información (que agrupa a 83 medios de comunicación españoles) contra Meta, la compañía dirigida por Mark Zuckerberg, propietaria de Facebook, Instagram o WhatsApp, por su reiterado y masivo incumplimiento de la normativa europea de protección de datos personales.

 

A través de las visitas y los likes de sus usuarios rastrean -sin su consentimiento- sus preferencias personales para venderles contenidos publicitarios a través de una ventaja ilícitamente obtenida. El perjuicio así ocasionado lo cifran los demandantes en unos 550 millones de euros. Y ya está caminando la demanda. Les ha asustado tanto que el portal news.google.com ya no ofrece casi resultados a las búsquedas que se le hagan en su visor. Habitualmente te dicen que “no hay elementos que mostrar”.

 

Si a ello le sumamos los efectos colaterales del deterioro moral que hoy exhibe la política española, y el ambiente enrarecido que se respira en una sociedad polarizada hasta extremos desconocidos desde hace décadas, tenemos montada la tormenta perfecta que está descuajeringado las antaño firmes cuadernas de la vieja profesión periodística.

 

Vemos cada día como hay más discusiones en los bares sobre política que terminan en bronca, pero eso siempre ha pasado y decíamos que eran “conversaciones de barra de bar” pero es que han ido derivando a una especie de miedo a tratar aspectos polémicos de la actualidad con amigos para no tensar esos encuentros. Nos comportamos como “políticamente correctos” ante el qué dirán los demás y eso lo hemos visto en recientes encuentros en estas fechas porque no soportan las agresiones verbales hacia un líder político.

 

Está pasando eso que se llama «crispación cotidiana», que no es otra cosa que la traslación a nuestra vida normal y diaria de una tensión, crispación y polarización que va en aumento en la política española y que parece no tocar techo y que va «calando en cada poro de la sociedad». Es como si todos, de alguna manera, nos hubiéramos radicalizado. Ya no separamos los hechos de la opinión y eso va en contra de la convivencia de unos sobre otros. El muro que hablaba Sánchez en su discurso de investidura se está fabricando con el pensamiento de todos.

 

Ya es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (CSIC), la mayor institución pública de España dedicada a la investigación científica y técnica y una de las más destacadas del Espacio Europeo de Investigación, la que está elaborando un estudio para analizar esta crispación cotidiana que se extiende velozmente al mismo ritmo que suben los decibelios más y más en el debate político público.

 

La razón es que cada día son más las personas de derechas que dicen que no se tomarían nunca nada con votantes de Podemos e independentistas o gente de izquierda que no lo haría nunca con los de Vox, no vaya a ser que les señalen y terminen siendo una misma cosa.

 

España terminaba el año con la mayoría comiéndose las uvas y deseándose que en 2024 nos llegara la paz y la concordia a todos. Sin embargo, también con la imagen de la piñata en la sede del PSOE en la calle Ferraz, en la que aparecían un grupo de ciudadanos que apaleaba e increpaba con violencia a un muñeco que simulaba al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

 

Estos hechos se denunciaron, y lo son, como «amenazas graves». ¿Y qué indica todo esto? Pues que la crispación ya está ocupando el umbral de lo político a las algaradas callejeras, o que estamos llegando a una tensión y violencia verbal -y en algunos casos física- sin precedentes en nuestro país.

 

Nos lo estamos tomando a la tremenda y eso nos está afectando. No digo que no sea grave. A mí también me preocupa la deriva de algunos acuerdos, pero tengo que decir que son otros los que lo hacen y que incluso puede que sean son legítimos, pero también llamo a la responsabilidad de todos para que esto no siga por esa ruta. Los políticos que tienen que alejarse de esos modos de presentarnos las cosas, los medios de comunicación que tienen que reflejarlos no como una confrontación y los canales o redes sociales que emplean un constante reproche de todos a todos, sin otra intención que meterse el dedo en la llaga constantemente.

 

Estoy convencido de que el número de citas electorales que tenemos en este año 2024 es parte de las claves que está marcando este ambiente irrespirable. Las campañas continuas son las que nos están llevando, a todos, a una especie de vorágine que hace cada día más irrespirable el aire que sale de los partidos políticos, sean del color que sean y de la ideología que prefieran.

 

La razón es que hay una serie de cuestiones que nos enervan, porque no podemos hacer nada como la amnistía a los líderes independentistas. Este asunto nos calienta y delimitan incluso las razones que esgrimen unos y otros porque nos tocan muy dentro, lo que provoca que nos estemos dividiendo entre unos y otros y nos alineemos en un bando o el contrario, sin punto intermedio posible.

 

Todo esto nos está llevando a una crisis en valores democráticos preocupante. Cada vez son más los que piden un pronunciamiento, por ejemplo, del Ejército o del propio Rey de España, sin darse cuenta de que no pueden intervenir en los asuntos de la política. El Ejército no se puede inmiscuir y eso sí que sería un golpe de Estado ni el Rey porque no gobierna. Lo que sí que estamos haciendo es buscar chivos expiatorios y todo ello está convirtiendo al rival político en el enemigo.

 

Nadie está entendiendo que en una sociedad tan compleja, plural y diversa sea normal, que haya muchas opciones políticas y que haya diferencias; lo que no es normal es que estas sean irreconciliables y que no existan puntos de diálogo y de encuentro. Ahora lo que hay es una polarización absoluta, con malestar y un problema de expectativas y de horizonte en nuestra sociedad, lo que provoca una crisis de confianza y de esperanza hacia el futuro y que esté en aumento los postulados de la extrema derecha.

 

Los medios de comunicación y las redes sociales también tienen mucho que ver con esto porque estamos contribuyendo a que ese enfrentamiento cale en la sociedad porque están criminalizando al rival. Todos estamos alimentando las dinámicas de odio. Se procura una especie de burbuja, con la ilusión falsa de que lo que uno piensa es lo que todo el mundo piensa.

 

Ha desaparecido el votante que buscaba más el centro, que ha ido desapareciendo cuando acabó el bipartidismo y nacieron los nuevos partidos. Toda esta situación está provocando una especie de atrincheramiento político, que no parece que vaya a parar.

 

Hay que pactar más con el contrario, no con los de la misma ideología, y hacerlo públicamente, que es lo que ayudaría a que la gente no estuviera tan tensa. Y las redes nos deberían ayudar a esto, en vez de ser propicias que cada uno tenga la sensación, por la información que tiene en su móvil, de que todo el mundo está en su misma línea, opinión e ideología, porque esto solo empeora esa polarización y radicalización social.

 

Estamos en un mundo en el que todo se señala, como elemento clave, el abuso que los políticos hacen constantemente de la “emoción” y las “pasiones” para llamar al electorado a las urnas, situando a la sociedad más como hipotéticos votantes que como ciudadanos. Y eso es peligroso. Todos los expertos consultados coinciden en señalar que los políticos deben “bajar” y mucho «las revoluciones» para tratar de calmar el ambiente político. Está por ver cómo evoluciona este año que, de momento, no ha empezado con buen pie en cuanto a polarización, palabra del año en 2023 y que llaman a olvidar en 2024.

 

Si a esto le sumamos una línea informativa que cada día es más militante. Con unos medios de comunicación que juegan en la línea de defender los postulados de “los suyos”. Se están alineando con unos o con otros, siendo derechas o de izquierda y haciendo lo posible para que los argumentos de unos prevalezcan por encima de los otros, tendremos una combinación perfecta para que la ciudadanía cada día confíe un poco menos en las informaciones que ofrece.

 

Priman más los datos que se presentan en informaciones personalizadas, y que son parciales. Los bulos que recibimos, porque se difunden con mayor rapidez y de los nos fiamos completamente, sin contrastarlos. Unas informaciones que podrían entrar en la categoría de chismes y que han aumentado por la rapidez y facilidad en la que se difunden. No llegan, siquiera, a la categoría de ‘noticias falsas’ porque si es falsa no es noticia.

 

Por tanto, soy escéptico con el papel que hoy juegan los medios de comunicación que ya han tirado a un lado, eso de “informar, formar y entretener” por lo de informar en función de la chequera o de los postulados del que ejerce el poder, ya sea económico o político. Algunos se lo deberían hacer mirar antes de seguir haciendo de esta profesión, algo que es muy similar, pero no lo mismo.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

 

Islas Canarias, 27 de enero de 2024

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