EL MONÓLOGO / 209
Dudas que genera el turismo

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Por Pepe Moreno *

 

 

Hoy quiero hablarles en este artículo de dos cosas que están relacionadas, entre sí. La protesta de los que dicen buscar otro modelo económico para Canarias que no esté basado únicamente en el turismo de masas y, por otro lado, la reacción que ha tenido el Gobierno de Canarias con el anteproyecto ley de Viviendas Vacacionales, que los de la Asociación de VV ya han calificado de «exterminio” de este tipo de alojamientos y que, en vez de ponerse a hacerlas, lo que hacen es prohibirlas. Son dos temas que están íntimamente ligados.

 

Porque, por un lado, tenemos la manifestación del 20 de abril en las capitales canarias y, de otro, el problema de las viviendas para los que trabajan en estas islas.

 

Sin embargo, vamos a ello, que tengo muchas cosas que decir sobre este aspecto. De entrada, creo que una manifestación en contra del modelo es una manera de mover un avispero que lleva mucho tiempo parado. No recuerdo ningún debate parlamentario, ya sea de investidura o del estado de la comunidad, en que no se haya hablado de este asunto, pero en el que nadie ha puesto sobre la mesa qué deberíamos hacer. Hablan de “cambiar el modelo” pero nunca deciden qué tipo de patrón deberíamos de adoptar.

 

Muchos manifiestan que deberíamos tener un turismo de calidad, y esto solo se consigue con unos precios altos en los establecimientos hoteleros. Lo que pasa es que, cuando quieren ir a esos hoteles, también se quejan de que están caros. ¿En qué quedamos? Es cierto que en algunas ocasiones se consiguen ofertas en las que se incluyen el avión y la estancia por unos euros que nos dan envidia, pero entonces contra quiénes deberíamos protestar es contra los turoperadores que les sacan a las cadenas hoteleras esos importes. El turismo, que es quien nos da de comer, produce el 35 % de nuestro PIB y cerca del 40 % del empleo, según datos de la Consejería de Turismo. Por tanto, el turista no tiene culpa de llegar a una tierra en la que se le recibe con pancartas que expresan eso de “vete para tu tierra”.

 

Les acusamos de muchas cosas que no tienen ver con la manera en la que este territorio ha ido cambiando. Que cada vez haya más hoteles, que nos estemos cargando los espacios naturales, que vienen aquí a confundirse con la naturaleza, que allá de dónde viven no tienen los parques naturales que aquí disfrutamos y que el sol y la playa, seguros, no los encuentran en otro sitio… todo eso es verdad. No obstante, no podemos acusarles de otros problemas como que colapsan las carreteras o que tenemos menos viviendas por ellos, ya que ninguno de los turistas está en las autopistas a las seis de la mañana, que es cuando hay atascos, ni alquilan las viviendas que no estén en el mercado.

 

Es cierto que hay zonas de alquiler de viviendas tensionadas. Eso no lo quita nadie, pero el Gobierno de Canarias debería de hacer más para que los que aquí vivimos podamos arrendar en otras condiciones. Sacar el pecho por la creación de viviendas de protección oficial, por pisos que sirvan para acoger a la población que trabaja en esos lugares y para que sus gentes no se vean desplazados de la tierra en la que tienen que mantenerse.

 

Eso ayudaría un montón. Sin embargo, lo que tenemos es una ley de vivienda que protege más a los que se toman la justicia por su mano que a los propietarios de estas, y hoy es misión imposible alquilar o comprar una casa. ¿Pero tienen de ello la culpa los turistas? Es posible, o no.

 

Ahora se habla de turismofobia, por parte de los hoteleros, de la clase política y de la empresarial. Los activistas, llegan a decir que no es un ataque contra el turismo, sino que debería de haber una moratoria para que no se construyan más hoteles ya que se está deteriorando la materia prima, la naturaleza, que es lo que se vende. Estamos de acuerdo, pero ¿esto a quién beneficia, a los que ya están?

 

Es cierto, también, que se han masificado algunas zonas y que es difícil que podamos transitarlas y que hay muchas viviendas vacacionales; sin embargo, ¿tienen la culpa los turistas? Esa es la pregunta. La respuesta no es el anteproyecto de ley sobre ese tipo de construcciones, porque, perdonen que lo diga así, parece hecha por los hoteleros que, de esta manera, con una norma así redactada, se quita de encima a la competencia.

 

El año pasado, el 2023, tuvimos un total de 13.942.966 turistas extranjeros en Canarias, el segundo mejor año histórico. Una cifra que supone un 13,1 % más que en 2022 y un 6,1 % por encima de 2019. No obstante, si hablamos de cifras totales, solo en febrero de 2024 llegaron 1,4 millones de turistas, un 14 %, más que en el mismo periodo de 2023, cuando se gastaron 2.177 millones de euros en sus vacaciones, un 21,6 % más, e hicieron un 10,3 % más de pernoctaciones.

 

Insisto en que es duro ver todos los días cómo hay que madrugar un poco más para llegar a tiempo al trabajo. O que no podamos acceder a una vivienda en ninguna de las zonas de las islas. O que trabajemos para pagar, o que no podamos ir a algunos sitios porque están llenos. O que los hoteles no dispongan ya de ese descuento de residentes o que algunos de los que vienen se salten normas y caminos de tránsito para salir en las redes sociales. Sin embargo, eso se solventa con una normativa más dura para los que las vulneren y no poniendo normativa casi insalvable para los de aquí.

 

Todo esto es lo que ha ido asentando los cimientos de la protesta del día 20. Además, nuestras autoridades, las locales, insulares y de la Comunidad Autónoma, no han hecho nada durante este tiempo para los que aquí votamos. Nos han estado alimentando con otras cosas y ahora, deprisa y corriendo, hacen un anteproyecto de ley para salir del paso, pero no han hecho viviendas sociales, ni vías de comunicación adecuadas, ni han procurado proteger a sus gentes. No hemos notado, gobierne quien gobierne, cambios en la política de desarrollo regional para los de esta tierra.

 

Hemos pasado de una moratoria turística en el año 2000, que tuvo sus matices, porque recuerden que se podían construir instalaciones hoteleras de gran lujo. Tibiamente, se fue abriendo la mano a la oferta extra hotelera, con los apartamentos en los sures de las islas y luego con el efecto de las Viviendas Vacacionales, que se intentó regular cuando era incipiente, a través de un decreto cuyos principales artículos fueron echados por tierra por el Tribunal Supremo tras denuncia de la Comisión Nacional de la Competencia.

 

No se ha creado ninguna ecotasa, un impuesto que se cobraría por cada noche de estancia y que ya existe en Baleares, Valencia o Barcelona o en algunos países de la Unión Europea, pero que no les interesa a los hoteleros porque serían ellos los recaudadores.

 

Insisto en que no se puede hacer una normativa, como ese anteproyecto conocido esta semana, en la que se limita a que se dedique solo el 10 % la edificabilidad residencial para uso turístico de hospedaje, porcentaje que puede doblarse en La Gomera, El Hierro y La Palma, islas con mucho menos parque hotelero. Eso no es. Como tampoco que en algunos municipios haya más casas para turistas que población censada.

 

Y es que todo esto incide en que la oferta de viviendas públicas haya descendido. Casi no se han construido este tipo de residencias en los últimos 20 años, los precios están muy subidos y son inalcanzables para una población que tienen el segundo sueldo medio más bajo de España: 22.466 euros brutos (unos 1.500 euros netos en 12 pagas), según datos del Instituto Nacional de Estadística.

 

Todo esto hace que el coctel para el día 20 sea perfecto. Precios inasumibles para unos habitantes que no pueden acceder a ellos, pero con una población extranjera que puede hacerse con los inmuebles, sin que nadie le ponga remedio y que se convierten en segundas residencias en manos de esos extranjeros con mayor capacidad adquisitiva. Recordemos que la compraventa de vivienda por parte de los extranjeros supuso en 2023 un 28,5 % del total, según la última Estadística Registral Inmobiliaria del Colegio de Registradores.

 

“Tourists go home!” (“¡Turistas, váyanse a casa!”) es la pintada más popular y algunos de los que venían todos los años ya han decidido no volver, porque se sienten amenazados. En los hoteles dicen que ya han recibido llamadas preguntando si es seguro venir por estas islas. En Inglaterra se ha abierto un debate sobre el boicot y esto ha preocupado a propios y extraños. ¿Les estamos haciendo la campaña en beneficio de otros destinos turísticos?

 

El lema de la manifestación será “Canarias tiene un límite” y son decenas de asociaciones las que convocan, pero aparte de una ciudadanía que también está harta, se sumarán varios grupos ecologistas que dicen estar saturados de este modelo turístico, y de una ordenación de territorio que está haciendo aguas por todas partes. Dineros que se quedan fuera de las islas, provocando lo contrario a una redistribución de la riqueza que genera el sector servicios y que, aunque crea empleo ahora mismo, inducen a un incremento de la pobreza y una exclusión social en buena parte de nuestros compatriotas. Todo esto nos lleva a un terreno muy peligroso en este momento. Profesores y catedráticos universitarios jalean el debate, ciudadanos que ven en esta convocatoria la manera de decir un ¡basta ya! a todos estos asuntos, en una difícil y enmarañada manifestación que, seguro que nos llama a todos, pero que puede acabar con una industria que ahora mismo nos da de comer.

 

La discusión está servida. Es un “sí, pero no”. El turismo no puede pararse de un día para otro, pero algo hay que hacer. Hay que ir pensando en un modelo que no sea solo contar visitantes y hacerlo más acorde con lo que deseamos en el futuro. Hay que recapacitar en cómo desarrollamos la agricultura, el sector industrial u otros que nos deparen un tiempo en el que no dependamos tanto de los que nos visitan. Recapacitemos sobre la posibilidad de que quizá podríamos hacer un control con el número de visitantes, o en imponer una tasa para los que nos escojan, pero sin miedo a los grandes hoteleros.

 

Es inaudito, por ejemplo, ver las grandes colas que se forman para visitar el parque de Timanfaya, en Lanzarote, o las que vemos en el parque Nacional del Teide, lo que genera que los que van ni disfrutan de esos paisajes ni los aprecian, porque todo está lleno de gente y se percibe el deterioro medioambiental que se está produciendo.

 

Eso solo por hablar de dos sitios en concreto, porque luego está lo de estar atrapado en un atasco, la falta de viviendas para los de aquí, las largas listas de espera en Sanidad, una Educación deficiente o unas prestaciones que raras veces llegan.

 

Es tiempo de preocuparse por todo ello. Le tengo miedo a las manifestaciones del día 20 en cinco islas, pero también pienso en el meneo que algunas cosas necesitan y aquí siempre me encuentro a los mismos personajes. ¿Qué hacemos?

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 6 de abril de 2024

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