EL MONÓLOGO / 263
Francisco, entre Roma y Canarias
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Por Pepe Moreno *
El pasado lunes nos sacudió a todos la noticia de la muerte del Papa y todos recordamos su paseo, el día anterior, por la plaza de San Pedro, su bendición, urbi et orbi, con su micrófono al lado y con semblante crispado, cara abotargada, por las medicinas que tomaba, y el pulso temblón. Se sentía que el Santo Padre estaba enfermo, pero nada y nadie podría haber aventurado que era la última aparición de Francisco, o de Jorge Mario Bergoglio, que era como se llamaba.
Se fue el lunes a las 6:35, hora canaria, y desde ese momento las televisiones y las radios nacionales parece que no tienen otro objetivo que llevarnos hasta nuestras casas lo que pasa en las cercanías de donde lo velan. La muerte no era una noticia sorprendente, pero justo en ese momento sí era inesperada.
Uno, que ya tiene su edad, ha visto pasar a varios Papas. Desde Juan XXIII, de quien no me acuerdo mucho porque me pilló pequeño, y que murió en 1963, a Pablo VI, de cuya elección no tengo muchos recuerdos, fundamentalmente porque en casa no había televisión, y porque no había redes sociales, ni tanta fotografía para mostrar. Luego vino Juan Pablo I, que apenas estuvo en el Pontificado treinta y tres días.
Ese tiempo le sirvió para ponerse al día de las perrerías que hacen algunos banqueros, aunque vistan con sotana y alzacuellos, y que fue, dicen, lo que le llevó a que su corazón no soportara la presión. También fue una sorpresa, por el poco tiempo que había pasado y porque no le dio tiempo para realizar nada. Algunos cardenales ni siquiera se habían ido y porque algunos no habían llegado a su destino. Eran otros tiempos y no había las comunicaciones aéreas de las que hoy disfrutamos.
Tras ese breve tiempo eligieron a Juan Pablo II, Karol Wojtyła, alguien que era joven y que, por lo tanto, tuvo mucho tiempo para viajar, realizar cosas, convocar concilios y para dejar su impronta en un trabajo que no debe ser nada fácil.
De Juan XXIII me acuerdo de su “silla gestatoria” que era donde lo paseaban y cuando entraba en una estancia lo llevaban en volandas. Es lo que hoy, más moderno, sería el “papamóvil” y lo usaron hasta que Juan Pablo I lo dejó en el olvido. La llevaban unos personajes que eran los sediarios pontificios y, como allí no se despide a nadie, hoy se dedican a preparar las audiencias y celebraciones pontificias.
Como les decía, fue Juan Pablo I el último en usar el trono ceremonial llevado en hombros en 1978. Sin embargo, en 2002, cuando el papa Juan Pablo II no podía caminar por sus medios en las misas, se estrenó una plataforma que incluía una silla. Tras la muerte de Juan Pablo II en 2005, la plataforma fue mantenida por su sucesor Benedicto XVI, quien la usó hasta que renunció al pontificado en 2013.
Las televisiones y las radios nos están estos días dando la lata de todo lo que sucede en la Ciudad Santa. Colas interminables para dar el último adiós al mandatario de la Iglesia que algunos dicen que era de izquierdas y que yo creo que las cosas de Dios se rigen por otro orden y que no son ni de un lado ni del otro. Incluso en la 1ª de TVE el otro día se pudo oír el rezo del Santo Rosario, en un país que se autonombra “aconfesional”.
Es cierto que algunos, como Pío XII, que estuvo en el Pontificado durante la Segunda Guerra Mundial, y en ese sentido, su figura sigue generando controversia por su silencio ante el Holocausto. Hay diversos artículos y expertos que hablan a favor y en contra de la posición de la iglesia durante el conflicto bélico. Unos cuentan que ayudó a muchos a escapar, y otros que lo califican como “mirar hacia otro lado” durante el holocausto. Dicen que había un plan para secuestrarlo y matarlo por parte de los nazis, pero que nunca se cumplió.
Además, Pío XII fue famoso después de muerto porque su cuerpo “explotó” durante el sepelio por un error en su conservación. Según cuentan, pidió que su cadáver se sometiera a un proceso experimental para conservarlo debido a que no quería ser embalsamado. El método se llevó a cabo por su médico de cabecera, Riccardo Galeazzi-Lisi, que consistía en sumergir el cuerpo en una mezcla de hierbas aromáticas y después envolverlo con celofán.
Sin embargo, en lugar de preservarlo, este proceso aceleró su descomposición. Mientras continuaban los ritos funerarios, el cuerpo del santo padre comenzó a hincharse y a emanar un olor insoportable, motivo por el cual el Vaticano decidió cerrar el ataúd hasta que terminara la capilla ardiente. Sin embargo, los gases siguieron concentrándose hasta el punto de que su pecho explotó.
Su cuerpo tomó un color verde azulado y sus extremidades se tornaron negras. También perdió su nariz y sus facciones se distorsionaron. Para intentar que aguantara lo más posible hasta el día del entierro, el Vaticano decidió atarlo y colocarle una máscara de cera sobre la cara. El médico fue despedido, expulsado del Colegio de Médicos y desterrado de por vida de la Santa Sede.
Bueno, volvamos a la realidad. He visto algunos cónclaves como el de Juan Pablo II, del que sí me acuerdo porque por aquel entonces leí el libro “Pontífice, un asesino para tres Papas” de los periodistas Gordon Thomas y Max Morgan Witts. Ellos desempeñaban un trabajo de investigación mucho antes de la película “Cónclave”, que se llevó una estatuilla del Óscar al mejor guion adaptado y que revela secretos y conspiraciones tras la elección de un nuevo Papa en el Vaticano. No voy a hacer de espóiler y, por tanto, no voy a decir nada de ese filme.
El texto de Thomas y Morgan se publicó después del atentado que Ali Ağca, el turco que atentó contra el Papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro del Vaticano el 13 de mayo de 1981. Entre las cuatro mejores películas que se han hecho con referencia al Vaticano sobre este tema figuran “Ángeles y demonios”, que se realizó en el 2009 y que pertenece a esa factoría del Código Da Vinci, de Dan Brown.
“Francisco, el padre Jorge” de 2015 y que narra la historia del que ahora ha muerto. “Los dos Papas”, en 2019, con Anthony Hopkins, que está inspirada en hechos reales y que refleja la vida de un Papa que renuncia, Ratzinger, y otro que asume el Pontificado que escoge el nombre de Francisco. Películas con la temática del cónclave y de la iglesia hay muchas y las recomiendo.
Como la de “Las sandalias del pescador” en la que teníamos a Anthony Quinn haciendo de Papa elegido en un cónclave, con un reportero como David Janssen, que aquí lo conocíamos por su papel en una serie televisiva, “El fugitivo”, y en la que hacía el papel del Dr. Richard Kimble. La película, era valiente para su época.
Estamos en 2025 y la inteligencia artificial ha hecho estragos, incluso con el Papa. En el pasado lo hemos visto con un abrigo largo y blanco, como si fuera parte de su sotana. Los cardenales que ya están en Roma dicen que se están reuniendo para fijar algunos criterios y la fecha de la reunión. ¿De verdad? ¿No están ya prefijando quién puede ser elegido o incluso el nombre del posible sucesor de Francisco, encargando los informes médicos para no llevarse sorpresas como en el pasado?
¿No habrán recurrido a la IA para saber en quién recaerá esa misión? Tengo la sensación de que todo esto es una especie de pre-cónclave y que los cardenales que no han llegado pintan menos que un vegano en una carnicería. Lo cierto es que ha tenido que morirse el Papa Francisco para robarle algo de protagonismo al desaforado segundo mandato de Donald Trump.
La muerte del Papa deja al mundo sin una potente voz en temas fundamentales como la inmigración o la crisis climática. Su presencia en Lesbos, en Lampedusa, en África, en Asia, en su viaje frustrado a Canarias, identificaba con nitidez a los migrantes como el colectivo más vulnerable y situado en la diana de la crueldad de nuestro tiempo. Entre las sombras de su mandato podríamos poner su pobre legado sobre el poder de las mujeres en el seno de la Iglesia. Sin embargo, tengamos en cuenta que es como una especie de club y que fija sus normas.
Han sido varios los canarios que han ido hasta Roma para ver al Santo Padre. En 2014, en el mes de abril, hizo una misa en honor al santo canario José de Anchieta en la que estuvieron presentes los por entonces obispos de Gran Canaria, Francisco Cases, y el de Tenerife, Bernardo Álvarez. Luego Clavijo lo volvió a ver en enero del año pasado, iba junto al vicepresidente Manuel Domínguez y otros miembros del Ejecutivo. El objetivo principal fue abordar la emergencia migratoria en el archipiélago y solicitar apoyo internacional.
En el mes de noviembre del año 2018 recibió a la Esclavitud del Cristo de La Laguna que encabezaba el esclavo mayor, Francisco Doblas González de Aledo, una asociación religiosa que tiene un pleito por no admitir a mujeres en su organización, pero fueron a verlo y le entregaron varios presentes. Luego, en enero de 2022, fue el obispo de Gran Canaria, José Mazuelos, aunque a él le gusta que le llamen obispo de Canarias, ¿y los demás que son?
En agosto de 2022, fue una delegación del CD Tenerife, que acompañaron Ángel Víctor Torres, que entonces era el presidente de la Comunidad Autónoma, y Pedro Martín como presidente del Cabildo. Encabezaba el grupo el entonces presidente del CD Tenerife, Miguel Concepción. ¿Ustedes creen que el Papa Francisco sabe cómo está hoy el Tenerife? En aquel momento lo que hizo el Papa fue expresar su solidaridad con los afectados por la erupción del volcán de La Palma y por la situación migratoria en Canarias.
También fue una delegación del Cabildo de Gran Canaria en la que estaba Marco Aurelio Pérez, vicepresidente del Cabildo, y el exconcejal de Turismo, Ramón Suárez. Y el último de los canarios que estuvo en el Vaticano fue Luis Yeray Gutiérrez, alcalde de La Laguna.
Como todos los reformistas, Francisco deja un reguero de grandes gestos y cambios pequeños que, sin embargo, son casi una revolución en una institución del tamaño, la historia y la rigidez de la Iglesia católica. Por eso, ningún otro papa recibió tantas críticas de los católicos ultratradicionalistas, mientras que a muchos creyentes y no creyentes progresistas sus avances les parecen insuficientes.
Estamos en un punto en el que parece que todo está arreglado y que lo que hace falta es un mandatario fuerte, con una doctrina que sea posible, pero que simultáneamente rompa los moldes de lo que se ha hecho hasta ahora. Se dividen en algunas cosas, como que si el elegido debe tener una edad u otra para que su mandato dure 10 años o menos.
Otros abogan por que sea joven para que les dure mucho tiempo al frente de una institución que languidece desde hace tiempo. Decía el Papa Francisco que “es mejor ser ateo que ir a la iglesia y odiar a todo el mundo” y no le faltaba razón. Su pontificado ha estado lleno de luz para unos y de sombras para otros. Y eso a mí me parece bien, a otros no tanto y de ahí que haya una controversia de difícil solución.
Esta mañana, mientras lee este artículo, los restos de Francisco han recibido sepultura en Santa María la Mayor, en Roma, fiel a lo que dejó en su testamento, como reflejo de su compromiso con la austeridad y su profunda devoción mariana. Una tumba sencilla. Descanse en paz.
* José MORENO GARCÍA
Periodista.
Analista de la actualidad.
Islas Canarias, 26 de abril de 2025
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