EL MONÓLOGO Nº039
Comienzo de un año y una década

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En el comienzo de un año y una década

 

Pepe Moreno *

 

 

Aquí estamos, en el primer monólogo del año 2021, año en el que tenemos depositados todos los buenos deseos de un tiempo que ahora comienza y que espera olvidar la mayor parte de un 2020 que nos trajo confinamiento como palabra del año.

 

La Fundación del Español Urgente, promovida por la agencia EFE y la Real Academia Española escogieron este vocablo que tiene tres definiciones: una como “acción y efecto de confinar”; otra referida a su aplicación penitenciaria (”Pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio”); y la aplicable a la pandemia: “aislamiento temporal y generalmente impuesto de una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad”.  El diccionario da además un ejemplo de su uso: “El Gobierno decretó un confinamiento de un mes”.

 

La palabra ganadora ha sido elegida entre una lista de doce candidatas en la que se encontraban otras que han marcado el año que termina. En ese listado de aspirantes a palabra del 2020 se incluía además “coronavirus”, “infodemia”, “resiliencia”, “COVID-19”, “teletrabajo”, “conspiranoia”, “(un) tiktok”, “estatuafobia”, “pandemia”, “sanitarios” y “vacuna”.

 

Así pues, podemos decir que recién hemos terminado el año del confinamiento y en este tiempo se nos han ido personajes conocidos, famosos, de cierta relevancia social y, sobre todo, amigos. De esos se nos han ido unos cuantos que no sabemos cómo ni porqué fueron llamados a otros cometidos en un mundo al que no tenemos acceso y en el que no sabemos qué misión tienen ahora mismo. Por eso mismo nos fueron arrebatados y por eso los echamos de menos, porque ya no podemos contarles qué nos pasa y la falta que nos hacen.

 

Ha sido un año difícil en todos los aspectos. No sabíamos qué era un confinamiento, ni que, por nuestro bien, teníamos que quedarnos en casa. Mientras, miles de personas se echaban a la mar en busca de otros horizontes que cambiaran su vida y sus esperanzas de un mejor porvenir. Arribaban a costas desconocidas y aquí encontraban una primera acogida que tampoco era la que esperaban. En este litoral también anidaban las envidias y los sentimientos de rechazo en una parte de la población, proclive a dejarse llevar por los sinsabores que se acumulan entre una ciudadanía que desconoce qué futuro pueden tener en el actual presente de cierre por pandemia.

 

Por eso hoy estamos expectantes de lo que augura el 2021 y la nueva década, que dicen que trae la esperanza de una vacuna que comience a ponerle barreras a los contagios y freno a la muerte o el padecimiento de una enfermedad que coarta el gusto y la felicidad, que impone una nueva forma de vivir y que restringe los movimientos de un mundo global, tal y como lo conocíamos hasta el mes de marzo. Que borra las facciones y que obliga a explicar que, aunque no se vea, sonreímos bajo las mascarillas. Que nos obliga a guardar colas, que debemos ir a los sitios con cita previa o que ahora conozcamos más a nuestros médicos y personal sanitario por las voces en el teléfono que por su presencia física.

 

Estamos ya en el 2021 y mantenemos firme la esperanza de que poco a poco, con la prudencia y la tranquilidad necesaria, volvamos a ser nosotros mismos. A que los codazos de hoy dejen paso al abrazo de antaño, a que las videoconferencias dejen paso al encuentro con los seres queridos y que nuestros mayores vuelvan a ser los entrañables de cada casa en vez de personal de riesgo a los que no podemos ver ni visitar en fechas señaladas.

 

Lo que hemos vivido en el último año ha sido tan fuerte que nunca imaginábamos que nos encerrara en casa durante tanto tiempo y que nos convirtiéramos en policías de pasillo, vigilando tras las cortinas quien, cómo y porqué se movía por unas calles vacías y en las que solo patrullaban agentes provistos con talonarios de sanciones administrativas que penan paseos no autorizados por la autoridad pertinente.

 

Por eso estamos llenos de esperanzas de que este año que recién ha comenzado nos traiga de vuelta todo lo que hoy echamos de menos y de que, poco a poco, lo de la nueva normalidad sea un término que solo esgrimen esos políticos que aparecen en las pantallas mediáticas dándonos ánimos. Haciendo propaganda que nadie se va a quedar atrás, y promoviendo leyes, decretos y estados que dejan vendidos miles de puestos de trabajo que no saben cómo pagarán sus compromisos vitales, comerciales, mundanos o domésticos. Nos han hablado de miles de millones de euros, de pagos aplazados, de ERTES y de una manera diferente de ganarse el sustento, pero nadie ha explicado cómo llegarán hasta las capas más humildes de una sociedad que solo sabe trabajar para vivir y que hoy nadan en la indigencia del desconocimiento de qué pasará con sus puestos laborables.

 

Iniciamos el 2021 sin saber cómo se prorrogarán esos Expedientes de Regulación Temporal de Empleo que acaban el último día de este mes de enero. Si se mantendrán en las actuales condiciones del 70 por ciento o se recortarán algo más. No sabemos si los empresarios tendrán músculo económico para mantener sus plantillas o si por el contrario nos veremos tramitando miles y miles de expedientes ante unas oficinas de empleos ya saturadas de demandantes de prestaciones. Pero tenemos fe en este año y en esta década que está comenzando en que los malos augurios solo están motivados por un pesimismo que aún tenemos del peor año de nuestras vidas y que lo que nos queda por ver no puede ser tan malo.

 

Por eso es también bueno tener presentes a todos los que se nos fueron por culpa de un coronavirus que salió de Dios sabe dónde de China y que se ha propagado por todo el mundo de una manera mortífera y rápida. Ya ni nos acordamos de los primeros casos, de unas gentes que provenían de sitios recónditos porque fueron a visitar a alguien o en un viaje exótico del que regresaron con un huésped no reconocido en su equipaje.

 

En este primer monólogo del 2021 quiero ser lo más positivo posible, pero es de justicia acordarse de todos los que están recordando a los seres queridos que estos días han faltado a la mesa, a sus comentarios y a sus pensamientos. Gentes que se fueron y que ya no nos pueden ayudar a completar las historias a las que le falta la aportación de su presencia. A los padres que partieron, a los hijos que hoy no pueden estar, a los familiares que en algún momento compartieron vivencias y palabras que se quedaron dentro como eterna promesa de no caer en el olvido. Vaya por todos ellos un emocionado recuerdo y un brindis de reencuentro.

 

Comienza un tiempo nuevo que nadie sabe que nos deparará, pero que en estos momentos deseamos que sean mucho mejores que los que dejamos atrás. Un año nuevo, lleno de proyectos y de propósitos, ya sean de enmienda o de emprendimiento, que nos hacen un poco mejores. En estos días no hay sitio para venganzas ni para la ira, sino para los buenos deseos. Y así tiene que ser. Por tanto, ¡Feliz año nuevo y que todos los deseos de los lectores de Canarias en positivo se cumplan!

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

La Laguna (Tenerife), 2 de enero de 2021.

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