EL MONÓLOGO Nº054
Vacunarse por encima de todo

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Pepe Moreno *

 

 

El Gobierno de Canarias está llevando a cabo una campaña para vacunar a todos los que tienen entre 60 y 69 años y lo está haciendo con llamamientos a la población con el objetivo de que se enteren la mayoría de los afectados. Para ese fin ha insertado una serie de anuncios, en los medios escritos y en las redes sociales para rescatar incluso a los que aún no figuran en ninguno de los expedientes de la Seguridad Social, ni su teléfono es conocido en los archivos de Sanidad. La medida ha sido tan bien acogida que, ayer tarde, se bloquearon las centralitas de recepción de llamadas en el 012 y se tuvo que pedir a la población que tuvieran paciencia o que se abstuvieran en las siguientes horas de seguir insistiendo para inscribirse.

 

Eso quiere decir que hay ganas de vacunarse, que la gente quiere participar y respirar más tranquila, a pesar de tanta campaña en contra y de que quiere obtener esa inmunidad de rebaño que tanto se ansía para recuperar la normalidad de antes.

 

Vivimos en un mundo en el que todo el mundo opina y habla de unas vacunas que acumulan muchas incertidumbres, pero que traen la tranquilidad de que el virus tiene algo más contra lo que luchar.

Se habla con gran ligereza de los efectos secundarios de las vacunas y parece que unas están por encima de otras. Casi se percibe que los inmunizados con la Pfizer o con Moderna son unos privilegiados y que los que son inoculados con la AstraZeneca son menos en la escala social.

 

Como si la nueva clase social estuviera marcada por la marca de la inyección que te meten en tu cuerpo. Y no se debería mirar este punto sino la efectividad que produce y el grado de protección que se obtiene. Pero hemos logrado que la discusión tenga más que ver con su nombre comercial que con las propiedades que contiene un principio químico que es el mismo para todas.

Y no es eso, porque todas son casi iguales. Según la definición oficial se trata de sustancias que, al unirse a la fórmula, tienen la capacidad de incrementar la respuesta del organismo humano al ser inoculado. Asistimos a una guerra comercial en la que las farmacéuticas tienen mucho que ganar, o que perder.

 

Para Pfizer o para Moderna, todas las dosis que se vendan de AstraZeneca son beneficios que ellos dejan de ingresar, por tanto, lo que intentan es que se compren todas las se puedan de esa marca en concreto y tratarán, de forma más o menos sibilina, de que se pongan las menos posibles de las marcas de la competencia.

 

Lo más importante en esta lucha es que estas sean un elemento importante para tratar el covid-19, que ya ha dejado más de 700.000 muertos y 20 millones de contagios en el mundo. No debemos, por tanto, dejarnos arrastrar en esa lucha y procurar que sean efectivas. ¿Sabe alguien cómo se llaman, por su nombre comercial, las que nos administran contra la gripe cada año o la que se utiliza contra la rabia o contra el sarampión?

 

Me explicaba un médico que una vez que la dosis ingresa en el cuerpo, causa una reacción del sistema inmunitario, que intenta proteger al resto del organismo enviando glóbulos blancos que producen anticuerpos para contener la infección. Así, cuando un virus intenta de nuevo ingresar por cuenta propia, los anticuerpos saben cómo actuar en su contra y eliminarlo.

 

Si ese es el principio básico, ¿qué es lo que en este momento podría generar las dudas que se plantean entre los ciudadanos? Lo que nos cuentan en cuanto a efectos secundarios, no hay más. Es cierto que con la administración de una de esas marcas se han producido una serie de reacciones que tienen que ver con la circulación de la sangre y con trombos en el sistema de conducción y que se han dado, principalmente en mujeres.

 

Pero eso tiene más que ver con otros medicamentos que con la reacción del cuerpo en sí. Es más, los expertos consideran que el beneficio de esta vacuna en la prevención de hospitalización y muerte por COVID-19 es superior al posible riesgo de aparición de algunos acontecimientos tromboembólicos muy poco frecuentes. Sin embargo, esos mismos estudiosos de esta vacuna advierten que tanto los profesionales sanitarios como los ciudadanos deben estar vigilantes de la aparición de signos o síntomas sugestivos de un acontecimiento tromboembólico y añaden que “se van a llevar a cabo revisiones adicionales para el resto de vacunas frente a la COVID-19 aunque por el momento no se ha generado ninguna señal para el resto de vacunas. Además, se seguirá analizando la notificación de este tipo de problemas”.

Si eso lo dicen los que saben ¿qué aportamos los demás, los que no sabemos de esto sino por las influencias mediáticas, más que por conocimientos?

 

Creo que nadie expondría a una buena parte de la población mundial a un problema de esta categoría sin evaluar las consecuencias.

La gente tiene ganas de vacunarse, ya que los beneficios que genera esta inmunización son superiores a los riesgos que se corren. Estamos ante una enfermedad tan nueva que hace un año nos mandaron a confinarnos para detener su expansión masiva.

 

En un sistema sanitario como el canario, con unas camas muy limitadas y con los recursos económicos muy concretos, cualquier variación se deja notar. Hemos tenido islas en las que la presión hospitalaria ha llegado a límites que hasta hace bien poco eran desconocidos. Por ejemplo, que todas las camas posibles se destinaran a enfermos con estas patologías, como ha ocurrido en Lanzarote o en Fuerteventura, hacen que se pongan todos los medios para frenar los contagios. Y eso no es solo una misión de los responsables sanitarios, sino de una población que se ve impotente para que no le afecte un virus que entra en el organismo tan fácilmente, pero al que es casi imposible luego erradicar y que no produzca daños que cuestan salud y dinero.

 

Los enfermos se ven impotentes y aparece el miedo a “pillarlo”, a curarse con garantías o a que seamos señalados como portadores. Por eso todo el mundo quiere vacunarse. El desarrollo de vacunas es sumamente complejo y supone una media de entre cuatro y siete años. Con la vacuna frente a la COVID-19, la llegada se ha acelerado de manera extraordinaria. Para ello, ha sido imprescindible la suma de fuerzas entre la comunidad científica y los Estados de todo el mundo, que han apoyado esta investigación movilizando recursos como nunca antes se había hecho, financiando la producción para poder disponer de millones de dosis en el menor tiempo posible.

 

Además, no partimos de cero, sino que ya disponemos de una amplia y probada experiencia sobre cómo desarrollar vacunas con garantías de calidad, seguridad y eficacia. Prueba de ello es que el calendario de vacunación español incluye vacunas frente a 14 patógenos diferentes. Esta experiencia acumulada durante más de 50 años sobre cómo fabricar y comprobar la eficacia y seguridad de estos medicamentos, ha sido de vital importancia en el rápido desarrollo de las vacunas frente a la COVID-19.

Las agencias de medicamentos como la AEMPS, encargadas de autorizar la vacuna, están realizando un extraordinario esfuerzo de evaluación de los datos conforme se van generando, y los plazos regulatorios se han adaptado a esta situación de emergencia.

 

Y es esta manera de pensar la que nos puede llevar a esta ansia de ser vacunados, frente a los que siguen teniendo dudas, pero es mejor esta opción que seguir en la incertidumbre de un contagio.

 

Vaya pues este monólogo hoy en la línea de apostar por la vacunación y no mirar la marca. Lo importante es inmunizarse frente a una enfermedad que les ha arrebatado la vida a tantas personas. Entiendo la saturación de las líneas en el 012 canario. Hay muchas ganas de inmunizarse, aunque las dudas existan.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

La Laguna (Tenerife), 17 de abril de 2021.

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