EL MONÓLOGO Nº064
El pleito, en Fase 3

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Por Pepe Moreno *

 

 

Desde anoche estamos otra vez, en Tenerife, en fase tres. Es decir, otra vez vemos como los interiores de los bares y restaurantes están clausurados, los aforos en todos sitios están limitados a un 33 por ciento y la vida se ha vuelto un poco más triste para todos los que viven en la isla. ¿Qué nos ha pasado? Pues que los contagios han pasado a ser preocupantes y que el número de enfermos de la COVID ha crecido tanto que ponen en rojo todas las posibilidades de recuperar la “normalidad” de la vida con una pandemia de por medio.

 

Observamos como la vida se recupera en otras partes de nuestro entorno. Las mascarillas pasan de obligatorias a optativas y la gente en la calle recupera ese tonillo de “esa cara me suena” porque los tapabocas han dado paso a las facciones en su más amplia dimensión. Sin embargo, en Tenerife eso está por ver. Se ha estado subiendo en el número de afectados como ya he escrito en anteriores artículos y nadie ha hecho nada por frenarlos.

 

No es de recibo criminalizar o hacer responsable a nadie de lo que ha ocurrido. O, mejor dicho, la pachorra de los que han tenido en sus manos poner freno a esta expansión del virus ha brillado. Se han dado noticias de botellones, de fiestas, de concentraciones de personas, pero como en todos sitios. Pero aquí parece que eso ha tenido más incidencia. Mientras en Tenerife se iba escalando en el número de contagios, en otras islas, con las mismas condiciones de incumplimientos, esa estadística de subidas se producía en menor medida.

 

En Gran Canaria, por ejemplo, no se superaban la treintena o la subida se situaba en niveles más livianos. Los que han querido ver en esto parte del pleito insular que siempre nos atenaza, se agarraban a deducciones rayanas en la partida de nacimiento de los que manejan la estadística, pero no han atajado ninguna de las posibles soluciones que podían poner remedio a lo que se avecinaba. El informe que se presentó el jueves en la reunión de los alcaldes con el Cabildo de Tenerife y con los responsables de Sanidad venía a analizar que cuando a Tenerife se le bajó de nivel, a primeros del mes de junio, quizás se precipitó y que el final del estado de alarma nos pilló con unos índices muy elevados. ¿No era ese el momento de tomar decisiones?

 

Todo se ha ido dejando. La anterior reunión de los alcaldes de la isla se produjo en noviembre y ahora la siguiente el 24 de junio, ¿no es demasiado tiempo sin cotejar qué estaba pasando? Hemos visto como en esa reunión del pasado jueves se habló mucho de la hostelería, pero lo lógico era hablar de la ciudadanía y de la manera de atajar el ritmo de los contagios.

 

Por lo que hemos sabido, en ese estudio, en Tenerife existe «una transmisión comunitaria del virus no controlada, y en ascenso abrupto y rápido» y eso se puede deber, en parte, al descenso a nivel de alerta dos el pasado 2 de mayo, cuando la Isla se encontraba en riesgo medio y «sin dar los 14 días estimados como margen de estabilización de tasas». Y además se indica que «en un contexto en el que las actuaciones asociadas a los niveles de alerta se habían relajado». El documento precisa que, mientras que el cambio de nivel se realizó en Tenerife solo ocho días después de la estabilización de las tasas, en Gran Canaria, para rebajar las restricciones se esperó a los 14.

 

Pero hay más. En cuanto a los grupos de edad en los que mayor incidencia del virus hay, el informe especifica que, aunque los datos muestran que la población con valores más afectada es la de menores de 45 años, aunque lo cierto es que «el análisis de los brotes indica que se están produciendo casos en todos los ámbitos». El documento de marras también habla de la «dispersión territorial muy elevada» y también se refiere a la cobertura de vacunas y dice que es comparable a la del resto de las Islas y de España, por lo que los datos indican que puede deberse a la relajación del nivel de alerta.

 

Por tanto, lo que sucede en Tenerife debe ser responsabilidad de todos y desechar cualquier criminalización. La gente joven hace lo mismo en todos sitios y tal y como se puede ver no hay una razón única que haya propiciado que los bares y restaurantes hayan cerrado sus interiores o que los gimnasios solo funciones al 33 por ciento o que las reuniones no sean superiores a cuatro personas o que nos hayan dejado fuera algunos mercados turísticos como Reino Unido o Alemania.

 

Ahora lo que nos debe preocupar es cómo salir de esta situación y que la incidencia económica sea la menor posible. Tenemos que hacer lo que podamos para rebajar la tensión que se está produciendo en las camas UCI o que las plazas hospitalarias ocupadas por enfermos de COVID sean menos de los que hoy se contabilizan. Ese debe ser el verdadero objetivo para luchar contra esta pandemia, porque nos va la vida -y nunca mejor empleada la expresión- en conseguir ese objetivo. Este debe estar por encima de criterios territoriales.

 

He oído a mucha gente preguntarse si la decisión sobre Tenerife no tendrá más que ver con un Gobierno en el que hay más representantes de una isla que de otra, que esta es una manera de “hundir” una marca y de “ensalzar” a otra y no tienen en cuenta lo que de verdad está pasando y que es el peligro de la expansión de un virus y lo malo que puede ser para la salud de sus habitantes. Es lícito en este archipiélago pensar de esta manera porque de una manera o de otra nos hemos criado siempre con una especie de competición en la que amarillos y azules siempre han estado enfrentados y que, ya sea en Carnavales o en el fútbol, cada uno ha mirado siempre por encima del hombro al vecino.

 

Son cosas de nuestras vivencias, de nuestra idiosincrasia y que vienen de muy atrás en el tiempo. Siempre hemos visto el fantasma de lo insular planear por encima de todo. Lo vemos y somos capaces de contar las noticias que ofrece este o aquel medio de comunicación antes que razonar sobre el contenido de las informaciones y quizás esta manera de ver la realidad nos impida su comprensión. Es cierto que Tenerife recibía, antes de la pandemia, un millón de turistas más que Gran Canaria. O que, en la isla picuda, la restauración ha ido por delante que en resto. Incluso es lícito decir que la marca tinerfeña estaba muy por encima de las otras, pero no debemos mezclar los conceptos porque entonces estaremos ocultando la realidad.

 

Ese pleito insular del que escribió Marcos Guimerá Peraza y que nos ha estado moviendo desde siempre, sigue estando hoy muy presente en todo lo que hacemos. Siempre vemos una mano con los colores de la de enfrente moviendo los hilos, lo que nos impide hacer lo necesario para evitar que los males se sigan prodigando. Es más fácil culpar y decir que la medida es injusta que buscar las razones para el crecimiento y divulgación de la enfermedad. Y es muy simplista ver cada día como crecen los contagios y tachar de “alucinante” la decisión del Gobierno de cerrar la hostelería, en sus espacios interiores, en Tenerife.

 

No hay una propuesta de qué hacer, ni de cómo es posible que sigan creciendo. Lo que realmente les importa es hacer este tipo de críticas sin proponer ninguna solución que realmente ayude a frenar la pandemia o a que ningún tinerfeño más se vea afectado por una enfermedad que le puede conducir a la muerte o a consecuencias de salud muy graves.

 

Pero lo mismo digo de un presidente del Cabildo que ha tardado mucho en reunir a los alcaldes para impartir medidas comunitarias, o que dice ocurrencias del tipo de abrir un centro para vacunar día y noche para que a continuación salga el responsable insular en esta materia a decirle que no hay dosis disponibles para llevar a cabo esta ingeniosidad.

 

También hablan de que debe haber más gente inmunizada en Tenerife ¿y qué hacemos? ¿se las quitamos al resto de las islas? ¿premiamos a unos por encima de otros? Y es que de este tipo de salidas están los titulares de los periódicos llenos. El Cabildo ha perdido el liderazgo en este tema y los contrarios políticos hacen campaña con las medidas, pero olvidando a los enfermos.

 

Es preocupante el nivel de afectados por este virus que registra esta isla, pero aquí lo único que importa es la cuenta de resultados de todos los sectores. Cuando no es la hostelería lo es el sector turístico o lo es cualquier otro que represente más de un dígito en el Producto Interior Bruto, pasando la salud o el bienestar de los ciudadanos a un segundo plano.

 

Por el contrario, y que no se me olvide, están los profesionales de esos sectores afectados por las medidas que están viendo cómo se cercenan sus posibilidades y entran en unos derroteros de pérdidas que hace muy difícil su continuidad. Es cierto, igualmente, que la hostelería no merece pagar los platos rotos de esta pandemia, pero para ello hace falta que los responsables políticos y los económicos se reúnan y encuentren el punto de encuentro necesario para que la actividad se desarrolle con plenas garantías para unos y para otros y para que las soluciones no choquen con la salud del cliente.

 

Nadie ha hablado si en Tenerife se siguen las mismas pautas con los posibles positivos que se realizan en otras islas. Nadie sabe si realizar más pruebas diagnósticas juegan en contra de tener un número más elevados de positivos. Ni una sola palabra hemos oído de qué seguimiento se realiza a los contactos directos de alguien afectado por la enfermedad. Falta conocer cómo se hace el seguimiento de las cuarentenas que se imponen a los que han estado cerca de un contagiado. No sabemos nada si los protocolos son estrictos en un sitio o son más laxos en otras islas y no tenemos datos de cómo se llevan a cabo las estadísticas diarias, es decir, quien remite diariamente los números de los casos contabilizados.

 

Son demasiadas incógnitas, pero lo realmente duro es que cada día en Tenerife se superan el centenar de casos positivos y la siguiente isla en la clasificación diaria apenas reporta una veintena. ¿Alguien ha preguntado por qué o simplemente lo anota y añade que esto no puede seguir así?

Es muy simple achacar todo esto a un pleito insular que siempre ha servido para dividirnos y para que no caminemos como región. Hace falta que hagamos un examen de conciencia sobre lo que cada día hacemos y que la autocrítica esté por encima de los colores que defendemos, porque si no es así nunca veremos el bosque porque las ramas de los árboles nos taparán la visión del conjunto.

 

Tenerife está en Fase 3 y son muchas las cosas que nos gustaría saber, pero también es cierto que la isla ha aportado cada día un número insostenible de contagios. ¿Nos importa más el pleito que la enfermedad? ¿Es mejor seguir con cada vez más gente muriendo o sufriendo la pandemia?

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

La Laguna (Tenerife), 26 de junio de 2021.

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