EL MONÓLOGO Nº068
Todo cambia y todo queda

AL FINAL DE ESTE ARTÍCULO, TRAS LA FIRMA, PUEDES DEJAR TU OPINIÓN Y RESPUESTA…

Por Pepe Moreno *

 

 

Los contagios por COVID-19 en la isla de Tenerife han provocado la subida a nivel de riesgo 4, con una serie de restricciones que se han matizado para que sea posible la economía y la salud. El Gobierno de Canarias explicó en la tarde del jueves lo que significan estos niveles con la situación actual, a pesar de que ese mismo día el número de enfermos por este virus ascendía a más de 900 y que el viernes la cifra superó el millar.

 

Así, los restaurantes seguirán abriendo hasta las doce de la noche y los clientes que deseen acceder a sus interiores necesitarán estar vacunados o haberse realizado una prueba previamente a estar sentados en sus mesas. Los encargados de recoger estos requisitos puede que sean personas que no tengan su pauta de vacunación completada o que, protegidos por una mascarilla, no se hayan sometido a ninguna prueba que demuestre que no son portadores del virus. Pero eso no importa.

Dieciocho meses después de la declaración de la pandemia todos estamos un poco hartos de tanta restricción y en este momento parece que importa más el negocio que la prevención de los contagios.

 

Este tiempo nos ha servido para ir variando mucho en el concepto de las cosas y de su definición. Hace ya algunos artículos escribí lo que ahora se impone, pero la lista ha ido creciendo. Antes ser positivo en las cosas era casi un valor añadido y las personas positivas eran las que valían, eran optimistas, sacaban siempre ese lado bueno de las cosas que nos agobian, e imponían sus criterios efectistas sobre la gente que lo ve todo negro y que se siente hundida sin encontrar solución.

 

Hoy un positivo es alguien que hay que encerrar, que se tiene que aislar por el bien de los demás, para no seguir repartiendo el virus en una sociedad que se ha acostumbrado a llevar mascarilla y por tanto no le vemos si sonríe o si tiene mal aliento. Hoy lo que se impone es dar negativo, que cuando te hagan una prueba des negativo, que es la única forma de seguir andando por las calles, que nadie te acuse de insolidario o que, dentro de un margen de restricciones, puedas seguir haciendo tu vida. Es una cosa que ha cambiado, no sé si para bien o para mal, pero que es mejor ser negativo que positivo y si no que se lo pregunten a los que han tenido que hacer cuarentena en los sitios a los que han viajado y los han encerrado porque el dichoso test detectó que eran positivos.

 

Yo sé que estas cosas hay que cogerlas como lo que son, pero en estos momentos nos están marcando incluso en la manera de comportarnos. Antes ibas a un sitio y apenas si te fijabas en los que estaban contigo. Hoy hay que tomar todas las filiaciones posibles por si te llama un rastreador y poder darle todos los datos para que esas personas no salgan a la calle y se queden encerrados como consecuencia de haber estado con alguien que dio positivo.

 

Son maneras de ver las cosas. Por ejemplo, no es lo mismo ver a unos payasos, que siempre nos pondrán la sonrisa en la boca y los veremos cómo personas divertidas, ocurrentes y dispuestas a hacer reír a los demás. Pero si esos mismos payasos los vemos a las tres de la mañana en el zaguán de nuestra casa esa misma sonrisa se nos helará en nuestro rostro y pensaremos lo peor para los momentos posteriores.

 

Sin embargo, son los mismos, con los mismos trajes, la misma faz pintada y la nariz roja y redonda, pero es el escenario lo que ha cambiado y eso nos lleva a que tampoco podamos tener la misma actitud. La primera es de risas y fiestas y la segunda de angustia, congoja y miedo a lo que puede significar la presencia de los mismos personajes. Y es que varía mucho el contexto en el que podemos poner una vivencia y la otra.

 

Otra cosa de las que ahora han cambiado podríamos circunscribirla a la forma en la que hablan nuestros políticos y lo que intentan, de una manera o de otra, irnos metiendo en el subconsciente. Hemos asistido, impávidos, a lo de todos y todas, como si el neutro no existiera. De ahí hemos pasado al “todos, todas y todes” como si lo tuviéramos que incluir en nuestro vocabulario para no parecer un retrógrado metal que no acepta las nuevas formas de ser de las personas.

 

Y lo hemos asumido, casi sonriéndonos o al menos expresando que lo decimos por quedar bien. Lo último que hemos visto en esta forma de expresarnos es lo de “matria” por patria. Ni siquiera el Word acepta esta palabra y te la subraya diciéndote que la has escrito mal. Pero es que además siempre hemos tratado el concepto de “patria” como madre. Los argentinos, y cualquier hispanoamericano, que quería referirse a nuestro país lo hacía con los conceptos de la “madre patria”. Por tanto, ahora tendríamos que revisar todo eso y llegar al convencimiento de que lo hemos utilizado mal.

 

La nueva izquierda, la populista, la que más que legislar impone normas, reflexiona en torno a conceptos y nos trata de llevar a un mundo imaginario en el que parece que lo femenino tiene primacía, que es lo que prevalece, que es lo políticamente correcto y que llevar la contraria o discutir sobre esto es un símbolo de lo “viejo” o de intransigente propio de mentalidades anquilosadas en un pretérito rayano en repudiable.

 

Por eso no es de extrañar que hoy las modas duren tan poco tiempo. Además, para ello cuentan con que la memoria de los ciudadanos es muy frágil. ¿Se acuerdan cuando nos decían que este virus no aguantaba el calor y que por ello el verano de 2020 era el que iba a marcar la línea divisoria entre una época y otra?

 

Bueno, pues estamos en el verano del 2021 y estamos sufriendo una quinta ola de contagios, que está llevando a que los números de marzo o de abril sean ahora un anhelo en comparación con los mil y pico contagios de ayer. Le afecta a mucha más gente, a más jóvenes, con una variedad inexplicable y con unas variantes que los hacen, a los virus, mucho más eficaces a la hora de aquejar a las personas.

 

Ni calor, ni verano, ni control, hoy el coronavirus circula con mucha más rapidez y entre un número mayor de personas. Por eso no valen de nada las previsiones. Nos habían dicho que con las inoculaciones que se estaban realizando le estábamos ganando la batalla a la COVID-19 y parece que no es así. No hay demasiadas garantías ni siquiera en los que hayan realizado la pauta completa de inoculación.

 

Todos estamos expuestos a volver a caer y a convertirnos en un foco de expansión de la dichosa enfermedad. Ahora la única ventaja es que los interiores de la hostelería están reservados a lo que están vacunados, que los que han podido ser inmunizados pueden ir a los gimnasios o que pueden viajar sin necesidad de someterse a pruebas para ver si dan negativo o positivo.

 

El resto sigue igual. Mascarilla que impide ver cómo tiene el rostro por debajo de la nariz, mucha higiene de manos -que por otro lado no viene mal ante tanto cochino y dejado como nos encontramos- y distancia de seguridad que algunos llaman social y que se podría resumir en colas para acceder cualquier sitio. Eso es lo que nos está dejando la vida actual, un cambio significativo en nuestras relaciones, el uso de un complemento que siempre habíamos visto en los orientales y a unos políticos que nos distraen con unas tomas de decisiones que no benefician a nadie, pero nos entretienen.

 

En fin, que esto es lo que hay, un escenario económico muy difícil de prever, unas autoridades que no saben de donde sacarán lo necesario para luchar contra la pandemia, y un pueblo sumido en todo ello que no sabe qué será mejor y cuál será su porvenir, aunque todos pensamos que será mucho más difícil que lo que ya hemos vivido. Ahora eso sí, la discusión entre matria y patria nos debería ayudar a discernir, al menos, quien está en lo que nos preocupa y quien no. Aunque quien dice esta frase ostente hoy en día la cartera de Trabajo, que es la gran incógnita del mañana.

 

No se sabe si habrá empleo para todos, ni las condiciones en las que se desarrollará, ni si se pagará por ello para mantenernos, pero eso sí, la responsable nos deja pensando si “matria” es un concepto con el que comenzar a abandonar la «carga pesada» del concepto patria. En fin, ¿qué quieren que les diga? Lo que realmente es una carga pesada es todo lo demás ¿O no?

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

La Laguna (Tenerife), 24 de julio de 2021.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *