EL MONÓLOGO Nº080
La cabezonería nunca es una razón

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Por Pepe Moreno *

 

 

La situación de La Palma está acaparando, prácticamente, toda la actualidad y nos obliga a que no atendamos con la debida atención otras cosas que suceden en nuestro alrededor y a las que deberíamos estar más consideración por la incidencia que tiene en nuestras vidas. Por ejemplo, en quien tiene razón cuando se habla del papel de Canarias en los Presupuestos Generales del Estado o lo que está pasando en la atención de los enfermos que ingresan en las Urgencias del Hospital Universitario, o lo que pasa con el Plan de la Pobreza en las islas, o con la Sanidad en su conjunto en el Archipiélago…

 

Y así podríamos seguir enumerando una serie de temas que han sido oscurecidos por la lava y la desolación que han ido marcando lo que diariamente nos vamos enterando de lo que les pasa a los habitantes del Valle de Aridane en la isla bonita. Son noticias que se han ido imponiendo en esta actualidad a la que nos hemos ido encadenando en el día a día.

 

Leyendo el domingo pasado al director de Canariasenpositivo.com, José Carlos Marrero, en su elcotarro.com entendí que el nuevo cese de Guillermo Burillo necesitaba de una reflexión en estos monólogos que me deja publicar. Por tanto, vamos a detenernos un momento en el caso del HUC y lo que pasa en su servicio de urgencias en el que había un jefe de servicio, el doctor Guillermo Burillo, un profesional preparado para esta eventualidad, formado en esta especialidad y por tanto uno de los más formados para darle un trato de humanidad a la medicina en este ramo.

 

El doctor Burillo fue cesado cuatro días después de hacerse efectiva su reincorporación como coordinador de Urgencias en el Hospital Universitario de Canarias (HUC). La reincorporación había sido solicitada vía judicial y aceptada por el juez porque, cuando la dirección lo cesó en junio de 2020, no había esgrimido una razón que motivara dicha decisión.

 

Estuvo al frente de las urgencias durante seis años y organizó la coordinación de la primera ola de coronavirus en esa área. Desde entonces aquel entonces se abrió un frente de lucha y disparidad entre la dirección del centro –ostentada por Mercedes Cueto– y los trabajadores del área de Urgencias, especialmente los médicos, que desde el primer momento han considerado este movimiento como “arbitrario”.

 

Su salida provocó un efecto dominó, ya que, en tan solo un mes, los jefes de servicio dimitieron en bloque y siete personas abandonaron progresivamente la Unidad. Otros muchos pidieron el traslado hacia otros servicios. La indignación por la forma en la que se cesó a Burillo adquirió tal calibre que llegó a causar indignación de los profesionales del resto de España, encabezados por la Sociedad Española de Medicina de Emergencias (Semes), cuyo presidente, Juan Jorge González Armengol, defendía que la decisión se producía más por “desavenencias personales”, que por otras razones.

 

Y entre esas reflexiones del doctor podrían estar sus denuncias sobre como estaban las Urgencias. Guillermo Burillo había advertido en diversas comunicaciones que la situación estaba cada día peor. Explicó en varias cartas a la dirección que la saturación de las urgencias del Hospital Universitario de Canarias era una imagen que se repetía durante años y que estaban viviendo una situación límite. Enumeraba los problemas a los que se enfrentaba el servicio, entre los que se hallaban la cantidad de pacientes que requerían ingreso y la falta de camas para atenderlos, especialmente debido a la baja concertación y a los pacientes sociosanitarios que estaban ocupando camas que no les correspondían.

 

En estos días se ha sabido que continúan al menos 27 camas ocupadas por este tipo de pacientes. Esto provoca retrasos enormes en la asistencia a nuevos pacientes y a trabajar en pésimas condiciones. De ahí que veamos camas en los pasillos, una estampa por la que el profesional doctor mandó numerosos correos electrónicos a la dirección y de los que nunca obtuvo respuesta. Apenas seis meses después fue cesado por primera vez y ahora, recientemente por segunda vez.

 

Y es que solo cuatro días después de su reingreso, la dirección del centro lo volvió a echar, alegando que los motivos son los mismos que en junio, es decir, por “un cambio en la gestión interna”. La dirección admite que en su momento no se argumentó por escrito el motivo y, por eso, confía en que con hacerlo por escrito se dé cumplimiento a lo exigido en la sentencia judicial. ¿Hay más argumento que este para comprender que se trata de una persecución? Pero además alegan que la designación de Burillo tenía carácter temporal, que en su día -hace seis años- fue designado sin convocatoria pública y sin concurrencia competitiva para ocupar el cargo, por lo que concluyen en que “si el nombramiento fue libre, también lo es el cese”. Durante el juicio que motivó la reincorporación de Burillo, el abogado defensor, Antonio Domínguez Vila, alegó que el cese debía ser nulo porque faltaban motivos para hacerlo.

 

Conozco a Guillermo y se de sus desvelos por hacer que en Urgencias, en particular y en el HUC en general, impere la humanidad como uno de los fundamentos de la práctica médica, que sus profesionales pongan en valor sus conocimientos, pero también que su comportamiento ético vaya aparejado con el juramento de cuidar a sus semejantes, que se pongan en la piel de los que sufren y acuden a los servicios sanitarios buscando un alivio a sus males y sean tratados con la dignidad propia de personas que buscan una solución a sus dolores o molestias.

 

Eso solo se puede hacer con un atendimiento comprensivo en la relación entre el paciente y los profesionales de la medicina, en todos sus ámbitos sanitarios. Y desde luego eso no puede ser sancionado con el despido ni con el traslado de quien denuncia, más bien al contrario, hay que buscar las soluciones demandadas.

 

He hablado con profesionales de los que llevan toda la vida en ese HUC y nadie comprende lo que está pasando. Cuentan, con gran pena, el declive que está llevando la institución sanitaria y el negro porvenir que le auguran. ¿Qué está pasando? ¿Es solo cosa de la dirección o hay algo más?

 

Bueno sería que los responsables políticos de la Sanidad Canaria miraran hacia el centro de esta polémica que se está convirtiendo en gangrena y que puede pudrir a una institución que los tinerfeños siempre han visto como algo propio, nacida del empeño de un Cabildo allá por el medio siglo pasado, y que hoy se debate en un querer y no poder.

 

Muchos profesionales de la medicina han tirado la toalla y se han ido a lo privado, hartos de politiqueos y de no ser escuchados cuando han denunciado la derrota negativa en la que lleva años metido el HUC. Desde ese centro hospitalario han salido nombres de prestigio que han buscado otros horizontes profesionales en los que hoy desarrollan y aplican sus conocimientos.

 

Pero también ha sido un terreno en el que han progresado una serie de gentes que han logrado imponerse por sus contactos políticos, han ascendido a cargos impensables y han ostentado representaciones y canonjías que en la vida podrían pensar por el simple hecho de estar bien relacionados. Mientras, los pacientes se hacinan durante horas en los pasillos de urgencias. La pasada semana, el área de urgencias del centro hospitalario se saturaba, una vez más, por completo tras recibir 287 pacientes –unos 60 más de lo habitual– y verse con la imposibilidad de drenar camas, porque durante los festivos no se dan altas. Desde el área administrativa confirmaban estos retrasos y pedían disculpas a quienes lo sufrieron.

 

Las imágenes con pacientes encamados esperando en los pasillos y la entrada al área hasta con diez ambulancias en espera se repetían, porque nada de esto es nuevo. En esas dependencias se lleva sufriendo este tipo de eventos desde que se les derivara el cupo de la población de la isla baja, allá por el 2010, como señalan algunos de los trabajadores más veteranos del centro.

 

En esta ocasión ha ocurrido cuando el área cuenta con más recursos humanos. La plantilla de médicos ha pasado de 32 a 51 –lo que supone más personas por turno– y también se ha ampliado el personal de enfermería y se ha contratado a celadores, cuya figura antes era inexistente. Entonces, ¿qué está pasando? Pues podríamos aplicar aquello de “entre todos la mataron y ella misma se murió”.

 

El HUC necesita aunar esfuerzos y no luchas de poder, que sus profesionales sean reconocidos por sus gestores y que entre todos busquen las fórmulas para darle el empaque que tuvo en tiempos. La Sanidad de Tenerife no se merece este tipo de vendettas ni que los profesionales honestos sean castigados por sus denuncias, sino más bien atendidos y trabajar de manera conjunta en beneficio de la sociedad en la que se desenvuelven porque así todos saldremos ganando.

 

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, afirmaba en el Parlamento que esta cuestión es competencia de la Gerencia del centro y añadía que se debe priorizar “la gestión y no las personas”, por tanto, no sería malo que el consejero de Sanidad, Blas Trujillo, y el director del Servicio Canario de la Salud, Conrado Domínguez, se implicaran en la solución de este asunto que está afectando a todo el sistema de un hospital que debería atender a la mitad de la población de la isla de Tenerife en unas condiciones mejores que las actuales.

 

El cese de ahora se hace porque el anterior se hizo mal y por eso la Justicia sentenció la vuelta del doctor Burillo. Ahora parece que la cabezonería es el mejor argumento y eso nunca puede salir bien. ¿Nos merecemos esto los habitantes de esta isla?

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 16 de octubre de 2021.

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