EL MONÓLOGO Nº082
La costumbre de cambiar la hora

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Por Pepe Moreno *

 

Esta noche se cambia la hora y como siempre se abre el debate si esta medida sirve para algo de ahorro o si por el contrario solo es para que perdamos una hora de sueño, para que anochezca antes, para que nos cueste adaptarnos al nuevo horario o para que el levantarnos lo notemos porque lo estaremos haciendo una hora antes de lo que nuestro organismo tiene marcado. Por tanto, estamos ante una nueva fuente de discusión. Así que ahondemos en los estudios y en las opiniones de entendidos en esta materia.

 

Lo primero con lo que me he tropezado es con la estimación que hace el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, que aprecia en un 5 por ciento el potencial ahorro energético que supone esto del cambio de hora en nuestro país. Es decir, cerca de unos 350 millones de euros, de los que en torno a 100 millones corresponden al consumo doméstico. Esto significa que cada hogar puede llegar a ahorrar entre seis y ocho euros en el mejor de los casos. En otras palabras: el impacto económico del cambio de hora es prácticamente marginal.

 

Pero es que tal ridiculez de frugalidad económica ha sido reconocida incluso por el Parlamento Europeo en un informe de 2018. En sus páginas se señala que, aunque los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros, “estos son marginales”. Ese mismo año, después de llevar a cabo una consulta pública en la que más del 80% de los participantes se mostraron a favor de eliminar el cambio de hora, la Comisión Europea decidió poner fin a esta medida en 2019, aunque luego se aplazó la puesta en marcha hasta este año, en el que tampoco se ha avanzado al respecto.

 

El cambio que tendremos que hacer esta madrugada les afectará a todos los países de la Unión Europea a la vez para evitar desfases entre los miembros. Así, en la UE el periodo de verano comienza el último domingo de marzo y termina el último domingo de octubre. En otros lugares, como EE.UU., México y Canadá también se cambian, aunque hay algunos territorios de estos países que no lo aplican, como Arizona en EE. UU., Saskatchewan en Canadá o Sinaloa en México. Además, dentro de México no todos los territorios cambian el reloj al mismo tiempo: mientras la mayor parte del país adelanta la hora el primer domingo de abril, una treintena de pueblos y ciudades fronterizas con Estados Unidos lo hacen quince días antes para estar sincronizados con sus vecinos del norte, con los que están estrechamente ligados a nivel económico.

 

Volvamos a las opiniones autorizadas, como la de José María Yusta, experto en mercado energético y profesor de la Universidad de Zaragoza quien indica que “este momento no existe justificación suficiente para mantener el cambio horario”. Esta medida se implantó en 1973 en plena crisis del petróleo para fomentar el ahorro energético.

 

Además de lo escrito anteriormente, tampoco existen datos actuales que avalen la continuación del cambio de horario. De hecho, las estimaciones de IDAE son las mismas desde 2015, ya que no existen estudios actualizados sobre el ahorro energético y económico del cambio de horario en una realidad como la actual. Este anacronismo que está también en las cifras positivas que maneja la Comisión Europea: son de un informe de 1998, en el que se expone que el ahorro energético en países del sur como España es mínimo y se mueve entre el 0,1% y el 0,5% del consumo eléctrico nacional.

 

Nos faltan datos claros, y ningún estudio refleja información actualizada como el número de hogares que hay hoy en nuestro país, el consumo energético real de los ciudadanos o el precio actual de la luz. Claro está que tampoco tienen en cuenta los tramos de discriminación horaria de la nueva factura eléctrica que se establecieron en junio con precios diferentes para los algo más de diez millones de usuarios domésticos acogidos a la tarifa regulada (PVPC).

 

A partir de esta madrugada amanecerá antes (sobre las 7:30 horas) y se hará de noche un poco más pronto (sobre las 18:10 horas). Con esto se gana una hora de luz natural por la mañana, por lo que se necesitará menos electricidad en el tramo horario más barato –el valle–, que va desde las 00:00 hasta las 07:00 horas. Sin embargo, se pierde luz del sol en las horas más caras (de 18:00 a 22:00 horas), lo que se traducirá en mayor consumo de electricidad. En esta línea, todo apunta a que la factura de la luz podría llegar incluso a aumentar con el horario de invierno.

 

Sin embargo, el profesor Yusta también nos explica que, “con la situación del mercado eléctrico actual, el efecto de las bandas horarias ha quedado diluido”. El experto se refiere a uno de los dos componentes que forman la factura de la luz: el coste de la energía en el mercado de generación, que no para de batir récords históricos y añade que “sus precios, estos meses, están disparados de tal manera que, el peso del segundo componente, las tarifas de acceso que se ven determinadas por esas franjas horarias, es ahora muy baja”, por lo que finaliza diciendo que “para que haya un ahorro, el consumidor debe estar más pendiente de los precios que marca el mercado cada hora, que de la discriminación horaria de las tarifas de acceso”.

 

La costumbre es reina del mundo, escribió en su día Píndaro, uno de los más célebres poetas líricos de la Grecia clásica, y que posteriormente incluso se ha convertido en uno de los pilares del derecho no escrito, espontáneo, y que constituyen un conjunto de principios y reglas de conducta, repetidas en el tiempo por la sociedad en su conjunto, que acata esos preceptos como vigentes y válidos, con conciencia de obligatoriedad. Es decir, estamos en este momento ante una cuestión de costumbres, ya que, ahora mismo, ya no tiene motivación energética, como ocurría hace 60 o 70 años.

 

Como hemos visto, numerosos expertos han explicado que el cambio de hora afecta poco a la iluminación doméstica, ya que antes era una parte importante de nuestro recibo, pero ahora con la tecnología led se ha reducido entre un 80 y un 90% el consumo de electricidad y esto nos haría llegar a la conclusión que el descenso en consumo es casi residual, porque en este momento y con todos los condicionantes que existen, al sistema le da igual cuando nos acostemos o nos levantemos.

 

Ahora son otras las discusiones que deberíamos analizar como por ejemplo cuál será la hora que España debe escoger y esta simple decisión provoca muchas tensiones territoriales.

Porque en nuestro país hay que decidir si se queda con el horario de Canarias de invierno, con el que tenemos en estas islas en verano o con el peninsular, ya sea de invierno o de verano. Las diferencias son enormes, y la clave estará, «en si decidimos levantarnos cuando hace sol» o «tener las tardes más largas», una cuestión meramente de costumbres. Otra vez la palabra dichosa de por medio.

 

El cambio al horario de invierno puede afectar sobre todo a las personas con patologías, a los bebés lactantes y a las personas mayores. Los efectos del cambio en los biorritmos resultan similares, pero menos bruscos que el fenómeno ‘jet-lag’, que se produce tras un largo viaje. Al despertarse, cuando el reloj biológico marca la hora a la que está acostumbrado, es cuando se producen alteraciones, aunque en poco tiempo el organismo lo compensa y se adapta. Puede provocar somnolencia, irritabilidad, cansancio o dificultad para concentrarse.

 

Por tanto, seguimos en el debate de si cambio o dejar las cosas como están, porque lo del ahorro parece que no es lo principal. Dice el diccionario que costumbre es una manera habitual de obrar una persona, animal o colectividad, establecida por un largo uso o adquirida por la repetición de actos de la misma especie. ¿Seguiremos con la costumbre de cambiar el horario? Por cierto, no hay que esperar a las dos para poner el reloj a la una, puede hacerlo cuando se acueste, sea la hora que sea. No espere. Es lo que hay.

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 30 de octubre de 2021.

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