EL MONÓLOGO / 090
Con espíritu navideño

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Por Pepe Moreno *

 

 

Anoche fue Nochebuena y hoy es Navidad, por tanto, hay que escribir este Monólogo de hoy con el ánimo positivo de que vamos a ser capaces de superar todo lo que nos venga, que la pandemia sea un referente de lo que hicimos y de lo que no. Estamos en unas fechas en las que todos nos deseamos la paz y el bienestar necesario para afrontar el futuro con todas las ganas del mundo. Muchos de los mensajes que recibimos hablan precisamente de buenos propósitos y engloban un sentir general al que todos quisiéramos aspirar.

 

No queremos penas, ni desgracias para nadie, ni siquiera para nuestros peores enemigos. Lo que queremos es que la felicidad se instale entre nosotros como nuestro mejor vecino y que la vida sea más llevadera y plácida para todos, que sepamos valorar lo que tenemos y que nuestras aspiraciones nunca choquen con las de los otros. No hay cosa más bonita que llegar hasta donde queremos sin necesidad de aplastar los anhelos de otros, sin que nadie se sienta ofendido o dolido.

 

He estado dándole vueltas a todo esto y veo que hay gentes que logran objetivos y que por eso se convierten en la diana de otros que, siendo más pobres de espíritu, no logran llegar y se molestan porque otros lo consiguen. Pero no es el día de las recriminaciones sino de los buenos deseos, porque tenemos que conseguir ganarle esta batalla al virus, que podamos otra vez encontrarnos en los sitios que deseamos, que el saludo no sea un mero encontronazo de puños sino la mano abierta que en el pasado significaba el sincero reencuentro con alguien al que le abríamos nuestros sentimientos.

 

Necesitamos volver a creer en todo ello y por eso hoy estamos un poco ofuscados, porque durante un tiempo hemos vuelto a verle la cara, y los dientes, a todo el mundo y ahora nos lo han vuelto a tapar. Estamos contrariados porque creímos que la vacuna era una garantía para no infectar ni contagiar a nadie y ha sido solamente una medida de protección.

 

Estamos tristes porque entendimos que el esfuerzo del año pasado ya estaba en otro tiempo y que estos días iban a servir de reencuentro y no ha sido así. Porque queremos una tierra en la que las lenguas de fuego no sean destructivas sino el comienzo de una nueva experiencia, de una nueva manera de ver el territorio y una geografía muy nuestra.

 

Hemos visto como las coladas son algo más serio, que lavar la ropa en horas en las que no debemos y que los ríos de lava solo quedan bien en la escritura y no por los caminos que habitualmente transitamos. La destrucción ha ido pareja a las carreteras que unían a núcleos de población y se ha llevado por delante los proyectos y las ilusiones de miles de personas que habían encontrado el sitio perfecto para realizarlas.

 

En una Nochebuena como la de ayer y en una Navidad como la de hoy no podemos olvidarnos de todos aquellos que siguen teniendo referencias, pero no cuentan con lo que construyeron o con los planes que hicieron. En este momento todo lo que se refiere a un volcán nos suena a maldito y a arrasador, pero somos islas que nacieron de erupciones y eso va innato hasta en nuestro ser.

 

No construimos bajo un volcán, todo lo nuestro va relacionado con lo telúrico y hasta la tierra que pisamos salió de las profundidades de un planeta que hierve en su interior. No es un castigo divino, como me aclaró el obispo de la Diócesis cuando le pregunté, sino una Naturaleza que sale de las profundidades para que nosotros la dominemos y le saquemos el provecho necesario.

 

Nosotros, que tan acostumbrados estamos a tener un cielo azulado, cuyo color está en nuestra bandera y en nuestros sentimientos, lo que deseamos de corazón es que esté despejado para mirarlo y extasiarnos. Las nubes nos distraen y más aún si van con cenizas, esas que impregnan calles y tejados, que caen como copos de nieve, pero que no se derriten con la misma facilidad y que dejan la impronta de que la tierra puede llegar desde ese firmamento al que miramos buscando otras cosas.

 

No queremos cenizas que sepulten lo ya enterrado, ni que se conviertan en polvo solidificado que dañe los cimientos de nuestras construcciones. Queremos seguir teniendo esa intemperie limpia que siempre nos ha distinguido a la hora de hablar de la calidad de la cúpula que tenemos encima de nuestras cabezas. Hemos pasado mucho desde el 19 de septiembre y no quiero olvidarme, ni por un momento, de todos aquellos que anoche tuvieron que compartir su mesa y mantel en un lugar extraño, con gentes que no esperaban o en la soledad que les ha dejado haberse quedado sin nada.

 

Quiero ser positivo y pensar que lo sufrido en estas horas será recompensado en el futuro y que la reconstrucción es algo más que un proyecto. Anoche me acordé de todos esos rostros, unos anónimos y otros no tanto, que en estas horas están pasando una Navidades diferentes y como nunca habían pensado que podría ser.

 

Pero lo mismo que la Tierra, también está el mar, la inmensidad de un océano que no entiende de zonas de exclusión ni de fajanas ni de deltas lávicos. De un litoral concreto que ha cambiado de la noche al día y que ahora parece más un grano en la cara que una ampliación de territorio. Siempre hemos visto que ese mar nos abrazaba y que nos enseñaba el camino hacia otros compatriotas que vivían “allende los mares” y ahora hemos descubierto que es el lugar por el que la lava nos traza una nueva senda que desemboca en el líquido elemento. La fauna salió de ahí días antes porque tienen más sensibilidad que nosotros y ahora dicen que está volviendo más profusamente y que las nuevas aguas podrían traer más vida. Y a eso tenemos que optar, a que lo distinto no se convierta en extraño o rechazable.

 

En el Monólogo de la semana que viene quizás haga un repaso del año que estamos a punto de dejar atrás, pero también quiero acordarme de Beatriz Zimmerman que anoche y hoy estará echando de menos a dos angelitos que se llevó la maldad de quien quiso castigarla y no encontró mejor método que hacerlo de ese modo. La perversidad fue descubierta por aquellos que se impusieron como tarea no descansar hasta saber qué podía haber pasado. Y si ellos no descansaron, las máquinas en las que se apoyaban tampoco, por eso las pasaron de vueltas y por ello obtuvieron las señales necesarias para hacernos una idea de que la malicia hay veces que no tiene límites. Tampoco quiero, en este día olvidarme de eso.

 

En fin, que hay muchas cosas que he tenido presente en estos momentos en los que la felicidad debería ocuparse de todo el pensamiento. He echado en falta la parranda de Lo Divino que se paseaba por las calles de La Laguna cantando villancicos, con José Carlos Marrero intentando poner orden en unas gentes que no siempre declinan la disciplina como norma, con el frío entrando por los poros que dejamos libres de los abrigos y teniendo como guía un sombrero negro que porta el director de este portal y que se convierte en el faro al que seguir en las tardes/noches laguneras. Los saltos de las canciones de estos días, las citas previamente concertadas, las visita a los conventos, los cánticos por las calles, el libreto en las manos y tantas cosas que nos hacen rememorar un tiempo que esperemos recuperar algún día, sin fecha para no descorazonarnos otra vez.

 

En fin, que son muchas cosas de las que hoy podría escribir. De las incongruencias de una situación que te impide reunirte con quien quieras, pero que debemos hacer para evitar males mayores. Nos debatimos entre medidas que están más cercanas al negocio que a la cotidianeidad, como es hacerse una prueba de antígenos antes de ir a casa de alguien, pero que nos dan la seguridad de no portar el coronavirus que traería más aislamiento y quizás más problemas de salud que alegrías por una cena.

 

Son muchas cosas, pero hay que ser positivos. Uno porque lo ha escrito y usted porque lo ha leído, lo que nos lleva a pensar que estamos bien, por lo menos para saber de nosotros. ¿No es así? Y es que el espíritu navideño también es esto: celebrar que estamos vivos y con los nuestros, aunque haya sido por cualquiera de las plataformas con las que podemos tener una conversación viéndonos. Que ese espíritu siga estando con nosotros.

 

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista.

Analista de la actualidad.

 

Islas Canarias, 25 de diciembre de 2021.

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