EL MONÓLOGO Nº005
¿Susto o muerte?

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José Moreno García *

 

Nuestra economía está en este momento totalmente parada. No hay ingresos. A la mayoría de los ciudadanos los han convertido en mileuristas por mor de entrar en un ERTE o de haber sido despedidos como consecuencia de este Estado de Alarma que entró en vigor el pasado 14 de marzo y que nos tiene a todos confinados en las casas. Los hoteles están cerrados, los vuelos con turistas detenidos y de la principal fuente de ingresos no mana nada.

 

La caída de ingresos dobla la cifra de cuando la crisis de 2007 y el número de ciudadanos que dependen del erario ha crecido hasta los 20 millones de personas, de un total de 47 que conformamos este país llamado España, ¿cómo vamos a aguantar?  Por eso habrá que preguntarse qué hacemos. Si salimos ahí fuera como está la situación o si comenzamos a procurar que todo comience a funcionar. Si optamos por el susto o por la muerte económica.

 

Las pensiones, ya de por sí bajas, consumen unos 11.000 millones al mes, hay que destinar otros 4.500 millones para los 5,5 millones de personas que cobran como desempleados o de los ERTES y buscar casi 2.000 millones para costear la Seguridad Social y pagar la nómina de los 3,2 millones de funcionarios y empleados públicos, apartado que supera lo 10.000 millones al mes.

 

Por tanto, el dilema estará por dónde o por quiénes comienza el recorte, el ahorro o como quieran llamarlo, pero algo habrá que hacer, porque la cuenta no sale al completo, y menos si la caída de ingresos es tan grande como dicen los entendidos en la materia.

 

Y luego, tenemos una medida que aún no está aprobada a nivel estatal como es el llamado “Ingreso Vital mínimo” al que el ministro de la Seguridad Social le está temiendo. En otras Comunidades Autónomas como la nuestra, esa ayuda ya se ha aprobado y está en fase de evaluación para que no impida que las personas que opten por una aquí no puedan hacerlo a una del Gobierno de Sánchez.

 

Ya sé que es muy difícil negar que este tipo de subsidios serían buenos para los que se han quedado sin recursos, pero lo más engorroso será encontrar el equilibrio entre lo que tenemos y lo que no tenemos.

 

En la Unión Europea ya han dicho que los fondos que libren no pueden ir a ayudas sino a la reactivación de la economía. Lo que pasa es que tenemos un Gobierno que cada vez que puede habla de regular estos auxilios y su argumento es aplaudido por una parte de la población a la que la incertidumbre le agobia.

 

Mucho se ha hablado de la vinculación de Podemos con países cuya población hace colas para comprar y que su índice de pobreza es inexplicable, con la cantidad de materias primas que condensan en su territorio. Todavía nos preguntamos cómo Venezuela, con petróleo, minas de hierro, agricultura rica en todo tiempo, con latifundios que en el pasado estaban a pleno rendimiento y hoy son eriales en los que no crece nada, con fábricas de todo tipo y con una cartera de exportación rica en todos los niveles a llegado a los niveles de indigencia que tiene.

 

Comenzaron a subvencionar la congelación de precios y tarifas de los combustibles y de la electricidad, y los subsidios se ampliaron para cerca del ciento por ciento de la población. Según los analistas y economistas, ésta es la causa principal de la descapitalización de los proveedores y el colapso de los servicios. Es más, según los especialistas, en ese país, en el que todo el mundo cobra del erario, la baja capacidad adquisitiva del salario no es un problema ni menor ni exclusivo del segmento más vulnerable de la población, sino un fenómeno generalizado.

 

Con todo esto, las autoridades venezolanas crearon una red clientelar que hoy divide a la sociedad. Unos quieren trabajar en una economía libre y otros no quieren desprenderse de lo que les dan. ¿Será este nuestro escenario?

 

Por tanto, tendremos que escoger entre el susto por salir a la calle a ganarnos el pan nuestro de cada día, o ser el espejo de lo que ya ha sucedido en esos otros sitios en los que estamos viendo como el empobrecimiento se extiende a medida que aumentan las ayudas públicas. Unos dirán que la economía no puede estar por encima de la salud. De acuerdo. Pero ¿es lo actual lo mejor para vivir?

 

La pregunta de esa fiesta americana de Halloween cuando los chiquillos tocan a la puerta es ¿Susto o muerte? ¿Qué queremos? ¿El susto de buscarnos la vida o la muerte de un sistema?

 

* José MORENO GARCÍA

Periodista

Analista de la actualidad

 

El Monólogo Nº5

9 de mayo de 2020.

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