La irresistible fascinación de la militancia socialista por Pedro Sánchez

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Eligio Hernández Gutiérrez *

 

 

El apoyo mayoritario de los militantes socialistas a Pedro Sánchez en las elecciones primarias para Secretario General, sin precedentes en los 144 años de historia del PSOE, ha ocasionado que su estructura interna y funcionamiento ya no sea democrático, incumpliendo lo dispuesto en el artículo 6 de la Constitución. Durante su mandato como Secretario General del PSOE, sufrió dos derrotas en las elecciones autonómicas de Galicia y Euskadi; y siendo presidente del Gobierno ha sufrido la derrota electoral en las Elecciones Autonómicas de Andalucía, de Madrid, y en las Elecciones Locales y Autonómicas de mayo de 2023. Nunca como presidente del gobierno ha obtenido mayoría en Elecciones Generales para gobernar sin alianzas.

 

En las recientes del 23 julio de 2023 ha obtenido 121 diputados, cuatro menos que los 125 que obtuvo Joaquín Almunia en las Elecciones Generales de 2000, que ocasionaron su dimisión. A pesar de estas derrotas, en los órganos internos del PSOE, no ha habido, sobre sus causas, debates ni autocrítica de los militantes del PSOE, en cuyos Congresos y Comité Federal se toman los acuerdos a la búlgara, de tal manera que se tacha a los militantes que ejercemos la crítica de fascistas o de traidores, olvidando que la lealtad no puede ser acrítica, que no es lealtad, sino sometimiento al bonapartismo oligárquico de Sánchez que impera en los órganos del PSOE. Ningún Secretario General del PSOE, ni siquiera los más carismáticos como Pablo Iglesias, Besteiro y Felipe González, han mantenido, como Sánchez, tan genuflexa a la militancia socialista, cuyo derecho fundamental a la libertad de expresión ha vulnerado.

 

No ha habido debates y críticas en los órganos del PSOE sobre la derrota electoral en la Comunidad Autónoma de Andalucía, granero secular del PSOE, donde nunca había gobernado la derecha, como tampoco los hubo antes por la estrepitosa derrota en el Ayuntamiento y en el Comunidad Autónoma de Madrid donde se fundó el 2 de mayo de 1879 el partido por Pablo Iglesias con el nombre de Agrupación Socialista Madrileña, a la que pertenecieron históricos militantes como Julián Besteiro e Indalecio Prieto, y el presidente de la Comunidad Joaquín Leguina y Alcalde de Madrid, Tierno Galván, y que, hoy, tras fracasar los candidatos, uno tras otro, designados personalmente por Sanchez para dichos cargos, el prestigioso socialismo madrileño está en una crisis lacerante y ha sido relegado al tercer puesto  en las elecciones autonómicas y en las municipales.

 

En las elecciones autónomas y locales de mayo de 2023, planteadas como plebiscito por Sánchez, el PSOE sufrió una derrota importante, de tal manera que el Partido Popular tiene el poder territorial en la mayoría de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos capitalinos de España. Como viene sucediendo tampoco se produjo un debate ni autocritica en los órganos del partido sobre las causas de la derrota. Antes, al contrario, Sánchez convoca Elecciones Generales que produce el efecto vaticinado por Alfonso Guerra en su artículo “El embrollo electoral” (The Objective 1/6/2023):

 

Como persona hábil y de reacciones rápidas comprendió que, tras la derrota de muchos candidatos socialistas con buena gestión, todas las miradas se dirigirían a quien había convertido la campaña electoral en una prueba sobre su capacidad de solventar los problemas que había generado su política de alianzas. El presidente se percató de que solo había una forma de trocar las lanzas en aplausos: convocar elecciones; lo que obligaría a los militantes y dirigentes descontentos a simular su apoyo al secretario general, cuya estrategia de campaña acaba de ser derrotada. Si se organizan comicios, mítines, reuniones en medio de una campaña electoral, cualquier crítica a la reciente gestión pasada, de sólo unos días atrás, podrá ser calificada de deslealtad al partido por parte de los acólitos del secretario general”.

 

Efectivamente, Sánchez comparece ante el Grupo Parlamentario socialista del Congreso donde, lejos de que los diputados le hagan una sola critica por la derrota electoral, poco menos que lo reciben bajo palio con atronadores aplausos propios del partido comunista búlgaro, y plantea como estrategia electoral la imperiosa necesidad de hacer frente a la supuesta amenaza fascista de la derecha y ultraderecha del Partido Popular y Vox, que logra movilizar al electorado socialista y a muchos veteranos socialistas, algunos ministros de Felipe González, sin obtener su apoyo, que firman manifiestos a favor de Sánchez, en defensa de la Constitución, de la democracia y contra el fascismo en casi todas las provincias andaluzas, en Madrid y en Canarias.

 

Y consigue sugestionar y casi hipnotizar a los militantes socialistas, que, enfervorizados, proclaman emulando al alcalde de Móstoles que “hay que salvar a la Constitución y a la democracia, que está en peligro, del fascismo de Feijoo y Abascal”, coreando en la noche electoral en la calle de Ferraz el lema guerra civilista “No pasaran”. Maquiavelo se quedaría asombrado por la astucia de Sánchez y por su habilidad para manipular y calificar excesivamente como fascista a la derecha y ultraderecha de menor nivel intelectual y político que ha tenido España desde de la Transición.

 

En efecto: Feijoo no tiene la atura intelectual y política de Fraga Iribarne, ni conseguirá las mayorías absolutas de Aznar y Rajoy. Abascal no llega ni de lejos a la altura intelectual de Blas Piñar, del que ya nadie se acuerda, un ilustrado ultraderechista y fascista de verdad, que llenaba la plaza de Oriente de nostálgicos franquistas, que se permitía hostigar implacablemente al imperialismo norteamericano, y era el mejor orador parlamentario y de masas que ha tenido España después de Azaña,

 

No se puede entender que la militancia socialista asuma, sin protesta alguna, que, en defensa de la Constitución, no se pueda pactar con Vox, que ha perdido el 23J casi la mitad de los diputados que tenía, y desparecerá igual que la Fuerza Nueva de Blas Piñar; y si se pueda pactar con Bildu, ERC y Podemos, que predican la abolición de la Constitución y blasonan el independentismo solapado en el eufemístico derecho a decidir, prohibido por la Constitución. Ante estas contradicciones evidentes, Azaña se preguntaba “hasta qué punto conservan su libre albedrio los individuos que forman multitud”.

 

Paradójicamente, ha sido VOX el que ha favorecido el ascenso electoral del PSOE, ya que los nacionalismos «separatistas» de Cataluña, donde ha subido notablemente el PSOE, y de Vasconia, donde Bildu ha superado al PNV, son una reacción contra el nacionalismo “separador” de VOX que produce un efecto bumerán de intenso y largo alcance. Ambos nacionalismos se retroalimentan y están impregnados de populismo, ese estadio superior del nacionalismo que es de siempre el fascismo (Santos Juliá).

 

El historiador Juan Pablo Fusi,  nos acaba de recordar que, precisamente, la pérdida del sentido de nación y estado españoles por parte de la izquierda -de la izquierda radical y del propio PSOE bajo la dirección de Zapatero y Sánchez- ha sido, desde mi perspectiva, una de las causas del resurgimiento político en España de la extrema derecha; y que  hay dos grandes problemas actuales: primero, en efecto, Cataluña; pero en segundo lugar, la tesis de la izquierda de que democracia es igual a izquierda y nacionalismos. Gran error. La democracia, y más así en estados muy descentralizados como España, requiere grandes partidos nacionales (mesurados, equilibrados) y acuerdos de fondo sobre las grandes cuestiones de la política”.

 

La irrupción de Vox en el panorama electoral español le ha hecho un daño político difícilmente reparable a la democracia española y al Partido Popular, ya que ha fragmentado al centro derecha y ha causado el ascenso electoral del nacionalismo independentista de ERC y de Bildu, pretendidamente de izquierdas, tan sectarios y reaccionarios como el nacionalismo de derechas de Vox.

 

Nunca he podido entender el nacionalismo independentista de izquierdas de Bildu y ERC. La filósofa italiana Donatella di Cesare, no hace mucho declaró al semanario L’Espresso que: “Toda la tradición de la izquierda ha analizado siempre los acontecimientos desde una óptica mundial, muy pocas veces nacional o, peor, nacionalista. La idea de que deba prevalecer el interés de un proletariado nacional, francés o italiano, no ha sido nunca de izquierda. La izquierda es internacionalista o no es”.

 

Hoy, en ausencia de colonialismo y dentro de un país de la Unión Europea, el derecho a la autodeterminación “es una reivindicación reaccionaria, incluso involucionista, impropia de partidos o sindicatos progresistas” (Nicolás Sartorius, quien fuera líder comunista de CCOO). “El nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo cuando los pobres lo llevan dentro, no mejora, es un absurdo total” (Bertold Brecht).

 

La primera vez que la izquierda apeló a la mentira de la amenaza del fascismo fue para que la izquierda comunista y el PSOE dominado por Largo Caballero, secretario general de la U.G.T., que desempeñaba en el momento de la revolución el cargo de presidente del PSOE, desencadenaran la revolución de Asturias en la noche del 4 al 5 de octubre de 1934.

 

Salvador de Madariaga, intelectual republicano, antifranquista por supuesto, que se exilió en Suiza, ha escrito que la Revolución de Octubre fue imperdonable, y que el argumento de que Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso. La revolución de Asturias fue también un error del PSOE, como reconoció Indalecio Prieto en las palabras que le honran, pronunciadas en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario”.

 

Sánchez ha dividido a los socialistas eliminando la democracia interna del PSOE, que ya no funciona como partido democrático, ignorando que “el socialismo es libertad” como se proclamó en la Transición, lo que es grave para España, ya que hace recordar que Salvador de Madariaga ha escrito que “la circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil dentro del partido socialista” (España, pag.380). Pero lo más grave es que Sánchez también ha dividido a los españoles con La Ley Memoria Democrática de Ley 20/2022 de 19 de octubre, pactada con EH-BILDU, que ha vuelto reabrir la «doble herida», que ha caracterizado la turbulenta y dramática historia contemporánea de España, desgraciadamente, y originado, «La progresiva separación entre los españoles y la creciente división entre las regiones”, de la que ha hablado Laín Entralgo.

 

Dicha Ley no le dedica ni una sólo línea a la Reconciliación y a la Concordia, que se había logrado en Ley de Amnistía, defendida en el Congreso por el líder sindical comunista Marcelino Camacho, muchos años preso en las cárceles franquistas, que se refirió “a la necesidad de una reconciliación nacional entre los que nos habíamos estado «matando unos a otros», y dijo que los comunistas «hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores”, cumpliendo así la Declaración del PCE sobre la reconciliación de los españoles y el cambio pacífico, aprobada en el verano de 1956 por el Comité Central del PC en Checoslovaquia.

 

La ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía, que puede considerarse el segundo “Abrazo de Vergara” de la historia de España, se aprobó por 296 votos favorables, 2 en contra y 18 abstenciones. El profesor Alejandro Nieto, en su reciente libro “Entre la Segunda y la Tercera República”, ha dicho, en mi opinión, con acierto, que esta Ley de Memoria Democrática, es un modelo del sectarismo político y de incorrecciones técnicas que bastan para justificar su olvido”.

 

El resultado de las elecciones del 23 de julio de 2023, presentado maliciosamente como un triunfo electoral por Sánchez y la militancia del PSOE, a pesar de haber sacado el PSOE 15 diputados menos que el Partido Popular, que tiene mayoría absoluta en el Senado, le animará para seguir pactando su Gobierno con Bildu y ERC.

 

Soy de los que creo que el patológico egocentrismo narcisista de Sánchez no le permite correr el riesgo de que por un posible bloqueo se celebren nuevas elecciones en las que puede perder el poder, por lo que  creo que pactará también con Puigdemont, prófugo de la justicia,  a cualquier precio, como puede ser la reforma del Estatuto Catalán para asumir las competencias exclusivas del Estado vía artículo 150 de la Constitución, lo que supone la expulsión de España de Cataluña, que es lo mismo que la independencia de facto, ya que ni la independencia de derecho ni la amnistía caben en la Constitución.

 

Ni tiene tampoco cabida el derecho a la autodeterminación en el derecho internacional, que sólo  la ha contemplado  en los procesos de descolonización al amparo de las Declaraciones de la ONU  sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, aprobada por la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones, en la que  se recoge el derecho  de autodeterminación de los grupos minoritarios a separarse de la entidad política superior si los derechos humanos de los mismos son denegados, pero declara terminantemente que “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”

 

Tampoco tiene cabida la autodeterminación en los Tratados de la Unión Europea, como ha demostrado el catedrático de Derecho Internacional Manuel Medina Ortega en su reciente libro “El derecho de Secesión en la Unión Europea”.  En el caso de que se llegara a producir la independencia de una parte del territorio de uno de los Estados miembros de la Unión Europea, ésta se vería obligada a seguir el procedimiento de admisión previsto en los Tratados que requiere la unanimidad de los Estados miembros, incluido el voto del Estado matriz.

 

El ascenso electoral de EH Bildu y del Partido Socialista de Cataluña, ha hecho resurgir en la mayoría de la militancia socialista, que considera a Sánchez como un pacificador del problema catalán, la vieja teoría del apaciguamiento. Ha logrado, aparentemente, que se dividan los independentistas, y que haya decrecido su apoyo, pero se equivoca Sánchez si cree que con el precio político que ha pagado a éstos por su apoyo parlamentario va a lograr apaciguarles definitivamente. La historia demuestra de que apaciguar únicamente aumenta las ansias del apaciguado, el cual considera que nunca dejará de obtener ventajas mientras presione.

 

El historiador de las ideas y filósofo político británico Isaiah Berlín ha escrito que “el nacionalismo secesionista es la más poderosa y destructiva fuerza de nuestro tiempo”. La llamada al diálogo y al apaciguamiento es una pura y simple propaganda política, para Sánchez, -que había reiterado que nunca pactaría con BILDU-, que la mantiene a ultranza para permanecer a toda costa en la Moncloa, y para los secesionistas, que les permite ganar tiempo para que el “adoctrinamiento”, “envenenamiento”, como lo denominó Santiago Ramón y Cajal, facilite la independencia, según su hoja de ruta “hoy paciencia, mañana, independencia”.

 

No se sustenta la afirmación, de que Cataluña está hoy mejor que en 2017, ya que la historia también demuestra que el independentismo catalán, después de haber pasado etapas en la travesía del desierto, ha vuelto a resurgir como el enemigo que siempre nos acecha en las curvas ilusionadas de nuestra historia. No podemos olvidar la advertencia de Ortega y Gasset en su Discurso sobre el Estatuto de Cataluña (1932):

 

“Pues bien; en el pueblo particularista, como veis, se dan, perpetuamente en disociación, estas dos tendencias: una, sentimental, que le impulsa a vivir aparte; otra, en parte también sentimental, pero, sobre todo, de razón, de hábito, que le fuerza a convivir con los otros en unidad nacional. De aquí que, según los tiempos, predomine la una o la otra tendencia y que vengan etapas en las cuales, a veces durante generaciones, parece que ese impulso de secesión se ha evaporado y el pueblo éste se muestra unido, como el que más, dentro de la gran Nación. Pero no; aquel instinto de apartarse continúa somormujo, subterráneo, y más tarde, cuando menos se espera, como el Guadiana, vuelve a presentarse su afán de exclusión y de huida”.

 

Sería también un error olvidar , como he escrito, que los nacionalismos catalán y vasco traicionaron(la palabra traición es de Azaña) a la República durante la guerra civil,  que denunció el presidente Negrín; que la Generalitat de Cataluña, liderada por ERC, se rebeló militarme contra la República el 7 de octubre de 1934, por lo que sus componentes fueron condenados a treinta  años de reclusión, posteriormente indultados por el Frente Popular;  y que, también con el liderazgo de ERC, dio un golpe de Estado en 2017, por el que fueron condenados por sedición, posteriormente indultados por Sánchez,  que despenalizó el delito de sedición y parcialmente el delito de malversación de fondos públicos para favorecer a lo sediciosos; y que el presidente de la Generalitat Pere Aragonés ha dicho que “se necesitan medidas mucho más amplias que los indultos y que la resolución del conflicto político va más allá, pactando un referéndum de autodeterminación”.

 

El 10 de mayo de 1936 se nombró en el Palacio de Cristal del Retiro, Presidente de la República a Azaña, que le ofreció a Indalecio Prieto, líder de la facción socialdemócrata del PSOE, “socialista a fuer de liberal”, como se autodenominó, que formara gobierno. Gil Robles le llamó, como me dijo en una conversación que tuve con él en 1973 en Madrid, que tengo grabada, para decirle que si formaba Gobierno, como le había ofrecido el presidente Azaña, le apoyaría en el Parlamento con los votos de la CEDA, lo que pudo evitar la guerra civil.

 

En una reunión del grupo parlamentario socialista, Prieto pidió el apoyo para formar Gobierno, pero se lo denegó Largo Caballero, líder la mayoritaria fracción revolucionaria dentro del partido, grave error que no sólo se lo reprochó Juan Negrín sino hasta Santiago Carrillo en sus Memorias, lo que precipitó la guerra civil, entre otras conocidas causas nacionales e internacionales principales.

 

Tras las alecciones del 23J, ha llegado de nuevo el momento histórico oportuno en el que el Partido Popular y el PSOE lleguen a un acuerdo que si no puede ser a través de una gran coalición, que sería lo deseable, como la que formaron el partido socialdemócrata alemán(SPD), más antiguo que el PSOE, y la democracia cristiana de la señora Merkel, al menos lleguen a acuerdos parlamentarios puntuales de gobernabilidad, para evitar que gobierne España los que quieren destruirla, pero para ello hace falta tener la grandeza política y humana de un estadista, de la que carece por completo Pedro Sánchez.

 

Comparto plenamente las opiniones de Ignacio Varela (El Confidencial  24/7/2023), que fuera Director del Gabinete de Prensa del Gobierno de Felipe González durante once años, de que Sánchez es el personaje más tóxico que ha dado la política española en lo que llevamos de siglo; y la de Juan Alberto Belloch, que fuera Ministro de Justicia y Alcalde de Zaragoza, uno de los magistrados y políticos mejor equipados intelectualmente que he conocido, que ha dicho que Sánchez ha sido el peor presiente socialista del gobierno que ha tenido este país; y añado, emulando una frase de Churchill: “No hay político más peligroso que el intelectualmente mediocre  con poder”.

 

Cumplo con mi deber de veterano socialista criticando a la dirección del PSOE y a Sánchez, al que siempre he profesado una lealtad no acrítica ni genuflexa,  siguiendo el ejemplo del ilustre socialista, el catedrático de Derecho Penal, Luis Jiménez de Asúa, ponente constitucional de la Constitución Republicana de 1932, y el más grande penalista de la Europa Contemporánea, fallecido en el exilio bonaerense: “El auténtico político no es el que pone su vela al viento de la opinión pública sino el que es capaz de decirle al pueblo: No tienes razón”.

 

Algunos comentaristas de mis artículos me reprochan, puede que, con razón, que no me haya dado de baja como militante del PSOE, que es lo que han hecho algunos veteranos militantes socialistas de mas importante y larga trayectoria política que yo, que han ocupado altos cargos de gobierno y orgánicos. Siempre me he considerado un socialista liberal, es decir, humanista, socialdemócrata, como Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto, que encarnan el mejor liberalismo de Francisco Giner de los Ríos, Fundador de la Institución Libre de Enseñanza, y el mejor socialismo democrático de Pablo Iglesias.

 

He sido leal a estas ideas, que Pedro Sánchez ha abandonado, como ha dicho Alfonso Guerra, desterrando el socialismo liberal que había impregnado la acción del PSOE durante 140 años para sustituirlo por una alianza de radicales, populistas, independentistas y herederos del terror, lo que significa un cambio brutal en la tradición y el pensamiento del PSOE, por lo que me trae sin cuidado que me expulsen de este otro PSOE que él lidera, en cuyos órganos no tengo libertad para expresar esas ideas.

 

 

*  Eligio HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ

Presidente de la Sociedad Civil de Canarias.

Abogado en ejercicio y Magistrado jubilado.

Embajador de la Marca Ejército

Ex fiscal general del Estado y ex miembro del Consejo de Estado

Ex diputado en el Parlamento de Canarias.

Ex Gobernador Civil de S/C de Tenerife y Delegado del Gobierno en Canarias.

Ex miembro del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

Académico de la Academia Canaria de la Lengua.

Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna (ULL)

Diplomado en Derechos Humanos por la Universidad de Estrasburgo.

Vicepresidente de la Fundación Juan Negrín.

Militante socialista.

Cristiano militante.

 

 

Santa Cruz de Tenerife, 31 de julio de 2023.

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