La perseverancia en la política (y II)

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

El 20 de julio de 1969, hace 50 años, la Misión Apolo 11 colocó en la luna a Neil Armstrong y a Edwin F. Aldrin. Había sido un sueño esperado, un imposible, pero se trata de hacer posible lo utópico. En aquel momento todos pensaban que lo más importante de esta hazaña fue el hacer historia, conquistar, sentirnos poderosos.

 

Pero quizá aquello sirvió para observar la tierra desde fuera, para darnos cuenta de la vulnerabilidad de nuestro planeta y de la responsabilidad que tenemos de cuidar nuestra casa común: la Ecología.

 

Henry Ford decía que “No hay una persona que sea capaz de hacer más de lo que crea que puede hacer”. Los límites nos los ponemos nosotros mismos. Los ganadores nunca se rinden y los que se rinden, nunca ganan. Pertenecen al ejército de los mediocres.

 

Debemos perseguir nuestros sueños, respondiendo a los grandes desafíos de la humanidad: el hambre, la desigualdad, el paro, la corrupción, la contaminación.

 

Parte fundamental del político perseverante es tener la capacidad de escuchar y esperar el momento adecuado para poder cambiar el curso de los tiempos. Es estar dispuesto a revisar y analizar la planificación en relación con la consecución de los objetivos.

 

El político perseverante debe conocer y controlar los posibles riesgos y ser flexible para cambiar de itinerario. Ante las dificultades, ve estímulos, motivaciones y retos para construir puentes. El político perseverante quizá no sea el más inteligente, guapo o divertido, pero es el más trabajador y el más insistente.

 

El político obstinado, el terco es el que no cambia, Cae una y otra vez, pero sigue en el mismo rumbo.

 

El político perseverante si cae se levanta, pero aprende de sus errores, no sigue incurriendo en los mismos, no está instalado en la sinrazón de tropezar varias veces en la misma piedra.

 

Si una determinada actuación política aboca al fracaso, ser perseverante no es insistir en ella. Quizá nos lleve al fracaso porque el objetivo es irreal, utópico e incluso ilegal y/o inmoral. Habría, pues, al menos, que cambiar las leyes o modificar el camino o la estrategia.

 

Cuando un político insiste en un callejón sin salida, la frustración y la tristeza serán sus compañeros de viaje.

 

Napoleón Bonaparte dijo que a veces hay que retroceder dos pasos para avanzar uno.

 

Cuando se alcanza la meta, la apreciamos más si nos ha costado más fatiga, si hemos sido más perseverantes para alcanzarla.

 

San Juan Pablo II en 2003, dijo que sólo la acción perseverante de hombres de Estado honrados y desinteresados, la adhesión a profundas convicciones éticas puede legitimar la indispensable competencia profesional de los responsables políticos, porque, en caso contrario.

 

¿Cómo se podría pretender tratar los asuntos del mundo sin referencia a este conjunto de principios que son la base de ese “bien común universal” del que tan bien ha hablado la Encíclica Pacem in Terris del Papa Juan XXIII?

 

Posteriormente en el Mensaje que dirigió para la Jornada Mundial de la Paz en el año 2005 propuso la invitación del apóstol Pablo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien”.

 

Y en el Discurso al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede el 10 de enero de 2005, recogiendo este Mensaje, les dice: “En la base de esta invitación hay una verdad profunda: en el campo moral y social, el mal asume el rostro del egoísmo y del odio que tienen un carácter negativo; sólo el amor que tiene la fuerza positiva de un don generoso y desinteresado hasta el propio sacrificio puede vencer el mal”.

 

En París, la UNESCO declaró el año 2016 como el Año Internacional del Entendimiento Mundial. El objetivo era lograr a través de la investigación, la enseñanza y la formación, una comprensión profunda y práctica de la manera en que todos los pueblos puedan convivir de manera más sostenible, haciendo hincapié en la elaboración de estrategias y acciones para proyectos locales específicos con un alcance mundial.

 

Todos nosotros tenemos la obligación de dejar este mundo en mejores condiciones de cómo lo hemos recibido. La mejor herencia para las futuras generaciones es esforzarse por cambiar nuestro entorno, contagiar alegría, bondad y generosidad, y desterrar la tristeza, la amargura y la envidia.

 

Haciendo estas pequeñas acciones, estaremos cambiando el mundo humano, haciéndolo más humano y habitable. En la película “La Lista de Schindler” de Steven Spielberg, el judío le dice a Oskar Schindler: “Quien salva a un hombre, salva al mundo entero”.

 

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 4 de mayo de 2023

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