La protección de los menores (I)

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Desde hace mucho tiempo he oído decir que en la familia debe prevalecer el interés del menor, el “favor filii”, y, por supuesto, no puedo estar más de acuerdo. Pero tengo la duda de si los padres les estamos dando a nuestros hijos lo mejor y si las actuaciones de los padres están presididas por el bien de los hijos.

 

La familia se está convirtiendo, en muchos casos, en un recipiente helado y vacío, en el que hay ausencia de comunicación, y ausencia de soporte efectivo, donde hay una soledad compartida. Todos sus miembros tienen necesidades emocionales, sociales y cognitivas, pero hay demasiada soledad. Los niños se encuentran solos, demasiado solos. Alumnos de Primaria o Secundaria afirman sentirse muy solos e infelices, estando rodeados de gente y teniéndolo todo.

 

Los padres entienden que únicamente son responsables de las necesidades físico-biológicas de sus hijos, Ningún padre se plantea que el niño debe comer lo que le conviene, aunque no quiera; o que debe lavarse o asearse, evitando enfermedades; o que debe descansar las horas necesarias para preservar su salud.

 

Se encargan de atender las necesidades de alimentación, temperatura, higiene, sueño, actividades físicas: ejercicio y juego, y de procurar la integridad física casi con una escrupulosidad que raya en lo enfermizo.

 

Pero los niños han de tener padres, no amigos ni colegas. Los niños han de crecer con límites, con referentes. A los padres les cuesta ejercer y mantener la autoridad. Es menos grato hacerlo. Resulta más gratificante dejar que hagan lo que quieran, y especialmente si se está poco tiempo con ellos. Los padres pueden pasar de la excesiva permisividad al grito fácil, desmesurado y descontrolado en poco tiempo. A algunos les viene grande la tarea de educar. Los niños empiezan a ser pequeños tiranos, súper protegidos, decidiendo lo que hay que comer, comprar y lo que toda la familia debe hacer y cuándo lo ha de hacer.

 

Es un problema, porque estamos haciendo daño a los niños. Luego la vida les va a enseñar que no es así, y entonces caerán en la frustración y en la depresión. Lo que caracteriza a los menores es su desvalimiento, su fragilidad.

 

Los menores necesitan el liderazgo de sus padres: la estabilidad y la exigencia; la proximidad y la distancia; el amor y el respeto. Necesitan límites claros y sencillos, y, al tiempo, perspectivas, sueños e ideales que les hagan volar. Necesitan coherencia personal. Les está llegando demasiada información por todos los canales, que no saben procesar, porque no poseen estructuras ni andamiajes, en los que asentarla. Y los padres no acaban de estar ahí.

 

Cada vez cobra mayor relevancia la presencia de los abuelos, no sólo por la cercanía psicológica que facilita su comunicación con los nietos, sino por la capacidad de dar, mediante el testimonio de su vida, una lección viva para los nietos de sabiduría y conocimiento de las realidades materiales y personales.

 

Nunca los nietos han conservado a sus abuelos tanto tiempo como ahora, los abuelos de nuestros días son mucho más jóvenes que los de antes. La relación de los nietos con sus abuelos es fundamental en la sociedad actual.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 6 de octubre de 2023

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