La protección de los menores (y V)

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Hace unos días, en la Universidad, una alumna llega 7 minutos tarde a un examen parcial. El profesor no le deja hacer el examen. La alumna acude al Decanato diciendo que el profesor la ha humillado y que su padre, que es abogado, presentará una queja por la mala actuación del profesor.

 

Hace unos días, en un instituto de secundaria, en el que hay dos unidades, una madre pide al Director que cambie de clase a su hija porque sus amigas están en la otra clase. Ante la negativa del Director, la madre denuncia a Inspección al Director por no atender su petición.

 

Hace unos años, en una reunión periódica con el padre y la madre de un alumno de Secundaria, el padre dice a dos profesoras, estando presente su hijo, que no tenían la categoría suficiente para ser las profesoras de su hijo.

 

Hace unos días, en un instituto de secundaria, una alumna amenaza a una profesora diciéndole que sabe dónde vive.

 

Podría seguir hasta el infinito. Hemos perdido el norte. Y lo hemos perdido porque los padres, que actúan como en las situaciones reales anteriores, no están protegiendo a sus hijos. Los están engañando y les están perjudicando, les están haciendo unos desgraciados. Serán unos adultos inmaduros e indefensos.

 

Los hijos deben recibir de sus padres los principios básicos, los valores en torno a los cuales van organizando su personalidad. Según el ejemplo que reciben de sus padres, modelan su propia actitud frente a la vida y sus exigencias. Si ven en su padre a un “chulo matón de barrio” o en su madre “a una simple gallina que cuida de sus polluelos”, les estarán mostrando unas formas de actuar que no se corresponden con la realidad que van a tener que vivir.

 

Los padres han de saber en qué quieren que se conviertan sus hijos, qué quieren que sean de mayores. Ya sé que la respuesta será: “Lo que ellos quieran”, pero va a depender de la educación que les estemos dando. Han de procurarles la autoestima necesaria, el mismo amor y respeto que esperamos de ellos, pero también hemos de enseñarles a ser exigentes consigo mismos, a ser educados, al esfuerzo, a la dedicación e incluso al sacrificio, a que no todo vale.

 

Hay que recompensar el mérito, el esfuerzo, sancionar la falta, cultivar la admiración de aquello que está bien, que es justo, bello, grande, verdadero y profundo. Y, por el contrario, detestar aquello que está mal, que es injusto, falsario, superficial y mediocre.

 

Nuestra sociedad necesita más que nada padres y madres que amen a sus hijos de verdad.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 26 de noviembre de 2023

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