Para comprender lo que se lee, hay que leer

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

El Secretario General del PSOE ha anunciado un plan para reforzar las matemáticas y la comprensión lectora. Nada más loable que invertir más en educación.

 

Nuestros niños, adolescentes y jóvenes no comprenden lo que leen. Pero el problema está en que no leen. No leen tebeos ni cómics ni historietas. Ven pantallas y leen mensajes digitales recibidos a través de las redes sociales, normalmente con caracteres limitados.

 

Tampoco leen los libros de texto, denostados también por los gurús educativos, que piensan que las tablets y los libros digitales son la solución para los nuevos modelos educativos.

 

Si no se lee, cuando hay que leer no se comprende lo que se lee. Es un círculo vicioso, del que sólo se puede salir leyendo.

 

Entonces la cuestión se traslada a qué se lee. Un profesor de literatura me comentaba que, en la Universidad, un alumno le decía: “Usted solo nos recomienda libros de muertos. Yo quiero leer libros de vivos”.

 

Se refería a que el profesor le sugería lecturas importantes de la literatura española como el Lazarillo de Tormes, el Buscón de Quevedo, Fuenteovejuna de Lope de Vega, La vida es sueño de Calderón de la Barca, Campos de Castilla de Machado, y, especialmente, el Quijote de Cervantes.

 

Por supuesto ni siquiera el profesor se atrevería a recomendar los clásicos de la literatura francesa, alemana, italiana o rusa. Nadie se atreverá a incitar a leer los Hermanos Karamazov o Crimen y Castigo de Dostoyevski, Fausto de Goethe, La divina comedia de Dante, el ávaro o el enfermo imaginario de Moliére.

 

Mucho menos leer a los grandes clásicos grecolatinos, como Aristóteles, Platón, Sófocles, Plutarco, Virgilio, Ovidio, Homero. Y, sobre todo, no se puede ser una persona culta, sin haber leído la Biblia, como conjunto de libros del Antiguo y del Nuevo Testamento.

 

Para el joven e incluso para sus padres, estas lecturas son anacrónicas, desfasadas, y muestran una sociedad que no existe.

 

Los profesores deben recomendar en el mejor de los casos, y obligar en el peor, lecturas de ideología de género, de sostenibilidad, de inclusión, de ecologismo, etc., y, además, en catalán, valenciano, vascuence o gallego.

 

Mucho me temo en qué consistirá ese reforzamiento de la comprensión lectora. Si el que tiene que reforzar está para ser reforzado, la cosa irá mal. Si se trata de un “maestro ciruela que no sabía leer y montó escuela”, vamos mal. Si no se obliga a leer, como al que se obliga a comer, aunque no quiera, vamos mal. Si los padres no dan importancia a la lectura, porque ellos tampoco leen, vamos mal. Si no tiene ningún prestigio la lectura, vamos mal.

 

Y ya empezamos mal, porque el plan se prevé desde 3º de primaria hasta 4º de ESO. En 3º Primaria ya se llega tarde. El niño empieza a leer a los 4 años, no a los 8-9 años. Y a esta labor han de estar volcados los centros y las familias.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 23 de enero de 2024

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