Paradojas de la vida

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Remigio Beneyto Berenguer *

 

 

Cyrano de Bergerac está triste y tiene motivos para estarlo. La vida tiene sus paradojas. Alguien que mantuvo duelos en multitud de trifulcas, saliendo victorioso e indemne de todos ellos, alguien del que se dice que fue un hombre valiente capaz de luchar contra 100 hombres, tuvo que ser derrotado por la caída de una viga sobre su cabeza. ¡Qué deshonor para el valiente Cyrano! Lo que no pudo la espada lo provocó el ataque deliberado y traidor de unos cobardes.

 

La pluma y las palabras de Cyrano, al igual que su nariz, al ser más afiladas que su espada, le valieron muchísimos enemigos, deseosos de acabar con su honor primero, para después rematar con su vida.

 

Pero es difícil enfrentarse con un hombre libre, con alguien con estos pensamientos:

 

“Soñar, reír, pasar, estar solo, ser libre,

Tener unos ojos que ven bien, la voz que vibra

Ponerse, si os place, el sombrero al revés.

Batirse por un sí o por un no,

O hacer un verso.

Trabajar sin cuidarse de glorias ni fortunas,

Pensar en un viaje que nos lleve a la luna

Nunca escribir nada que no salga de uno…”

 

La gente así molesta a los poderosos inseguros, a los intelectuales fatuos, a los entusiastas y populistas ignorantes, que pretender ser reina por un día, pero, al día siguiente, para ellos, todo se torna oscuro y triste porque ellos mismos son ridículos.

 

Es cierto que a Cyrano le queda como compañera la soledad, el amor no comprendido, el abandono de los que amanecen de un color, a mediodía tienen otro y, antes de acostarse, trasiegan por otro distinto. Son los sicarios de una lealtad, que no conocen, sólo rendidos al único amo al que obedecen: su propio beneficio e interés.

 

Pero lo más triste de todo es que alguien, leal durante décadas a sus principios, fiel a su conciencia, capaz de enfrentarse a nobles, eclesiásticos y poderosos, al final sea vencido por el más acomplejado, el más inseguro y el más vengativo de sus adversarios, por quien se esconde bajo las faldas de la ventajosa fidelidad a la autoridad.

 

Así es la vida. Por eso nuestras compañeras han de ser la lealtad, la paciencia, la perseverancia, la humildad, estando convencidos de que siempre gana la verdad, que siempre ganan los buenos, que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y que Cristo resucitó, aunque para ello hubo de morir en la Cruz.

 

 

*  Remigio BENEYTO BERENGUER

Profesor Catedrático de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Departamento de Ciencias Jurídicas

Catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad CEU de Valencia.

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

 

Islas Canarias, 17 de abril de 2023

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