VISIONES ATLÁNTICAS / 102
Todavía hay clases

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Hugo Luengo *

 

 

La imagen negativa del ciudadano sobre la aplicación de la justicia y la ley, refleja la degradación política española. Cuya responsabilidad principal tiene quien ejerce el poder, aunque se multiplique en facciones o se disfrace de oposición. Responsabilidad que le obliga al cumplimiento de la constitución y las leyes y a pagar el peaje de acuerdos sociales mayoritarios.

 

Las últimas encuestan nos trasladan la “aritmética del poder”, que deslegitiman las derivas de un gobierno cuyo estilo traduce desconfianza. Hartos del “decreto-ley” que vacía el papel del Parlamento. Vemos el sistemático recurso al “decreto-contenedor”, que incorpora temas desconexos, que adulteran el sentido del voto, chantajeándonos con sus opciones.

 

A golpe de truco es imposible generar confianza, disminuida cuando las decisiones se toman sin participación de los partidos de la coalición gubernamental, sin apoyo de los niveles de la administración y sin acuerdo con los sectores privados. Consecuencia del ataque a la separación efectiva de los tres poderes del estado y al deslizamiento hacia un modelo de partido único, donde quien no está de acuerdo no es un “patriota”.

 

Rosa Díez, que fue líder en el PSOE y luego en UPyD, califica la personalidad del presidente de psicopática, maquiavélica y narcisista. Dice que su resentimiento, soberbia y despotismo, le impiden mantener cercanía con el ciudadano y le obliga a esconderse en los círculos cerrados del partido, que polariza contra las derechas.

 

De manera que nuestro degradado sistema de partidos, remeda a las “nomenklaturas”, clases de los sistemas comunistas. Una “élite dentro de las élites”, que efectúa el nombramiento y renovación de los cargos, por encima del control institucional y saltándose sus reglas, conformando una clase privilegiada con grandes beneficios asociados. El líder reparte el juego y asegura con mecanismos de obediencia, la asignación de cargos desde arriba. El partido coloca a los suyos, a cambio de lealtad y silencio, “omertá” que sacrifica mérito, esfuerzo y ley.

 

A los hechos me remito. Con la puesta en marcha del indulto selectivo a Griñán, tras el fallo de 1205 páginas del Supremo en el caso de los ERE de Andalucía. Con 680 meuros defraudados en una trama de corrupción institucional al “Fondo Social Europeo” para ayudas de parados; donde quedan aún 133 piezas separadas por juzgar. Con el gobierno autónomo andaluz y Griñán, que advertidos reiteradamente por la intervención miraban para otro lado; mientras obstaculizaban la investigación judicial. Con la UE estafada por el gobierno más largo de esta democracia adulterada, que transformó gobierno en régimen.

 

Nuestras clases, “nomenklaturas hispanas”, se blindan contra la ley que nos iguala y pervierten la democracia liberal. Asistimos al espectáculo de ser el único país, donde su lengua oficial, el español que hablan 600 millones en el mundo, se prohíbe contra los fallos judiciales y la connivencia del gobierno central. Que asume contra la constitución un “multiculturalismo plurinacional” de desigualdades múltiples, apelando al falso mensaje de promover supuestos derechos segmentados, contra libertad, igualdad y fraternidad.

 

Desigualdad que incrementa con una administración sobredimensionada, que no aborda sus elevados gastos superfluos cuantificados en 60.000 meuros año. Conflictos de inflación descontrolada, subidas de la energía, incremento de salario mínimo, excesos impositivos, cesta de la compra, patrimonio y sucesiones, alquileres, justicia y prensa libre. Con ello se penaliza a los sectores más desfavorecidos y se empobrece a todos.

 

Empobrecimiento que lleva a la economía sumergida a los más débiles y los convierte en dependientes, descamisados de una política, que nos acerca a modelos sociales sudamericanos. Elegir entre dependencia o libertad.

 

 *  Hugo LUENGO BARRETO

Arquitecto y bodeguero.

 

Islas Canarias, 26 de septiembre de 2022

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